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Tulsa: "A mi madre le ha costado entender que dejase la psiquiatría por la música, que veía como un divertimento"

'Amadora' es un homenaje a las que nos parieron. El último proyecto de Miren Iza reflexiona sobre las herencias que transmiten las madres de generación en generación. Un dolor físico que desarrollan las mujeres que soportan el peso de los cuidados y otras sobrecargas. Un dolor que son incapaces de articular a través del lenguaje, pero que Tulsa ha musicalizado

Tulsa: "A mi madre le ha costado entender que dejase la psiquiatría por la música, que veía como un divertimento"

Tulsa: "A mi madre le ha costado entender que dejase la psiquiatría por la música, que veía como un divertimento"

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"Dicen que tenemos tres marcas de nacimiento: fecha de nacimiento, padre y madre", escribe la dramaturga María Velasco. Coincide con Israel Elejalde, que advertía en La Hora Extra los esfuerzos que hemos hecho desde la segunda mitad del siglo XX por cambiar el modelo, pero la familia está ahí. "Puedes reinventarte lo que quieras, pero naces de un padre y de una madre, tu personalidad se conforma durante los primeros diez años, así que casi todo lo que eres y cómo eres está ahí. Esa autoridad te va a marcar toda tu vida y todos nos vamos a gastar mucho dinero en psicólogos", decía Elejalde, citando además a Rafael Chirbes: "la infancia te la tropiezas una y otra vez en tu vida, da igual cómo haya sido esa infancia".

A la infancia y a esa voz interiorizada de nuestras madres, en particular, le ha dedicado Miren Iza (Hondarribia, 44 años) su último proyecto: 'Amadora'. Amadora es el séptimo álbum de estudio que Tulsa ha publicado hace un par de semanas, pero Amadora no es ni un disco ni una obra de teatro, ni un concierto ni teatro musical. Son canciones compuestas por Miren y textos escritos por la dramaturga María Velasco, quienes se conocieron gracias a la periodista cultural Marta García.

Tulsa nos presenta &#039;Ese éxtasis&#039;. Y vendrán el dolor, el duelo y la furia
Portada de &#039;Amadora&#039;, de Tulsa

Portada de 'Amadora', de Tulsa / Irving Studio

"Según el Instituto Nacional de Estadística, en España hay 1.230 mujeres llamadas Amadora, con una media de 71 años. La mayoría en Lugo y en Jaén, aunque también hay Amadoras en Córdoba y Ourense". Con esta advertencia comienza uno de los montajes que más nos ha conmovido durante el Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid. Amadora, dirigido por María Velasco y con cuatro intérpretes en el escenario: Socorro Anadón, Celia Bermejo, Carmen Mayordomo y Tulsa.

¿De dónde surge el proyecto?

Pues surge de la necesidad de reflexionar acerca de un dolor que yo veía con demasiada frecuencia en la consulta, en mujeres que compartían un pasado común de cuidados, de sobrecarga y de quiebra del cuerpo al final. Y era inevitable hacerme esa pregunta: hasta qué punto una queja o un malestar, que no se articula en el lenguaje, acaba apareciendo en el cuerpo.

Nos decía la escritora argentina Mariana Travacio que había escrito su último libro postrada en una cama, con una pierna rota, con un dolor terrible y que ese dolor atravesaba sus relatos, su escritura, de diferentes formas. Creo que también hay algo de esto en Amadora. Una de las canciones, 024, es el teléfono de atención al suicida. En el disco hay dolores físicos y psicológicos. ¿Has querido, como psiquiatra que eres, hablar de salud mental también?

Era inevitable que se colara. Una de las cosas que más me ha emocionado en el proceso ha sido ver como María transcribía parte de esas conversaciones, muchas que tuvimos, yo le contaba y le intentaba explicar qué pasaba con este dolor, que me parece un dolor muy social y se está tratando solo en el ámbito de la salud mental y en el ámbito de los médico. Está restringido y no se le está dando una adecuada salida, porque hay mucha frustración porque se hace solo una abordaje medicalizado, cuando la solución o la comprensión del dolor está en el ámbito de lo familiar, de los sociales y de lo comunitario.

