Solito
"Tiene una palabra homógrafa cuyo significado cambia radicalmente con una simple tilde, sólito, que nos remite a lo que suele pasar, a lo frecuente, algo que se aleja del viaje insólito que emprendió este hombre con solo nueve años"
Solito
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Madrid
La historia de Javier Zamora nos permite adentrarnos hoy en este diminutivo, solito, que tiene una palabra homógrafa cuyo significado cambia radicalmente con una simple tilde, sólito, que nos remite a lo que suele pasar, a lo frecuente, algo que se aleja del viaje insólito que emprendió este hombre con solo nueve años. Ese sufijo –ito ha permitido a la química nombrar ácidos como el sulfito o minerales como el grafito. El que nos ocupa nos llegó del latín, -ittus, y con él formamos palabras que tienen valor diminutivo o afectivo, no como el sufijo –ucho, con el que construimos términos generalmente despectivos.
El sufijo –ito es una pieza polivalente. Con ella nos referimos a lo que es objetivamente pequeño, un pisito, por ejemplo. También nos sirve para construir eufemismos: si de un niño decimos que es gordito y feíto, normalmente está gordo y es feo. También nos sirve de autoengaño dietético poco eficaz, porque cuando decimos que hemos comido un cocidito, unas morcillitas o hemos tomado unas cervecitas, quien nos escucha piensa en un cocido, unas morcillas y unas cervezas en toda regla. Y sí, nos sirve para subrayar afectos cuando al pequeño lo llamamos pequeñito o al hermano, hermanito. A veces, como es el caso que nos ocupa, el diminutivo destila conmiseración, compasión, lástima, aunque es sólito que estos sentimientos hacia el solito duren después muy poquito.