Un Día de los Indecentes para los energúmenos políticos

Madrid

No es que yo sea partidaria de los Días especiales, ya que me parece que, si algunos no son más que pretextos para excitar el consumo, otros, como el Día de la Mujer, o el del Orgullo, o los dedicados a enfermedades, sí merecen nuestra atención, pero durante todo el año.

Ahora mismo le he tomado profunda aberración al día de mañana, llamado de los Inocentes, en conmemoración de los bebés que fueron asesinados por Herodes, según una de las leyendas bíblicas habituales, para librarse del niño Jesús. En verdad, querida gente, las matanzas auténticas que se están produciendo por aquella geografía no me permiten mantenerme con humor para inocentadas.

Ahora bien, para los muy dados a estas efemérides, dispongo de una propuesta alternativa, con fecha a decidir, para que celebremos el Día de los Indecentes. Su objetivo no sería otro que proporcionarles a nuestros energúmenos de la política, a esos seres extremadamente torcidos, aplaudidos y consentidos por las derechas en las instituciones, una ocasión para desahogarse hostiando a voluntarios, de sus propias filas, eso desde luego, previamente disfrazados de rojos y de rompedores de España.

La ceremonia debería desarrollarse en una plaza de toros, y los variados siete machos de la política podrían embestir a sus víctimas con todo tipo de manotazos, botellazos e improperios. Presidirían el acto lo más granado de nuestros equipos gobernantes autonómicos y municipales de cínicos; y el agresor daría, al final, varias veces la vuelta al ruedo, a poder ser de campana. Los abnegados agredidos tendrían que ser recompensados con un jamón y, qué menos, unas entradas para ver a Nacho Cano.

Fijaos que ese día, sí, el Día de los Indecentes, me gustaría verlo por televisión.