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Más allá de las protestas: la crisis global de la agricultura

La movilización agraria que ha colapsado esta semana el centro de la capital española es también global. Analizamos los problemas que comparte el sector en todo el mundo.

GRAFCVA8477. VALENCIA, 22/02/2024.- Decenas de tractores entran en València para concentrarse en el Puerto en la tercera protesta conjunta de las principales organizaciones agrarias, con el apoyo de las cooperativas, para reclamar un giro de las políticas a la Generalitat, el Gobierno y la Unión Europea, la preferencia comunitaria, la reciprocidad con las importaciones de países terceros y unos controles eficaces para evitar la entrada de nuevas plagas y enfermedades. En la imagen los agricultores arrojan verduras al suelo durante la concentración. EFE/Biel Aliño / Biel Aliño (EFE)

El hambre en el mundo no ha dejado de crecer en los últimos años. Según el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el número de personas en situación de inseguridad alimentaria aguda aumentó hasta los 258 millones en 58 países en el año 2022. Mientras tanto, se desperdician millones de toneladas de alimentos a lo largo de toda la cadena alimentaria. El ex subdirector general de la FAO y catedrático emérito de Política Agraria de la Universidad Politécnica de Madrid, José María Sumpsi, cita algunos elementos clave para comprender la crisis del sector de la agricultura y alimentación que ha llevado a una movilización masiva a nivel global.

El primero es el tema medioambiental. Los Objetivos del Desarrollo Sostenible que marca la Agenda 2030 obligan a una transición ecológica hacia una economía más baja en carbono que mitigue el cambio climático. Las medidas afectan a todos los sectores, sin embargo, Sumpsi cree que “muchos agricultores son muy tradicionales y tienen la idea de que la agricultura es algo que, no solamente no provoca ningún problema en el medio ambiente ni en el cambio climático, sino que por el contrario todo lo que hace agricultura es favorable al medio ambiente, preserva las especies, conserva los acuíferos, etcétera”. Como señala el experto, esto no siempre es así. “Hay sistemas agrarios, como por ejemplo las dehesas españolas, que son modelo de sostenibilidad y de equilibrio natural, y hay tipos de agricultura muy forzadas, muy intensivas, donde usan muchos fertilizantes, plásticos, herbicidas… y que generan contaminación en las aguas, contaminación en el área y afecta al cambio climático”. Por eso insiste en que el sector debe entender que tiene que respetar unas mínimas normas ambientales, aunque reconoce que la transición ecológica es muy compleja y costosa.

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En este momento, buena parte del coste de la transición ecológica en la agricultura en Europa corre a costa de los agricultores, según Sumpsi, por las limitaciones en los fertilizantes y pesticidas o de mantener una superficie de barbecho que incrementan los costes de producción. Además, explica, las grandes cadenas de distribución cada vez más tienen una política de comprar productos sin residuos de pesticidas o tóxicos, por lo que el consumidor también ejerce presión sobre el agricultor. Así, propone revisar las exigencias al sector, aunque también recalca que la agricultura recibe importantes ayudas para asumir esos requisitos ambientales.

La migración a las ciudades es otra de las cuestiones que está afectando al campo. La despoblación de las zonas rurales es el aspecto negativo, pero Sumpsi menciona también un aspecto positivo: las tierras de los agricultores que abandonan el medio rural pasan a ser cultivadas por los que se quedan, que aumentan sus explotaciones y ganan más. El experto considera que las ayudas están mal distribuidas y deberían concentrarse en los medianos agricultores, quienes más sufren la crisis y los problemas técnicos como la exigencia del cuaderno digital. “Las grandes explotaciones no necesitan prácticamente ayudas por hectárea, porque per sé, por su tecnología, por su capacidad, por su gestión, están muy avanzadas y son rentables”, insiste.

Ante los retos que plantean el aumento de la población mundial y el hambre, el ex subdirector general de la FAO apuesta por aumentar la capacidad de producción de las regiones del mundo con mayor producción agraria como Europa, Canadá, Australia, Argentina y Brasil para garantizar la seguridad alimentaria global. “Yo creo que la agricultura a nivel mundial tiene capacidad para alimentar a la población del mundo”, dice José María Sumpsi. El reto, en su opinión, es disminuir la pobreza y el despilfarro de alimentos y mejorar la distribución y las pautas de consumo. Para ello cree imprescindible globalizar la gobernanza de los sistemas alimentarios en el mundo y así unificar los requisitos y prácticas ambientales en todos los países.

 
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