La taquígrafa más veterana del Congreso se jubila: "Valgo más por lo que callo que por lo que he escrito"
La taquígrafa Ana Rivero se ha asomado a 'La Ventana' para hablarnos de su trabajo en el parlamento durante casi cinco décadas

La taquígrafa más veterana del Congreso se jubila: "Valgo más por lo que callo que por lo que he escrito"
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Este viernes se cumplirán 43 años desde que el teniente coronel Antonio Tejero irrumpió en el Congreso de los Diputados para cortar la sesión de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo, con aquellas palabras, "quieto todo el mundo" y aquellos disparos que forman hoy parte de nuestra memoria democrática.
Hay casos, no obstante, en que esa 'memoria' nacional también es forma parte de los recuerdos de unas personas, las pocas que estuvieron allí aquel 23 de febrero. Una de ellas era Ana Rivero, que este lunes, al asomarse a La Ventana, ha confesado que aún le "tiemblan las manos" cuando escucha las grabaciones de aquella tarde.
La semana pasada asistió a la que fue su fiesta de despedida de un oficio, el de taquígrafa del Congreso, que ha realizado desde que tenía 18 años, asistiendo a todos los encuentros y desencuentros que, a la postre, han marcado el devenir de nuestro país. Sobre el 23-F, ella ha recordado como cuando intentó entrar "había un guardia civil en la puerta que me dijo 'si entra usted, no sale". Ella quiso saber qué es lo que ocurría, y la respuesta del agente fue que había "etarras en las tribunas".
Por ello, se fue a una sala donde trabajaba habitualmente junto a sus compañeros y allí varios guardias "cortaron todo tipo de comunicaciones". "Cuando sonaron los disparos", ha recordado, "pensé que mis compañeros habían muerto". En aquel momento, se sintió profundamente triste: "Pensaba 'qué poco tiempo nos ha durado la democracia".
Afortunadamente, Rivero ha vivido también momentos maravillosos y ha explicado los matices de una profesión que hoy, por los avances tecnológicos, se conoce menos. Al respecto, ella ha destacado que "el verdadero trabajo empieza una vez que se tiene el texto". Esto es así porque el escrito siempre puede contener "contradicciones", que van desde errores cometidos por el propio político hasta fallos intencionados: "Cuando hay un mínimo de duda, siempre tenemos que recurrir al orador".
Y es que, en cierto modo al igual que para la ciudadanía, el taquígrafo nunca se sabe cuándo el político está diciendo, realmente, lo que quiere decir. "Esto me viene a cuento por el lenguaje inclusivo", ha puesto Rivero de ejemplo. "Cuando un diputado dice 'nosotras' tiene intención, una intención política que hay que respetar".
Al final, ella lo ha explicado mejor que nadie: "El parlamento refleja lo que es la sociedad con el lenguaje". Tan es así, que Francino ha querido saber cómo ha vivido ella desde dentro la radicalización del discurso. "Cada vez veo que vamos a peor: más bronca, más controversia...", se ha quejado Rivero, aunque ha reconocido que "la controversia es buena, siempre y cuando se respete al contrario".
De este modo, ella ha podido, y debido, escuchar y transcribirlo todo, siempre con la seguridad de que una parte imprescindible de su trabajo es un "saber estar". De hecho, cuando se le ha preguntado si valía más por lo que había escrito o por lo que callaba, ella no ha dudado: "Por lo que callo". Ella es funcionaria y le da igual "quién hable". "Yo intento hacerlo lo mejor que puedo", ha resumido ella. Como prueba, la transcripción de la tarde del 23 de febrero de 1981, la cual termina de este modo: "Conmina a todos a tirarse al suelo y suenan ráfagas de metralleta. Queda interrumpida la sesión".




