"Es una falta de solidaridad decepcionante": Garrido, sobre la presencia de 5 diputados en la defensa de la ley ELA de Unzué
El editorial de Dani Garrido, director de Carrusel Deportivo, sobre lo ocurrido en el Congreso con la ley ELA
Dani Garrido sobre Unzue, el ELA y su visita al Congreso
Madrid
Me van a permitir que en los próximos tres minutos les cuente algo que ha pasado hoy y que es mucho más relevante que un partido de fútbol. Les voy a pedir que se pongan, un minuto, en lo peor. Imaginen que no pueden hablar, no se pueden mover, que necesitan una máquina para respirar y una sonda para alimentarse. Imaginen que necesitan al menos cuatro personas para estar las 24 horas pendientes de usted. Imaginen que están en la fase definitiva de una enfermedad sin curar que es la ELA.
Si se diese este macabro caso, sería usted una de las 4.000 personas que conviven con esta enfermedad en España. Cerca de 700 fallecen y otras tantas conocen, en una consulta médica, lo que en realidad sospechan, que conviven con ELA. Cambian las caras, pero nunca la realidad. Hay un número determinado de estas personas, cuando lo consideran oportuno y por no soportarlo más, deciden morir dignamente. Algunos lo hacen por no ser una carga familiar, otros porque no tienen los no menos de 6.000 euros al mes que se requieren para seguir hacia adelante. Imaginen esa decisión. Ocurre que hay otro buen número de personas que deciden vivir hasta el final, que es un derecho.
Imaginen que después de mucho pelear, mientras la clase política mira a otro lado, que después de mucho esfuerzo, se consigue que la ley de ayudas llegue al Congreso. Es un día de felicidad, ¿no? Lo pueden entender. Se tramita con una mayoría aplastante. Sale en telediarios, lo cuenta la SER… Todo puntitos verdes, unanimidad. Qué día. Al final esas personas a las que has votado han tenido a bien dar al verde y no al rojo. Lo celebras mucho. Tú, enfermo de ELA, lo celebras porque tirando de estadísticas ves que las leyes tramitadas con esta contundencia se aprueban en menos de un año. Tú, enfermo terminal, dices que igual no te llega, pero mi trabajo sirve para que los que vienen tengan apoyo logístico y económico. Piensas que quizá el año que viene puedas liberar a tu familia de la carga económica.
Pero, de repente, la ley va al cajón. Te dicen que avanza, pero es mentira. Hay trabas. Los que en su momento dieron al botón verde ya miran a otro lado. A otras movidas. Pasa el tiempo, los meses y te das cuentan que ese año de la estadística se cubre y te das cuenta de que este marzo serán dos años sin que se apruebe. Al final piensas que claro, un colectivo de 4.000 enfermos… cuántos votos son, ¿verdad? Hoy, estas 4.000 personas, y la memoria de todas aquellas que nos han dejado, consiguen un encuentro político en el Congreso. Otra vez es un día histórico. Encabeza la expedición al Congreso un deportista al que conoces. Un entrenador que te sonará, Juan Carlos Unzué. Un tipo elocuente, cercano, sensible. Convive también con ELA.
Tú eres ese enfermo, te he pedido que te pongas en ese papel, y te juegas la vida acudiendo también al Congreso con los demás. Te han vestido, te han preparado, te acompaña tu familia, tu asistencia médica que pagas, tu gente… Al final sabes que te puede pasar algo. Un virus, un catarro, cualquier cuestión que puede acabar con tu vida. Tú decides que vas porque el día lo requiere y los políticos te van a escuchar por fin. Este país tiene 350 diputados. Va a ser una jornada definitiva. De repente llegas a la sala y no hay 350. No caben, claro. No hay 200. No hay 100, aunque alguno esté jugando al Candy Crush. No hay 80, ni 20, ni 15 ni 10. Llega tu portavoz, que va a hablar por ti porque tú no puedes, y en el minuto más sentido, dice delante de cinco diputados, de solo cinco diputados, dice lo siguiente:
“Quisiera saber cuántos diputados o diputadas hay en la sala. ¿Podéis levantar las manos? Creo que he contado cinco. Me imagino que el resto tendrá algo muy importante que hacer. Al final, hemos venido a vuestra casa. Sabéis lo que nos ha costado a muchos de mis compañeros y compañeras estar aquí. Espero que, como mínimo, nos estén viendo por esas cámaras. Y si no nos ven, espero que esto quede grabado y nos escuchen”
— Juan Carlos Unzué, en el Congreso, sobre la ausencia de diputados
Había cinco diputados, que eran los obligados. Faltaban 345. Bravo, Juan Carlos. Qué orgullo, qué momento, qué contundencia, qué ejemplo, qué capitán. Qué bien lo has hecho, Juan Carlos. La clase política de este país ha actuado de forma miserable. No solo separada de la realidad, que es habitual, sino con un nivel de falta de empatía y de tacto que es decepcionante. Seguro que alguno o alguna saldrá diciendo que no podía, que tenía reuniones, comisiones… 350. El número de la vergüenza. No aspiren al prestigio, pero aspiren a la decencia.
En este país, durante décadas, no se ha podido elegir morir dignamente. Ahora la tesitura es que a algunos no les dejan vivir dignamente hasta el final, que es un derecho. Supongo que habrán pensado que ojos que no ven, corazón que no siente. Esto no va de colores políticos, va de una ley que voluntariamente se retrasa hasta la saciedad. No es de colores. Han faltado todos: rojos, azules, verdes morados… Todos los ven en blanco y negro. Lo veis en blanco y negro.
Pensará el político que qué más da, que mañana otro del gremio, del color que sea, meterá el zanco con una de las habituales torpezas que les separa de la calle y esto se olvidará. Y tendrá razón. Pero es difícil superar lo que hoy han hecho. Abrazo, Juan Carlos. El mejor portavoz y capitán de esta familia.