Dinosaurio

Madrid

Poblaron la tierra durante millones de años, sus restos fueron apareciendo en la edad contemporánea y fueron nombrados hace menos de dos siglos, en 1842, por el paleontólogo inglés Richard Owen, con un neologismo construido a partir de dos piezas griegas: deinós, terrible, y sauros, lagarto. Así que un dinosaurio era, literalmente, un lagarto terrible. A la familia se incorporaron, bautizados también en griego, quienes nadaban como un pez, ictiosaurios y quienes podían volar, pterosaurios.

La palabra no entró en nuestro diccionario hasta 1936, junto al nombre de un tipo de dinosaurio, el diplodocus, que la RAE castellanizó en diplodoco, pero los hablantes decidieron llamarlo con el nombre latino. Diplodocus llegó al diccionario en 2001, ocho años después del estreno de Parque Jurásico. Aparte de nombrar a estos animales prehistóricos, dinosaurio pasó a la lengua coloquial para nombrar no a una persona terrible, ni imponente, sino veterana y que tuvo relevancia en el pasado. Por si no queda claro, la RAE propone como sinónimos los términos carroza, carcamal y reliquia. Y, siguiendo la senda, más recientemente la usamos para referirnos despectivamente a quien ha quedado anticuado, especialmente en el uso de las nuevas tecnologías. Y no quiero hurgar en la herida, pero nos quedan dos telediarios para que alguien se refiera a nosotros así, si no lo hacen ya...