Crisis de los pellets: los patrones se repiten
Greenpeace denuncia la falta de responsabilidad en el transporte de mercancías potencialmente peligrosas y la respuesta política que quita importancia al desastre ecológico
Cada año se vierten al mar doce millones de toneladas de plástico. A esta cifra se suman ahora los 25.000 kilos de pellets caídos al mar en diciembre por el accidente de un carguero en aguas portuguesas. Uno de los contenedores que perdió llevaba 1.500 sacos de 25 kilos de pellets cada uno. Estas son las pequeñas bolitas de plástico que están llegando a las playas de Galicia y siguen extendiéndose por el Cantábrico impulsadas por las corrientes marinas.
El material es transportado a menudo por vía marítima para ser utilizado como materia prima en la elaboración de plásticos. Por lo tanto, no es la primera vez que termina vertiéndose al mar, aunque este accidente los haya hecho más visibles. Los cálculos de la Unión Europea estiman que se vierten al medio ambiente 160.000 toneladas de pellets plástico al año.
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Si bien las últimas investigaciones indican que en un 90% los pellets vertidos no son tóxicos, el 10% restante, que es la sustancia que los recubre, sí es potencialmente tóxica, sobre todo al desintegrarse. Por eso, además del daño directo al ecosistema, existe el daño potencial de que los microplásticos acaben entrando en la cadena trófica a través del pescado que consumimos. Este tipo de sustancias “ya se han encontrado en sal de mesa y en placentas humanas”, alerta Celia Ojeda, responsable del área de biodiversidad de Greenpeace. “Los pellets de Galicia no van a hacer más que aumentar esta cantidad de microplásticos que pueden llegar a nuestra cadena trófica”.
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Respuesta tardía
La respuesta a la crisis gallega ha estado empañada por el cruce de acusaciones entre el Gobierno autonómico gallego y el nacional. En España existen hasta tres protocolos para actuar ante estos eventos: el autonómico, el nacional, y el europeo. Que el barco tuviera el accidente en Portugal ralentizó la activación de los protocolos españoles que Greenpeace defiende que deberían ser más rápidos. Ojeda lamenta que tras la tragedia del Prestige no hayamos aprendido a dar una mejor respuesta. “Estamos viendo un mismo tipo de pimpón político en el que nadie se está remangado”, critica, mientras las consecuencias ambientales son “catastrófocas”.
“Necesitamos que se actúe mucho más rápido ante el aviso de que ha habido un contenedor que se ha volcado. Tendríamos que haber estado preparados para tener equipos de limpieza profesionales que estuvieran controlando la llegada de pellets a las costas”, insiste la portavoz. Y que, independientemente de a quién corresponda actuar, “que los colores políticos no manchen el medio ambiente”.
Ojeda echa la culpa también al tráfico marítimo y al sistema económico basado en un consumo desmesurado de plásticos que contribuye al riesgo de este tipo de accidentes.
El largo viaje hasta el origen de los pellets
En esta catástrofe se repiten algunos patrones del antecedente del vertido del Prestige en Galicia: una maraña de empresas y banderas de conveniencia encargadas de transportar estas cargas potencialmente dañinas para el medio ambiente.
El buque Toconao que transportaba los pellets hacía un trayecto entre Alemania y el puerto marroquí de Tánger cuando perdió parte de la carga a la altura de Viana do Castelo, en Portugal. Construido en Rumanía, llevaba bandera de Liberia, país de matriculación de muchos barcos porque es más barato, como explica el periodista de la Cadena SER Javier Ruiz Martínez, y está gestionado por una empresa establecida en un paraíso fiscal en Bermudas que, a su vez, tiene otra gestora, la empresa chipriota Columbia Ship Management, la que probablemente sea la verdadera propietaria del barco.
Pero también está implicada la multinacional danesa del transporte A.P. Møller-Mærsk, una naviera con más de mil barcos a su servicio de manera directa y que transporta millones de toneladas por todo el mundo diariamente. Opera el barco Toconao bajo la fórmula del ‘time charter’ desde el año 2021 y por un periodo de 40 meses. Es decir, que subcontrata a la otra empresa para que haga los viajes.
El entramado de empresas se amplió todavía más cuando la Xunta de Galicia trataba de saber qué tipo de pellets habían caído al mar. Al buscar al fabricante de la carga para saber su composición se investigaron los sacos que llegaron a la playa. En algunos de sus fragmentos se podía leer el nombre de la empresa polaca Bedeko Europe. Ésta niega ser la propietaria del material perdido y no asume ninguna responsabilidad por el daño resultante del vertido. Y señala a otra empresa en la India: Coraplast. Éste es el origen de las bolitas de plástico, según recogen los papeles de la Xunta de Galicia, aunque Bedeko y Coraplast tienen una relación de trabajo conjunto, según indica la página web de ambas.
“Estoy viendo patrones repetitivos en la naviera, incluso en la propia respuesta política, o patrones repetitivos de quitarle importancia”, dice Ojeda comparando el Prestige con el reciente vertido de pellets. “No podemos seguir transportando mercancías potencialmente peligrosas y que no haya una mayor responsabilidad”, de manera que se puedan prevenir los accidentes.