Karlos Arguiñano: "Antes se acabará el petróleo que las recetas de cocina"

Madrid

El revolucionario que rompería definitivamente las distancias de miles de españoles y españolas con la cocina gracias a una forma inimitable de hacer televisión, admite que en su árbol genealógico no había antecedentes con la hostelería. Miembro de una familia en la que no sobraba nada, pero tampoco les faltó lo esencial en la despensa, sí recuerda que era él el encargado de ir a la carnicería para comprar filetes de tercera, "los que nos podíamos permitir porque el tierno sólo lo conocí cuando me hice cocinero" y el que a la salida del colegio ayudaba en la cocina a su madre, con dificultades de movilidad por culpa de una polio, a montar la salsa de tomate, poner la mesa o cortar el pan.

Karlos Arguiñano (Beasaín, 1948) es lo que parece: un torrente de vitalidad, capaz de explicar los ingredientes para cocinar un osobuco con polenta, al mismo tiempo que te cuenta el último chiste o entona una canción popular mientras emplata unas setas a la plancha con crema de zanahoria con una pizca de perejil. "Alguien con mal humor no puede cocinar rico" de la misma forma que "un niño bien alimentado es siempre un niño feliz".

Antes de dedicarse a la cocina, Arguiñano hizo maestría industrial, una tarea que no se prolongó en el tiempo. "Yo ponía las puertas y techos de las locomotoras en la Compañía Auxiliar de Ferrocarriles. Y recuerdo que un día vino un maquinista y preguntó quién era el encargado de poner las puertas y cuando le dije que era yo me soltó: 'Es que se me abren en las curvas'. Así que Arguiñano, mejor cambia de oficio porque esto es una ruina".

Lo que no podía imaginar entonces era que cerrando ese capítulo profesional de su vida, se empezaría a abrir otro: el de la cocina y, muy poco después, el de la televisión. Enseñar a cocinar a miles de españoles y españoles que nunca lo habían hecho, demostrándoles que no sólo era posible, sino que además podían disfrutar haciéndolo con enormes ventajas para su salud. "Comer en casa es la mitad de barato y el doble de rico".

¿Pero cómo un cocinero acabaría convirtiéndose en uno de los mayores fenómenos mediáticos de la historia de la televisión? Su amigo de la infancia, Josu Ergüin y en buena medida propulsor de la idea, lo explica. "Todo surge cuando Arguiñano tiene que hacer una gran obra en su restaurante que le impide seguir cocinando durante unos meses. Entonces pensamos qué podíamos hacer. Yo había estado en Estados Unidos y pensé enseguida que Karlos podía presentar un formato muy popular allí, el de Richard Simon Show. Nadie nos hizo caso durante mucho tiempo, hasta que lo conseguimos y Karlos cautivó a todo el mundo". "Yo no me lo pensé -recuerda Arguiñano-. Nunca había hecho televisión, pero me lancé porque no soy de los que se piensa las cosas".

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Lo que sí le llamó la atención fue el éxito inmediato. "La cocina te involucra todos los días. Y el que tiene fundamento es siempre el que cocina. Puedes tener tres masters y no saber hacer una tortilla de patata. Ahora el que no cocina no tiene nada que hacer", asegura el cocinero guipuzcoano.

Y así lleva 35 años. Cocinando para España y aprendiendo del millón y medio de personas que lo siguen todos los días. "Yo pensé que en televisión estaría cuatro o seis meses y mira, aquí seguimos, porque también te digo que antes se acabará el petróleo que las recetas". Una buena prueba de ello es su nuevo libro de recetas, de algunas de las mejores que han pasado por su programa de televisión; "Cocina de diez", su décimo libro con la editorial Planeta. Y lo que queda...