El proyecto está dedicado "a las que nos parieron, nos íbamos a parecer más a ellas a partir de los 33. Mujeres a las que, admiráramos o no, estábamos obligadas a querer. Nos dejaron una carga maldita disfrazada de instinto". ¿Quiénes son y cómo son estas Amadoras?

Bueno, en este intento de reflexionar o de entender este dolor, cuando piensas en las mujeres, hay una cita de Virginia Woolf que dice 'si somos mujeres, estamos obligadas a pensar a través de nuestras madres'. En esa generación, que se había consagrado completamente, sin medida a los cuidados de la gente que estaba a su alrededor, obviamente están nuestras madres. No solo nuestras madres, también hay muchas mujeres todavía, de nuestra generación, que a lo mejor no son el ángel del hogar, porque no solo están en casa, pero sí que siguen siendo el último sostén emocional y de tareas de la casa, o sea, tienen doble jornada. Pero ahí estaban nuestras madres. María me decía que tenía que entender, que encontrar su propio porqué para escribir esto. Porque yo he visto ese dolor en las mujeres en el ámbito médico, pero ella tenía que encontrar su propia motivación, escribir desde su experiencia y ella lo llevó al ámbito suyo, de su madre, de intentar comprender a su madre y de preguntarse hasta qué punto había vivido por oposición a ese legado que su madre, nuestras madres, las madres de un montón, nos han dado en herencia. Que es el rol femenino asociado a la maternidad y por supuesto a cuidar de una manera pseudosanta, pseudomártir.

En 'Tacones Lejanos' recoges precisamente esas herencias que se trasladan de generación en generación. ¿Son heridas irrenunciables?, ¿somos al final también el resultado de una domesticación?

Sí, las herencias están ahí y en la vida de cada cual y en las preguntas que cada cual se haga, está la posibilidad de identificarlas. Podemos vivir sin cuestionarlas o sin verlas, sin arrojar luz a las herencias, pero una vez que inicias un un viaje introspectivo, digamos, a través de la terapia o a través de las propias preguntas, no necesariamente tiene que ser a través de la terapia, te vas a encontrar con esas cuestiones: qué parte ha sido estrictamente mía, qué parte es un deseo heredado y qué parte es ese cumplir expectativas de otros. En este caso utilizamos un poco el dolor o la aparición del dolor para disparar estas preguntas.

Esa es precisamente otra de las herencias, la de las expectativas de los padres o de las madres. "Solamente quería que te sintieras orgullosa de mí", cantas. ¿Qué pasa cuando llega un momento de tu vida, a los 33 o a los 43, donde te das cuenta de que no cumples con las expectativas que tenían tus padres o tu madre en particular? ¿Somos un poco esclavos de esas expectativas, de intentar cumplir con lo que nuestros padres esperaban de nosotros?

Bueno, no sé si esclavos, pero desde luego nos condicionan muchísimo. Llegas a los 33 o a los 40 y pico y te das cuenta de que no has cumplido las expectativas o peor aún, te das cuenta de que las has cumplido demasiado, que eso es quizá más embrollado. No diría que somos esclavos, pero desde luego están ahí y yo, personalmente, tengo 44 años, a veces tengo una voz internalizada de mi madre, que pienso que me censura, me corrige, me matiza. Y es injusto también para ella, porque pienso que me va a censurar y no le ha dado ni la oportunidad de pronunciarse. También hay esa especie malentendido muy típico, familiar, de pensar que a mi madre no le va a gustar lo que hago, así que mejor no se lo enseño. Y está bien que se entable la conversación y que les demos la oportunidad de ser modernas y decir por supuesto te apoyo.

¿Tu madre se siente orgullosa de ti?

Ahora sí, jajaja

¿Te lo ha dicho?

