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Laura Ferrés cuestiona el clasismo en 'La imatge permanent', uno de los debuts más estimulantes del año

La directora catalana propone indagar en la memoria, el tiempo y la clase obrera con esta película que ganó la Espiga de Oro en la Seminci

Fotograma de La imagen permanente / CEDIDA

Madrid

La meritocracia ha insuflado valores como el esfuerzo, el trabajo, la constancia, valores a través de los cuales conseguir mejorar la situación económica, cambiar de clase, subir en el ascensor social. La crisis de 2008 dejó claro qué ascensor o estaba averiado o nunca había funcionado con regularidad. Empezaron entonces a surgir relatos contados por una generación, los millennials, que en aquellos momentos no podían dedicarse a lo que con tanto esfuerzo, trabajo y constancia, habían estudiado. Un generación de jóvenes canteados y exiliados que empezaron a usar esa rabia para contarse. Lo hizo Laura Ferres que en su cortometraje Los desheredados (2017), contó cómo había quebrado con la crisis la empresa de autobuses de su padre. Contó cómo la clase trabajadora se enfrentaba de nuevo al fracaso de unos valores en los que había creído y de nuevo tenía que empezar de cero.

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Después de ese premio en el Festival de Cannes, en su primer largometraje, La imagen permanente, Ferrés ahonda en esos mismos conceptos, ¿puede uno salir del lugar donde ha nacido? "Indagar en el lugar que ocupamos en la sociedad por haber nacido en una determinada familia, ya que la película se pregunta si podemos ir en contra de nuestra herencia y cambiar. Me interesaba la cuestión del tiempo. Sobre todo la idea del eterno retorno. Es decir, si estamos condenados a que los acontecimientos ocurran de forma cíclica y eterna. Y por eso la película está estructurada como una especie de bucle que empieza con una cara y acaba con otra, con la misma cara, pero a la que le han pasado muchos años". Todo esto responde a lo difícil que es vivir en el presente. "Es como si estuviéramos siempre dándole vueltas a cosas que ocurrieron, además pensando cómo lo podríamos haber hecho mejor. O anticipándonos a un futuro que nunca va a ocurrir", explica la flamante ganadora de la Espiga de Oro en la Seminci, convirtiéndose en la primera directora española en lograr el galardón de una película que había tenido ya estreno en el Festival de Locarno.

Si en el corto exploraba los provienes de su familia paterna en el largo se centra en la familia materna. "Mis abuelos eran andaluces y fueron a Cataluña a trabajar en la posguerra. Se asentaron en el Prat de Llobregat, donde he filmado tanto Los desheredados como La imagen permanente. Yo soy de allí y quería escribir un guion, en el el corto solo teníamos una guía, y me apeteció partir de ciertas vivencias personales para ir acercándome a la ficción. Me interesa qué confluye entre lo antropológico y la fantasía". Se refiere al dispositivo elegido, contar la historia como un díptico, dos mujeres que se encuentran y entre las que hay un secreto. Hay cine negro, hay melodrama, hay juego con el documental, hay verismo, pero también hay lugar para lo fantástico. La autenticidad o lo real se rompe todo el tiempo. "En toda película se intenta que confluyan cosas aparentemente antagónicas, para que, precisamente, surjan cosas imprevisibles. Y creo que está bien que una película nos sorprenda. Evidentemente, eso tiene que estar al servicio de algo y por eso hay muchos temas que se tratan", reflexiona Ferrés. "Me apetecía probar cosas. Evidentemente es una propuesta que va a dejar fuera a una serie de espectadores. Pero precisamente me va a acercar a otros. Al final se trata de hacer algo que uno quiera ver. Por eso mismo, claro, estuve cinco años con el proyecto.

La historia empieza un pueblo del sur, hace cincuenta años. Antonia es una madre adolescente que no vive a gusto con su familia y desaparece dejando al bebé. Cincuenta años más tarde y muchos kilómetros al norte, Carmen, una directora de casting va como loca buscando a personas que cuenten sus recuerdos. Deben ser personas auténticas pues saldrán en un spot publicitario para un partido político en campaña electoral. En la calle conoce a Antonia, una vendedora ambulante y ahí empieza el misterio. "La idea de autenticidad que aparece en la película es un eufemismo. Yo trabaje como directora de casting en publicidad varios años. Y se me decía que tenía que encontrar a personas auténticas, cuando creo que lo que me estaban diciendo es que tenía que encontrar a personas pobres, como si uno fuera más auténtico por el poco dinero". Las dos heroínas van conociéndose y el espectador va conociendo los recuerdos, las heridas y también va viendo el clasismo de una sociedad, la nuestra, y la hipocresía de los políticos.

