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Manuel Vicent: "La máxima felicidad no es beberse un gin tonic, sino pedirlo"

El escritor y columnista ha repasado su trayectoria, los sucesos que le marcaron y su idea de la felicidad y el placer

Manuel Vicent: "La máxima felicidad no es beberse un gin tonic, sino pedirlo"

Madrid

Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 1936) es la mirada, la cita obligada de los domingos en la última de El País; el que es capaz de visualizar la belleza en mitad de la corrupción o ver marchitar lo mejor de nosotros en la hecatombe de la destrucción. Es el recuerdo de una bicicleta BH en la infancia o los días en la playa, el último desayuno "que siempre tiene dos vías, el aroma del café o la primera página del periódico; hay que saber elegir". O quien a pesar de nacer en Castellón, descubrió el Mediterráneo en el Café Gijón de Madrid, "porque siempre creamos lo que perdemos".

Es también el cronista de todas las Españas que ha vivido. El analista que ha conocido, retratado y entrevistado a las figuras más brillantes de su tiempo. "Cuando estaba en el Congreso de los Diputados conocí a todos los políticos. Y la que mayor impacto me produjo fue Pasionaria, pero no por ser ella, sino porque yo de niño escuchaba alrededor de mi familia y amigos, en pleno franquismo de los 40, que Pasionaria era una loba con los colmillos ensangrentados", relata.

"Y he aquí que en el año 77, esa loba vino a Madrid y unos días después en una reunión de progres le hice una paella. Una paella que me salió fatal, por cierto y que ella se comió. Lo que me impactó fue el momento de echarle el arroz, cuando me vino la imagen de loba de colmillos ensangrentados. Pensé -rememora el escritor- si mi familia supiera que le estoy haciendo una paella a la loba, no se lo podrían creer". Pero, asegura, "huella, lo que se dice huella, no me la dejaron los políticos, sino seguramente el maestro que me enseñó a leer y el viejo marino que me enseñó a navegar a vela".

Manuel Vicent: "Descubrí el Mediterráneo en el Café Gijón"

También es Vicent un gran sinónimo de alegría y de felicidad. "La felicidad es que no te duela nada, que las personas de tu alrededor estén bien y te sonrían. Y luego la felicidad también es que en abril, cuando estás en la cama alargues la pierna hacia la parte más fresca de las sábanas mientras cantan los mirlos. Y ya si quieres atornillar la cosa, recordar los tiempos de la juventud cuando alargabas esa pierna y te encontrabas otra propicia, mientras cantan los mirlos".

Sostiene Vicent que la felicidad va por días. Igual que hay alcohólicos de tarde, los hay de todo el día y recuerda: "En el Café Gijón, el momento de mayor felicidad no era cuando bebías tu gin tonic, sino cuando lo pedías, exactamente cuando el camarero obedecía a esa necesidad imperiosa y le veías trayéndolo".

El autor de Son de mar también ha reflexionado sobre el paso del tiempo. "Esa sensación cuando alguien pregunta por alguien y le contestan 'Hace mucho tiempo que no viene'. El paso del tiempo también es -dice Vicent- cuando te das cuenta de que te sobra la noche y los lugares en los que ya has estado y, sin embargo te interesan las cosas pequeñas. Todo placer debe ser barato, posible y quedar, sin segundas intenciones, al alcance de la mano".

Sergio Castro Salillas

Redactor y guionista en la SER desde 1996. Estuvo...