Bueno, no me lo ha dicho porque en mi casa no se dicen esas cosas, jajaja. Pero yo lo siento y me parece muy importante. Mi madre ha estado mucho tiempo sin escuchar mi música, pero desde hace unos discos sí que le pillo escuchándolas y le gusta seguirlo y ahora sí que ha aceptado por fin una cosa que le costaba entender, le costaba ver más allá de un divertimento que me podía desviar de la psiquiatría que le parece, por supuesto, una profesión mucho más seria, claro.

Escena de 'Amadora' en los Teatros del Canal / Vanessa Rabade

Estas tres actrices de la obra interpretan a una misma mujer, pero en diferentes momentos de su vida. Es también un poco el espíritu del disco: diferentes voces y situaciones, pero con las que cualquier mujer, en las diferentes etapas de su vida, se puede identificar. E invita un poco también a un diálogo intergeneracional. Nos decía la poeta Sara Torres que uno de los grandes problemas que tiene hoy el feminismo, es la falta de diálogo, de comunicación entre diferentes generaciones de mujeres. ¿Lo compartes?

Yo creo que simplemente al feminismo se le exige, se le ha exigido mucho y muy rápido. El feminismo también es una cosa que está en constante movimiento y creo que ahora sí que se han abierto unas conversaciones quizá más apremiantes, entre madres e hijas. Me viene a la cabeza el libro de Blanca Lacasa, 'Las hijas horribles', que son como testimonios de hijas que hablan de la relación con las madres, esa especie de tensión. El feminismo es una cosa a la que no le podemos exigir que sea perfecta desde el primer momento en todo. Yo, desde luego, agradecer a estas otras pensadoras, poetas o filósofas sin las que no habría podido hacerme estas preguntas que me he hecho ni siquiera como psiquiatra.

Las Amadoras se entregan toda la vida a los cuidados, lo has dicho, sin que nadie además se lo vaya a agradecer, como adviertes en SANTAMÁRTIR. ¿Estamos empezando a reconocer esa carga que han soportado y soportan las mujeres? ¿Estamos empezando a dejar de dividirlas entre santas o mártires?

Estamos empezando, pero queda todavía mucho. Y me da un poco de miedo que el péndulo de la reacción haya empezado tan pronto, porque todavía queda tanto. Me da un poco de miedo que se acallen estos nuevos descubrimientos que estamos haciendo entre todos, por no resultar pesadas o por resultar cansino el discurso. Pero todavía queda mucho y todavía hay mucha gente que cree que que es feminista diciendo que las mujeres son muy buenas y muy santas, ¿no? Ese es el problema todavía y que muchas mujeres todavía tienen que deshacerse, y es lo más difícil, de ese manto identitario que tiene que ver con la bondad, la santidad y la entrega a los demás. Porque si yo me he gestado una identidad tan fuerte, siendo esta especie de Santa en la tierra, ¿qué soy después?

En la obra podemos ver a Socorro Anadón, una de las actrices, desnuda. Y en la carátula del sencillo 'No quiero hacer historia' también, pero tanto Spotify como Instagram la censuraron. ¿Qué poder o qué peligro suponen todavía para algunos "Joaquines" las tetas de una mujer?

Yo creo que la amenaza viene por no estar sexualizada la muestra. Corporaciones como Instagram o Spotify tienen su propio decálogo, que me parece que responde a algo muy económico más que a otra cosa. Pero aparte de eso, lo que sí que creo que hay todavía, a nivel social, es el malestar cuando ese pezón femenino, porque es lo que se está censurado, no el masculino, cuando ese pezón femenino no está el servicio del deseo, de la mirada masculina. Cuando Socorro lo hizo en la portada y en la obra de teatro, cuando Amaral lo hizo en el Sonorama, que simplemente es quitarse la camiseta y no mostrar un erotismo con eso creo, ahí está el problema. Creo que eso es lo que incomoda y creo que eso es lo que no se quiere aceptar.

 
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