Volviendo a la clase, el cine es quizá una de las industrias más burguesas. Es caro estudiarlo, es caro hacerlo y es difícil imaginarse de niña como directora. "Yo no era consciente de que podía estudiar cine. Con 18 años, dio la casualidad que en la clase de bachillerato conocí a una chica que sí, que quería estudiar cine, que sabía que eso era una posibilidad. Empecé a estudiar y luego fui haciendo cosa. Siempre he tenido una relación compleja con haber estudiado algo que, en el fondo, es un medio un poco elitista. Siempre me sentí fuera de lugar. Con el tiempo ya no me cuesta presentarme como directora o guionista, pero he tardado en creérmelo", cuenta Ferrés que estudió finalmente en la ECAM.

"Hay un poco de todo, pero sobre todo predomina una clase alta haciendo películas sobre ellos mismos o hablando sobre otra clase social y de manera un tanto paternalista, porque hay un desconocimiento, una distancia. Esto hace que muchas de estas películas puedan llegar a ser muy solemnes. Y creo que por eso mismo en La imagen permanente hay humor. Porque conozco bien esa clase social, vengo de ahí y eso me permite tratar temas serios, pero no de manera solemne". Dice que las cosas están cambiado y que ahora, directores y directores nacidos en familias obreras empiezan a rodar sus películas. Lo hacen desde posiciones diferentes. Hay quien prefiere el tono realista y social heredero de un cine europeo que siempre ha tenido mucha relevancia en festivales. Hay quien prefiere jugar al melodrama y hay quien opta porque el lenguaje cinematográfico rompa también con el relato. "Me interesan las películas en las que la forma y el fondo están relacionados. Y además creo que esta es una película que, entre otras cosas, habla sobre la cuestión de la clase social y que además lo hacen los de esa clase social".

Decías Ferres se inspira más en la literatura la música que en el cine. Los detectives salvajes de Bolaño es una obra clave para ver La imagen permanente. "Como ocurre en Los detectives salvajes, esa parte central en la que se cuentan historias en los castings tiene mucho que ver con la novela. Me gustaba que fuese una película con otras películas dentro. Además, una prueba de casting es como un retrato de una persona. Entonces, a partir de la acumulación de castings tienes un retrato de la sociedad". También el folclore popular, pues las protagonistas cantan canciones republicanas que la abuela de la directora cantaba y que reflejan la historia rota y trágica de un país que ha cambiado la religión por el trabajo.

"Mi abuela era cordobesa, de un pueblo que se llamaba El Alcázar. Trabajaba en el campo y criaba a sus hermanos. Ella era la mayor. Le gustaba cantar. Yo me crié con ella, me crié escuchando esas canciones que, en su mayoría, eran coplas o canciones republicanas. Tardé bastante en entender el significado de esas letras. Cuando lo hice, me pareció muy interesante como testimonio de una época. Además, mi abuela tuvo Alzheimer. Entonces mi madre y yo la grabamos en unas cintas de cassette para conservar esas canciones. Son canciones que hoy en día no se encuentran en Internet. Me apetecía incluirlas en la película, cantadas por otras personas", recuerda la directora catalana.

"Me gusta que confluyan lo ensayístico con lo popular y, por eso, es una película que se llama La imagen permanente, que podría ser el nombre de un ensayo de John Berger, que además se habla de la construcción de las imágenes, pero lo hace desde el melodrama, que es, probablemente, el género más popular. Las telenovelas son un melodrama, de hecho, y a mí me gusta mucho Douglas Sirk. Y tiene una parte de música, porque como hemos dicho ya, los personajes cantan. Son actores no profesionales que además cantan. ¡Luego la gente me pregunta por qué he tardado cinco años en hacerlo!". Se refiere al trabajo de dos mujeres que llevan el peso de esta película, María Luengo y Rosario Ortega.

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Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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