Málaga 2024 | Álex Montoya convence con una emocionante coreografía del duelo en 'La casa'
El director adapta el famoso cómic de Paco Roca en un drama minimalista que protagonizan David Verdaguer, Óscar De la Fuente y Lorena López en el papel de tres hermanos que procesan la pérdida de su padre
Málaga
Es curioso cómo en un mismo festival y con pocas horas de diferencia algunas películas pueden entablar casualmente un diálogo. Si en 'Los pequeños amores' de Celia Rico una hija vuelve al hogar familiar a cuidar de su madre mientras lidia con la crisis de los 40, en 'La casa', la nueva película de Álex Montoya presentada hoy en la sección oficial, son tres hijos los que se reúnen en la casa vacía de su padre tras su muerte. Ambas historias devuelven a personajes en la madurez, en diferentes procesos de duda, al espacio donde crecieron y pasaron tantos momentos para hacer una especie de balance del presente. De sus heridas, cicatrices y y memoria emocional.
El director valenciano, autor de títulos como 'Asamblea' y 'Lucas', adapta la novela gráfica del mismo título de su paisano Paco Roca, uno de los autores de cómic más reconocidos de nuestro país, que volcaba en esa obra parte de su historia personal. Lo hace en un conmovedor drama que funciona como una coreografía del duelo, donde cada personaje tiene su momento y su silencio para explorar los recuerdos, lidiar con la culpa, la frustración o las cosas que nunca dijeron. "Es algo que habla de temas universales que hemos visto reproducidos mil veces, pero que lo hace de forma diferente y muy potente. Entonces hago el clic y me puse a perseguir los derechos para la adaptación sin saber muy bien cómo iba a adaptar en un principio", explica el realizador.
Uno de los puntos fuertes de la cinta es el guion. Un texto que recorre de manera orgánica a todos los miembros de la familia y va dosificando los puntos dramáticos. El primero en llegar a la casa un año después de la muerte del padre es el personaje de David Verdaguer, acompañado de su pareja, interpretada por Olivia Molina. Él es ahora un escritor medianamente reconocido, fue el hijo que se fue, que marcó más distancias y no estuvo en las últimas horas. "En la novela gráfica los hermanos no discuten mucho. Entonces me dijo Paco de meter cosas de mi propia familia, que discute mucho más. Me costó mucho darme cuenta de cómo quería estructurarla para que funcionara bien, para que hubiera hilos de tensión que fueran toda la película, para que el conflicto fuera creciente, creciente pero de manera natural, que no fuera exagerado. Y entonces hice que vinieran de manera escalonada en un fin de semana largo", cuenta de la estructura.
Después llega el hermano mayor, interpretado por Óscar de la Fuente, en un papel que huele a premios, con su familia, su mujer, la actriz Marta Belenguer, y su hija, la premiada aquí en Málaga hace unos años María Romanillos, una adolescente que sueña con escribir como su tío. Ahí empieza a brotar el conflicto que sirve de macguffin a la trama, qué hacer con la casa familiar y con todos esos recuerdos. Si todos quieren vender o alguien se la quiere quedar para salvar la memoria emocional de la familia. "Luego metí también la comida en el restaurante, donde los hermanos se reúnen todo por primera vez y ya sin el peso de la casa y de la historia de la casa, pues reabre la conversación sobre qué hacer con la casa que ya se había decidido venderla, de ahí venir a limpiarla. Pero el personaje de Verdaguer, que de repente tiene dinero, a pesar de que había sido un poco la oveja negra de la familia, reabre la conversación. Igual nos gustaría comprarla a nosotros, y eso a su hermano no le sienta bien. Entonces crea un poquito de conflicto que ayuda como una columna vertebral para poder tener margen, para poner los recuerdos que son mucho más pausados y mucho más contemplativos", dice el director de este encuentro al que se suma la tercera hermana, interpretada por Lorena López, la hija que ha estado más pendiente de los cuidados.
