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Solo en casa: desde qué edad es legal (y conveniente) que los menores estén sin adultos

Los horarios laborales y las múltiples actividades hacen que muchos padres y madres se planteen cuándo es correcto o legal que sus hijos menores se queden solos en casa

Los horarios laborales y las múltiples actividades hacen que muchos padres y madres se planteen cuándo es correcto o legal que sus hijos menores se queden solos en casa / Westend61

Los horarios laborales y las múltiples actividades que absorben a los padres y madres de familia fuera del hogar hacen que muchos se planteen esta pregunta: ¿cuándo es correcto, o incluso legal, que mi hijo o hija se queden solos en casa?

Responderla requiere tener en cuenta la legislación vigente, pero sería insuficiente quedarse solo en esos datos. Es preciso ir más allá, y plantearse otras cuestiones, en el campo educativo y de las relaciones familiares, que ayuden a los padres y madres a tomar las decisiones adecuadas.

Los mínimos marcados por la ley

Aunque los expertos recomiendan que el momento “solo en casa” no llegue antes de los nueve o diez años, la ley no es tan clara. La ley española, por ejemplo, no establece una edad mínima para que los padres puedan dejar legalmente a sus hijos menores solos en casa. El Código Civil se limita a establecer lo que se denomina “situación de desamparo”, que es aquella que se produce por el incumplimiento de los deberes de protección de menores, quedando estos privados de la necesaria asistencia moral o material.

Por su parte, el artículo 229 del Código Penal sanciona el abandono de un menor con la privación de libertad, la cual se agrava cuando se ha puesto en peligro la vida o la salud del menor. Llama la atención que en cambio la reciente ley del bienestar animal haya determinado con bastante detalle el tiempo que no se puede dejar sola a una mascota.

Los niños de la llave

La realidad es que el informe sobre Accidentes en la población infantil española señala que el 9,1 % de los menores de 12 años se quedan solos en casa. Y de ellos, un 5 % tiene menos de cuatro años. Un informe de la ONG Educo calculaba que en España había en 2017 más de medio millón de niños de entre 6 y 13 años solos en sus casas durante largos espacios de tiempo.

Se les conoce como “los niños de la llave” y su número ha ido en aumento de forma alarmante en los últimos años. Se les llama así porque disponen de una llave para entrar y salir de casa. Salen del colegio y nadie les espera a la salida. Se dirigen solos a su casa para pasar allí la tarde. ¿Por qué? La razón por la que estos niños están solos no siempre es el desamparo o la negligencia: el informe de Educo afirma que las razones de esta situación pasan por una situación económica y laboral de precariedad con escaso apoyo familiar y social.

Un problema en todo el mundo

España no es el único país afectado por este problema, niños de todo el mundo han de enfrentarse a la soledad de las tardes en casa o al cuidado de hermanos pequeños mientras sus padres trabajan. Una encuesta publicada por Afterschool Alliance (America After 3 PM) revelaba que en 2022 casi 7,7 millones de escolares estadounidenses pasaban las tardes solos.

Resultan también preocupantes los problemas psicológicos y afectivos que puede generar esta situación. De hecho, los niños y niñas se resienten sobre todo de la soledad y del aburrimiento, llegando a tener la sensación de que importan poco a sus padres, o incluso de que no les quieren.

El valor del tiempo compartido con los hijos

Ante esta realidad, donde algunos niños y niñas se enfrentan a una soledad y responsabilidad prematuras, es esencial no solo reflexionar sobre las exigencias legales mínimas, sino también reconocer el tiempo compartido entre padres e hijos como una auténtica inversión en su bienestar emocional, construyendo vínculos sólidos, así como habilidades sociales que tienden a perdurar lo largo de su vida. Este tiempo compartido no solo impacta en la seguridad y el afecto recibido, sino que también parece tener un impacto positivo en los resultados académicos.

No obstante, al abordar la cuestión del tiempo, hemos caído en la tentación de pensar que solo el tiempo de calidad es aquel verdaderamente importante. Aquel tiempo donde proyectamos nuestra atención al otro: el momento del cuento, del baño, del masaje antes de ir a dormir, o de una conversación con cierta relevancia.

Si bien es innegable que el tiempo de calidad es crucial, los expertos nos advierten que no debemos menospreciar la cantidad de tiempo que pasemos con ellos, en su presencia. De hecho, este tiempo es fundamental. El tiempo de cantidad es aquel en el que estamos disponibles en casa para nuestros hijos, aunque no estemos interactuando directamente con ellos. Es estar ahí, simplemente.

El psicólogo británico americano Michael Lamb, en su influyente libro sobre la paternidad, ya indicó que la involucración parental tiene tres grandes dimensiones:

  1. La disponibilidad (cantidad de tiempo).
  2. La interacción (calidad de tiempo).
  3. Y la responsabilidad (ser garantes últimos del desarrollo y protección de nuestros hijos).

Por lo tanto, y aun siendo cierto que las familias sufrimos una falta de tiempo que nos lleva a dar prioridad al tiempo de calidad, debemos recuperar la idea del tiempo de cantidad.

Una reflexión conjunta

Son muchos los riesgos y pocas las políticas que ayudan a conciliar a familias, especialmente aquellas con bajos recursos. No obstante, es necesaria una reflexión política, social y familiar para evitar las posibles consecuencias de la realidad de los “niños de la llave”.

Nosotros proponemos que, al tiempo que seguimos investigando sobre el posible impacto psicológico y afectivo que estar solos puede causar en estos niños (pues comprendiendo los efectos podemos desarrollar intervenciones más específicas), como sociedad reflexionemos de manera profunda sobre esta nueva realidad.

Mientras esto sucede, tenemos la oportunidad de revalorizar la parte cuantitativa del tiempo en familia. A pesar de las limitaciones de tiempo de las familias actuales, es importante recuperar la importancia del estar ahí aunque no sea con atención completa. La disponibilidad de los padres y padres para sus hijos, incluso cuando no hay interacción directa, es esencial en la construcción de vínculos sólidos.