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Davos, cumbre de la desigualdad

Mientras las personas más ricas y poderosas del mundo se reúnen en Suiza, un nuevo informe de Oxfam apunta a que la desigualdad sigue creciendo en el mundo

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Madrid

En un mundo donde la riqueza se acumula a velocidades inimaginables, la brecha entre los más ricos y los más pobres alcanza proporciones alarmantes. El último informe publicado por Oxfam, en el que se analiza el avance de la desigualdad en el mundo, revela que los cinco hombres más ricos del planeta han visto cómo sus fortunas se duplicaban en tan solo tres años. Saltando de los 405.000 millones de dólares que tenían en 2020 a los descomunales 869.000 millones que acumularon el año pasado. Elon Musk (Tesla, SpaceX), Bernard Arnault (LVMH), Jeff Bezos (Amazon), Larry Ellison (Oracle), y Mark Zuckerberg (Facebook/Meta) son los cinco nombres que coronan la clasificación. En ocasiones es difícil concretar o ponderar bien qué significan estas cantidades ingentes de dinero. Si se desglosa esta impresionante suma, cada uno de estos magnates tendría que gastar un millón de dólares al día durante 476 años para agotar su fortuna, es decir, necesitarían emplear casi medio milenio.

Como un espejo, la ganancia de unos pocos, refleja una disminución de la riqueza para la mayoría del resto del mundo. Mientras estos cinco hombres experimentaban un aumento en su riqueza, el 60% más pobre de la población global, casi cinco mil millones de personas, se suman, cada vez más, en la pobreza. Vivimos en la “era de la desigualdad”, donde el dinero genera más dinero, donde tener trabajo no significa librarse de la pobreza y la pobreza se afianza como un problema crónico.

El informe proyecta un sombrío panorama: erradicar la pobreza podría llevarnos 229 años si la tendencia actual persiste. Sin embargo, la paradoja es palpable, ya que se pronostica que en menos de una década, tendremos un individuo con una fortuna equivalente al PIB de toda España. Según sus análisis, en España, el 1% más rico posee el 22% de la riqueza nacional. Mientras, el 50% de los hogares más pobres apenas alcanza el 8%, lo que subraya la brecha económica que divide al país. Sobre el estudio y sobre la posibilidad de seguir desarrollando un impuesto a esas grandes fortunas hemos hablado con Íñigo Macías, responsable de investigaciones de Oxfam Intermón: “Es una de las maneras con las que conseguiríamos nivelar y para llevar a cabo una serie de políticas que de alguna manera impidiesen que se reprodujese esa desigualdad. Hay que mejorar ese impuesto a los beneficios de las empresas, esos beneficios extraordinarios que han tenido muchas empresas, especialmente en el sector energético y en el sector bancario, en España. Venimos de una pandemia que se agudizó con una crisis de coste de vida con ese fuerte aumento de precios. Esa factura la pagaron principalmente las personas trabajadoras con un salario que no ha crecido con la misma intensidad con la que ha crecido los precios”.

Las conclusiones del informe no se limitan a la disparidad entre individuos; también revelan que siete de las diez mayores empresas del mundo tienen a un billonario como propietario. Además, el valor combinado de las diez empresas más grandes supera el PIB de África y Latinoamérica juntos.

Es importante revertir la tendencia

Ante este escenario, se plantea la necesidad urgente de políticas fiscales de redistribución. La propuesta es clara: no todos deben pagar más impuestos, pero aquellos que poseen fortunas descomunales pueden y deben contribuir más, incluyendo el gravamen de emisiones para abordar la crisis climática. Contaminar también se ha vuelto una cuestión de clase, porque quienes más riqueza acaparan, más dióxido de carbono generan, con su modo de vida y sus desplazamientos, en aviones privados.

El análisis se extiende a las empresas energéticas y bancarias, que han experimentado un aumento exponencial en sus beneficios sin traducirlo en un aumento proporcional en las contrataciones. Los sueldos de los ejecutivos han crecido un 45% en tres años, mientras que los salarios de los empleados apenas han aumentado un 9%, lo que conlleva que un trabajador de estas empresas necesitaría 91 años para ganar lo que su primer ejecutivo gana en un solo año.

La conclusión es inequívoca: se requieren políticas fiscales efectivas para abordar la creciente desigualdad. No es solo un problema entre individuos, sino también una disparidad empresarial que amenaza a la estabilidad económica global. La urgencia de tomar medidas se hace evidente, ya que el futuro sostenible de nuestra sociedad depende de revertir esta “era de la desigualdad”.

 
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