Sandra Hüller, la actriz de año: "Los nazis no eran robots ni animales, eran seres humanos que fueron capaces de hacer todo eso"
La alemana es la actriz de la temporada gracias a 'Anatomía de una caída' y a su papel de mujer nazi en la soberbia 'La zona de interés', la película de Jonathan Glazer
Madrid
Este es el año de Sandra Hüller. Actriz alemana que protagoniza dos de las mejores películas europeas de la temporada de premios. "No es la razón por la que elegí esta profesión, porque cuando decidí que quería ser actriz no tenía ni idea de todo esto. Es más, cuando rodé mi primera película no sabía ni lo que era la Berlinale. Yo simplemente quiero actuar y si a la gente le gusta mi trabajo, pues genial. Toda mi carrera, en especial este año, ha sido una especie de exploración, como un experimento y un aprendizaje sobre la naturaleza humana. Eso es lo que me interesa, que mi trabajo sea como una especie de análisis sobre la humanidad", nos dice en una entrevista en la Cadena SER desde Los Ángeles. Allí pasará toda la temporada de premios, donde es una de las grandes favoritas por dos papeles.
Por un lado, ha conquistado a los espectadores con su papel en Anatomía de una caída, la película con la que la directora francesa Justine Triet ganó la Palma de Oro. En ella interpreta a una escritora borde, una mujer que no pide permiso para nada y se encuentra con que eso la convierte en la principal sospechosa del asesinato de su marido. Por otro, interpreta uno de los personajes más difíciles que pueda existir para una actriz alemana, el de la mujer de un nazi, pero no uno cualquiera, el gerente de Auswicht en La zona de interés, película de Jonathan Glazer, segundo premio en Cannes por cierto, que llega a los cines la próxima semana. De hecho, cuenta Jonathan Glazer que tuvo que convencerla para el papel, pues no quería que se fetichizara esa parte de la historia de su país. "No se trata de entender a una nazi, sino de entender por qué se comportaba así. Era alguien que sabía lo que ocurría allí, en el campo de concentración, y que se las apañó para ignorarlo, anteponiendo su propia vida a la de millones de personas. Ese fue el esfuerzo para entrar en el personaje", explica la actriz.
Surgida de las filas del teatro berlinés, a finales de la década de los noventa, esta actriz nacida en un pueblo de 7.000 habitantes, en Suhl, en Turingia, en 1978, ha demostrado que puede imprimir naturalidad, verdad y carisma a sus personajes, virando de la comedia, al thriller o al drama. "Empecé en una escuela de teatro con 18 años y he seguido trabajando desde entonces. Empecé en una escuela de teatro con 18 años y he seguido trabajando desde entonces. También he tenido que alimentar a mi familia. Intento elegir papeles, pero no me arrepiento de ninguno de los que he elegido y de los que he hecho. Puede que a veces no haya salido bien, pero es a lo que me dedico". Sin embargo, cuesta ver su filmografía y pensar que ha cometido errores al elegir los papeles o al interpretar a sus personajes.
La descubrimos en Amor fou (2014), película de la directora austriaca Jessica Hausner y después nos maravilló en el Festival de Cannes con Toni Erdmann, comedia de la alemana Maren Ade, donde interpretaba a una ejecutiva gris con una curiosa relación con su padre. Antes de esto Requiem (2006), con la que ganó el premio a la mejor actriz de la Berlinale, gracias a su papel de una chica epiléptica destruida por el fanatismo religioso y la ignorancia de su entorno. En Anatomía de una caída apenas habla alemán para interpretar a una escritora germana, principal sospechosa de la muerte de su marido. En La zona de interés ha tenido que revivir el pasado común de un país que todavía duele revivir. "Como alemana sentía la responsabilidad de retratar o encarnar, de hablar por esta mujer. Nunca me sentí muy familiarizada con ella, pero al mismo tiempo sentí que no había una forma real de hacerlo bien".
El británico Jonathan Glazer adapta la novela de Martin Amis sobre la relación de un matrimonio que viven al otro lado del muro de ese campo de concentración. Está tan contado ese infierno en el cine y la literatura, que la decisión del director británico es quedarse fuera y contar el día a día de la familia de ese comandante alemán, que dirigió el campo, ahorrando recursos y manteniendo las consignas del régimen de Hitler. La película no muestra lo que ocurre dentro, pero deja que escuchemos, como escuchaba esa familia, todo el horror. Se centra en los verdugos y los recrea como personas normales y corrientes, como nuestros vecinos, como nosotros.