La casa está llena de pequeños detalles, de momentos íntimos donde la cámara acompaña en planos secuencia a los personajes en un baile sobre ese espacio, el que ha sido hogar de vivencias y está lleno de recuerdos o sorpresas que les hacen redescubrir a su padre. De fondo también está la crisis de la madurez, ese momento vital de hacer balance cuando te encuentras entre dos generaciones. "Eso le pasó a Paco, que es la energía de la novela gráfica, y me pasa a mí ahora también. Mi padre sufre una enfermedad degenerativa y eso hace replantearte todo, ya pasó con mis tíos cuando murieron, te das cuenta de que la estructura un poco que te levantó, en que creciste, que creías inmutable, empieza a desvanecerse, empieza a resquebrajarse, a desintegrarse. Y esto es una cosa que le pasa a mucha gente que pierde los padres, incluso a edades avanzadas, la sensación de que ya no está el sostén, ¿no? Es totalmente totalmente universal. En la película que hacemos también es que tenemos avatares, o sea, tenemos representantes de espectadores de varias edades, tenemos a la niña de nueve años, tenemos a la adolescente, tenemos a la hermana que es más joven... Yo creo que eso puede ayudar, a pesar de que es una película que posiblemente el target sea a partir de los 30, una cosa así yo creo que puede ayudar a generaciones más jóvenes a entender de qué va", razona el director.
Está la crisis de los 40 y también, como en muchas obras de Paco Roca, se desliza de manera sutil la memoria de todo un país. La tensión entre la generación del hambre y el franquismo y la de los hijos de la Transición que pudieron salir a estudiar gracias a la educación pública aunque sus padres no entendieran eso del trabajo intelectual. "La generación de nuestros padres o nuestros abuelos no entendían los nuevos trabajos, como nos pasa ahora. Cuando mi hijo me dice, yo quiero ser youtuber, se me ponen los pelos escarpias. Tampoco eran especialmente leídos, no tenían una educación universitaria, entonces posiblemente el padre no quería decir nada en un momento dado porque se avergonzaba de no poder discutir con su hijo de su trabajo. Yo creo que que hay también un poco de eso. Yo cuando le dije a mis padres que quería hacer películas, ya tengo muchos años eh, me dijeron que sí, pero que primero hace algo serio", relata Álex Montoya.
La película se rodó en la misma casa de libro, en la casa familiar de Paco Roca, y solo hicieron falta algunos retoques para que cobrara vida y mantuviera muchos de los elementos que ya estaban allí. Esas vibraciones, confiesan los actores, ayudaron a componer un trabajo naturalista, honesto y transparente que traspasa la pantalla. "Tuvimos que rehacer toda esa fachada con cartón piedra y tuvimos que rehacer la huerta y la piscina, que ya no estaban. Pero no tocamos mucho de la propia casa. Yo creo que el cine de ficción también tiene un componente documental. Entonces me interesaba que Paco tuviera la película para dentro de diez años poder recordar la casa como era. Y eso me parece bonito, también tiene un peso emocional, los actores sienten que ha sucedido la historia ahí y eso les ayuda a ello. Me parece totalmente diferente a rodar en un set, a pesar de que son muy cómodos para rodar, creo que los sitios reales tienen tiene memoria", añade.
La puesta en escena también ayuda a entrar en esta historia, a colocar al público en el estado mental de los personajes gracias al trabajo de fotografía de Guillem Oliver, que con una paleta de verdes y naranjas y la luz mediterránea envuelve de melancolía esta historia. A eso, Álex Montoya suma los recuerdos -con Luis Callejo de padre- en forma de flashback utilizando un reencuadre y la textura de Super8, algo que entrañaba riesgos pero en montaje funciona, como toda la película, de forma orgánica. "Yo los recuerdos no los veo de manera vívida. Lo veo como a través de un agujero, de forma borrosa. La textura es porque realmente la memoria que tenemos es del siglo 20, es en cines de formatos pequeños. Es un formato que remite al pasado. Hicimos varias pruebas y lo que mejor funcionaba era eso, un cuadradito pequeño en la pantalla que fija tu atención, que tus pupilas no bailan, que busca el detalle, que está un poquito borroso, que está un poquito granulado", concluye el director. La casa será uno de los títulos recordados de esta edición del certamen, una película que es conmovedora, triste y a la vez divertida donde muchas familias se van a ver reconocidas y donde brillan especialmente Óscar de la Fuente y David Verdaguer.