El aeropuerto es mi hogar: la vida de los 'sintecho' que habitan Barajas entre viajeros
Son invisibles entre la marabunta de gente que está en tránsito, pero en la Terminal 4 residen decenas de personas saben que allí tienen garantizado el calor, la seguridad y un aseo limpio
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Madrid
Jose Manuel tiene 61 años y es madrileño. Con mucho orgullo de su barrio, Carabanchel: “Allí fui feliz”. Cuando hace ocho años perdió su trabajo y le embargaron su casa se tuvo que echar a la calle. Lleva muy poco tiempo durmiendo bajo el techo de la Terminal 4 de Barajas. Allí, por lo menos, está caliente y seguro de los peligros de la calle.
Durante este fin de semana de Reyes hay programados en los aeropuertos españoles 15.224 vuelos, un 10% más que antes de la pandemia. Muy pocos de esos viajeros repararán cuando transiten por el aeropuerto de Madrid en las decenas de personas sin hogar que lo habitan y que deambulan sin rumbo en un lugar en el que todos tienen un destino. Según el Instituto Nacional de Estadística la población de personas sin hogar aumentó un 17% en la última década. Solo en Madrid hay contabilizadas 4.500, aunque es un censo cuyas cifras están infraestimadas según la Fundación Rais ya que solo se contabilizan aquellos que acuden a los servicios sociales a pedir ayuda. A Jose Manuel no le gusta el ambiente que hay en los albergues que pone a disposición el Ayuntamiento de Madrid dentro del plan de lucha contra el frío, pero "por lo menos duermes caliente y en una cama". Su mayor problema en el aeropuerto es la propia configuración del mismo: "Yo estoy destrozado de dormir en este tipo de sillones. Si te ven extranjero o viajante no te dicen nada. Esto está hecho aposta para que no te tumbes. Eso es la sociedad… yo he hecho las cosas mal, pero la sociedad las está haciendo peor”, concluye con su hilo de voz ronco por el frío". La arquitecta Izaskun Chinchilla, autora del libro 'La ciudad de los cuidados' (editorial Catarata) defiende que muchos de los espacios urbanos de nuestras ciudades no están diseñados para las personas. O peor aún: están diseñados para expulsar a determinados ciudadanos. El reposabrazos que hay en los sillones del aeropuerto de Barajas le impide a Jose Manuel descansar cómodamente cada noche.
Los rostros de la pobreza en el aeropuerto Adolfo Suárez no entienden de edades ni de nivel formativo. Faraid tiene 27 años, es ingeniero y llegó hace apenas cuatro meses de Colombia para tratar de ganarse la vida en España. Después de gastar todos sus ahorros y de no poder trabajar por la dificultad para conseguir los papeles se ha visto abocado a la calle. O al aeropuerto en este caso. Allí duerme cada noche junto a la esquina de un pequeño hotel que hay para ejecutivos en tránsito en el interior de la Terminal 4. Se calcula que 1 de cada 4 personas sin hogar tiene estudios universitarios como él. Esta vida secreta del aeródromo, este barrio clandestino pasa desapercibido entre las prisas de la gente por coger su avión. Ellos son doblemente invisibles: para los viajeros que pasan por el aeropuerto y para las instituciones públicas.
Daniel Sousa
Es redactor en EL PAÍS Audio y colabora en ‘A Vivir que son dos días’ de la Cadena SER. Ganador del...