"No era un guion obvio", reconoce la actriz. "Simplemente describía a una pareja en su casa y en su jardín, que no ve lo que hay detrás del muro. El guion no lo mencionaba", insiste Huller que ha compuesta a una madre de familia, que asciende de posición económica con el nuevo puesto de su marido. Presume de su nuevo abrigo de pieles ante las amigas y enseña la casa en un tour a su madre, que ha venido a visitarles y que no aguanta allí ni dos noches. "Ella solo habla de su paraíso, que es su casa, pero nadie habla de la violencia, quizá algo se menciona de la guerra. Es alguien que no se preocupa por su propio mundo, solo por su ego y sus posesiones. Creo que incluso sus hijos son simplemente cosas en su vida que ella puede poseer y que representan una imagen determinada hacia el exterior", añade sobre el personaje.
El resultado es una incomodidad tremenda en el espectador generada por el fuera de campo, por el sonido y casi por el olor. "Fue algo de lo que hablamos mucho. Y tiene que ver con la extraña cercanía de los personajes a nuestros propios mundos. La elección de la conveniencia antes que abrir los ojos a lo que pasa, la conveniencia antes que la conciencia. Creo que debería ser una advertencia para todos", cuenta la actriz sobre cómo encararon esta película.
La zona de interés es una brillante forma de contar el Holocausto, diferente a otras películas, sobre todo, las del cine americano, que ha insistido en retratar a los nazis como monstruos sin sentimientos, obviando las magníficas crónicas de Hannah Arendt sobre el juicio de Eichmann. Siempre es más fácil caricaturizar la maldad que admitir que vive entre nosotros, que esa familia podría ser la nuestra. "Esas personas no eran robots, no eran animales, eran seres humanos que fueron capaces de hacer todo esto. Esta película me ha enseñado que es algo que puede suceder fácilmente, porque tiene que ver con elegir ponerse a uno mismo en primer lugar y olvidarse de pensar en los demás. Es un tipo de pensamiento egocéntrico en el que tú solo quieres aquello que crees que mereces, y apartas a todos y a todo de tu camino. Es el pensamiento capitalista".
De hecho, a pesar de los años, seguimos copiando la dinámica de esa familia, de eso hablaba Martin Amis en su novela, y de eso habla Glazer que intercala vario segundos de planos en negro, de nuevo ocultando el horror, con música chirriante, compuesta por Mica Levi. Glazer conecta con la actualidad. Con esos museos de la memoria, donde las trabajadoras de la limpieza se encargan de dejarlos impolutos para que gente de todo el mundo vaya a contemplar los restos del horror y las influencers, como decíamos, hacerse el selfie correspondiente. "Creo que nos dice que, en realidad, miramos hacia otro lado todos los días. Desviamos la mirada de los horrores del mundo, de las guerras del mundo, del terror del mundo. Es algo que hacemos. Sólo que en nuestro caso, el muro no está justo al lado de nuestro jardín. Quizás está en la frontera".
Conecta con el momento actual, con guerras sin sentido en Gaza y Ucrania. En los Premios del Cine Europeo, celebrados en Berlín el pasado diciembre, la actriz, que ganó aquella noche, pidió un minuto de silencio por todas las guerras. "Creo que es también una película sobre las decisiones que tomamos. Mientras hacía este trabajo y me convertía en esta persona, descubrí que convertirse en un fascista no es algo que sucede de repente, que te despiertas por la mañana y te sientes así. Lo que eliges es que no te importe nada, ponerte a ti mismo en primer lugar. Eliges ser mejor que nadie. También es una forma de pensar capitalista", insiste Hüller.
Glazer escondió por el plató numerosas microcámaras, lo que permitía a los actores libertad en sus movimientos a la vez que les obligaba a permanecer dentro de sus personajes durante cuatro semanas del verano de 2021. "Hubo mucha confianza con el director y con mis compañeros de reparto", sobre todo con Christian Friedel, el actor que interpreta a Rudolf Hoss, cuyas memorias publicó Primo Levi para mostrar cómo ocurrió el horror. Confianza para sabe que las cámaras estuvieran haciendo su trabajo. La responsabilidad era únicamente estar presente en cada momento, y no decidir en qué ángulo estar o qué mostrar. No podías controlar nada, solo tu propio trabajo, tu interpretación y eso ha sido un aprendizaje muy importante", cuenta sobre la manera de rodar, justo al lado de Auschwitz.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...