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Edith Bruck, superviviente del Holocausto: "Cuando un chico de 26 años le dio un bofetón a mi padre, de 48, entendí que estábamos acabados"

Edith Bruck pudo sobrevivir al calvario que vivió en Auschwitz con 13 años, pero nunca más volvió a ver a sus padres

Edith Bruck, superviviente del Holocausto: "Cuando un chico de 26 años le dio un bofetón a mi padre, de 48, entendí que estábamos acabados"

Edith Bruck, superviviente del Holocausto: "Cuando un chico de 26 años le dio un bofetón a mi padre, de 48, entendí que estábamos acabados"

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Madrid

Edith Bruck se dio cuenta de que era libre cuando volvió a sentir vergüenza, cuando no quería que la vieran desnuda los soldados que liberaron el campo de concentración de Bergen-Belsen, en Alemania. "Delante de los alemanes nunca sentí vergüenza y eso que estuve mil veces desnuda delante de ellos. Creo que es por cómo nos trataban. Yo no sentía que eran seres humanos. Yo, con 13 años, les miraba como si fueran extraterrestres"

Edith Bruck vivía en un pequeño pueblo en Hungría, hasta que irrumpieron en su casa en 1944: "Es muy doloroso porque eran fascistas húngaros. Eran tus vecinos. Era gente que conocías. Uno dio una bofetada a mi padre y ahí entendí que se acababa todo. Que un chaval de 26 años le diera un bofetón a mi padre de 48 era inimaginable. Nos insultaron en nuestro idioma y pisotearon las medallas que tenía mi padre de la Primera Guerra Mundial. Le dijeron: "Esto y tu vida ya no valen nada". Con 92 años, le cuesta contener la emoción cuando recuerda esa escena que ha revivido durante años. Edith Bruck se instaló en Italia, donde conoció a Primo Levi. Fue el escritor italiano, también superviviente del Holocausto, el que la animó a escribir, a contar lo que vivió. No ha dejado de hacerlo y sigue yendo a colegios italianos a explicar la crueldad perpetrada por los nazis.

De su pueblo, les mandaron a un gueto. Después, vino el tren que les llevaría a Auschwitz. Ahí, llega otra escena que refleja la crueldad del nazismo: "Uno de los soldados nos lanzó un cubo y con muchísima ironía nos gritó 'Bon voyage'. Luego supimos que ese cubo era para hacer nuestras necesidades. Y ese cubo viajó con nosotros hasta Auschwitz". A partir de ese momento, Edith, que apenas tenía 13 años, buscó "episodios de luz", destellos de humanidad. Y los encontró. "Cuando llegamos, solamente escuchaba las palabras 'derecha' e 'izquierda'. Me mandaron a la izquierda con mi madre. Pero un soldado alemán se acercó y me dijo en voz baja: "Vete a la derecha". Yo le dije que no quería. Mi madre le suplicó que nos dejara juntas. No sabíamos que era la cola para la cámara de gas. El soldado la golpeó y me llevó a rastras a la otra fila. Era la de los trabajos forzados. Yo creo que quiso darme una mínima oportunidad para sobrevivir", cuenta Bruck.

En su calvario, encontró gestos que le hacían pensar que debía tener esperanza. Un soldado nazi le lanzó una fiambrera llena de mermelada. Otro, le tiró un guante con un agujero. Su historia conmovió al Papa Francisco que le preguntó que vio en ese agujero de ese guante. "En ese guante vi vida, vi esperanza", le contestó Bruck.

A medida que avanzaban las tropas aliadas, los nazis trasladaban a los prisioneros a otros campos. Eran las marchas de la muerte, largas caminatas que tuvieron lugar en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Ella acabó en un campo pelando patatas y en la cocina, un hombre que no tenía nada que ver con las SS le preguntó cómo se llamaba. "Eso quería decir que yo era una persona, que yo no era el número 11.152 que llevaba en el brazo. Yo tuve miedo, pero este hombre se me acercó y me dijo: 'Es que yo tengo una hija como tú'. Y me regaló un pequeño peine para los dos centímetros de pelo que yo tenía.

El dilema de su vida

Cuando terminó la guerra, ella y su hermana tuvieron el dilema de su vida. "Cinco fascistas húngaros que habían apoyado los nazis nos suplicaron que les ayudáramos a volver a casa clandestinamente y les ayudamos en el camino. Compartimos con ellos pan y chocolate. Ese fue uno de los momentos más intensos que yo he vivido espiritualmente. Yo estaba tratando como un amigo a alguien que podía haber matado a mi padre". La decisión no fue fácil y discutió mucho con su hermana, pero lo hicieron porque pensaron que quizás, así, esas personas nunca volverían a maltratar a un judío.

Edith Bruck cree que todavía hay antisemitismo y que va a más por la guerra en Gaza. "Yo desde pequeña he escuchado el 'vosotros, los judíos', 'vosotros, los judíos'. Si uno es un ladrón, todos ladrones, no. Netanyahu no piensa que con su reacción nos perjudica a todos los judíos del mundo. Él actúa con su equipo en lugar de buscar la paz a toda costa. Y ya sería hora. Todos se vengan. Y todos matan"

De la familia Bruck, solamente sobrevivieron tres de los seis hermanos. Edith nunca volvió a ver a sus padres.

Marisol Rojas

Marisol Rojas

Trabaja en la Cadena Ser desde 2007. Empezó madrugando en Hoy por Hoy y ahora trasnocha en Hora 25....

 
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