La joya de la corona

La sanidad pública fue durante décadas la joya de la corona del sistema de bienestar español. Encuesta tras encuesta, la mayoría decía sentirse orgulloso de su funcionamiento y universalidad. Otras cosas podrían ir mal, pero el médico de cabecera (mejor dicho, la médica de cabecera, puesto que las mujeres eran, y son, mayoría) siempre estaba al alcance para disipar una preocupación, poner los primeros tratamientos y dar ánimos. Y el hospital funcionaba como un reloj. No había goteras, las enfermeras se dejaban ver continuamente y los especialistas eran excelentes.

Todo eso se está yendo al garete y la sanidad se ha convertido en la segunda mayor preocupación, tras los temas económicos, de los españoles, según el último barómetro del CIS. Conste que ese deterioro es responsabilidad directa de los gobiernos autonómicos porque son ellos quienes tienen atribuida la responsabilidad. Y conste que están casi más preocupados los estudiantes que los jubilados, y que los agricultores encabezan la lista. Claro que el índice de preocupación de los directores y gerentes también sube, quizás porque los servicios privados a los que recurren gracias a su capacidad adquisitiva también empiezan a deteriorarse y a retrasar semanas la citas. Si funciona mal la sanidad pública, termina por funcionar mal también la privada, que acepta nuevos socios sin aumentar el número de médicos.