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8M en el mundo: la lucha feminista más valiente

Conocemos el programa en Radio Huayacocotla que da voz a las mujeres indígenas en México, el grito de las mujeres argentinas contra Milei y la historia de una mujer judía ortodoxa y lesbiana poliamorosa que ha roto moldes en Israel

Especial 8M global

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La defensa de la igualdad de género pasa por la inversión en las mujeres, según destaca la última campaña de ONU Mujeres. Las mujeres dedican aproximadamente tres veces más tiempo al trabajo de cuidados no remunerado que los hombres, lo que representaría más del 40% del PIB en caso de que a estas actividades se les asignara un valor monetario.

La organización calcula que más de 342 millones de mujeres y niñas podrían vivir en pobreza extrema en 2030 si no se hace nada para revertir la tendencia.

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En este programa especial por la celebración del Día de la Mujer, conocemos tres historias inspiradoras de mujeres en México, Argentina e Israel.

Un espacio para dar voz a las mujeres indígenas

Las voces campesinas de México son escuchadas a diario en un programa de radio en Veracruz, en el 105.5 FM. Allí, desde hace siete años, las mujeres tienen un espacio para denunciar las violaciones a sus derechos humanos, sentirse acompañadas y hacer valer sus derechos como mujeres indígenas.

La periodista indígena Leticia Hernández, locutora y productora de ese programa en Radio Huayacocotla, recuerda que hace solo algunos años no era tan sencillo contar con la participación en el programa de mujeres de comunidades originarias, por eso celebra que la radio se haya convertido en un espacio para visibilizar sus problemas y que se las valore. “Esto a veces en la práctica no es así”, reconoce. “El hecho de que una mujer emita una opinión y sea valorada no es sencillo. Muchas veces se les dice, ah, fue una mujer, para qué le hacemos caso”.

Estos días de celebración del feminismo tratan de reforzar su lucha para las mujeres y las niñas y niños. Una lucha que, según Hernández, va en beneficio de todos, no solo de las mujeres, y “puede reforzar la lucha que tienen otras compañeras en otros países y comunidades” y ayudarles a fortalecer su red y a no sentirse solas. “Decimos que las mujeres no caminan solas, caminan con las comunidades, caminan con sus compañeros, para que puedan alcanzar esta justicia, que no ha sido sencillo para ellas”.

Entre su labor está el acompañamiento, la investigación y también la pedagogía para que las mujeres identifiquen la violencia y sepan que no tienen por qué sufrirla. Como explica Hernández, lo más importante es acompañarlas para que ellas decidan, porque en las comunidades no hay especialistas que lo hagan. “A veces no es tan sencillo decirle a una mujer oye, salte de tu casa mañana porque vives violencia. Hay que incidir para ver cómo la acompañas en este proceso de decisión, y que no se sienta sola”.

Además de a la violencia machista, las comunidades originarias se han enfrentado a otros tipos de violencia como la discriminación y el despojo, que obliga a los indígenas a migrar por la explotación de sus tierras. Hernández denuncia también que las instituciones, lejos de hacer una labor de acompañamiento a las denunciantes, minimizan el problema y revictimizan a las mujeres.

En sus años de trabajo desde ‘La voz campesina’ han logrado asesorar a decenas de mujeres e informar sobre sus derechos. “Hemos visto que poco a poco las mujeres se van empoderando en el sentido de participar, opinar, buscando la igualdad”, asegura la periodista. Incluso han conseguido que se animen a apoyar a otras mujeres dentro de las comunidades.

Su objetivo es que las nuevas generaciones ya no tengan que sufrir estas violencias. Más allá del 8 de marzo, “es una tarea de todos los días, de cuestionarnos, de trabajar, de buscar las formas de acompañarnos y crear redes de apoyo con las que vienen detrás de nosotras”, dice Hernández, y llama a la corresponsabilidad de los hombres para combatir la desigualdad.

Las argentinas se revuelven contra Milei

Este 8 de marzo también es especialmente simbólico en Argentina por la movilización feminista frente a Javier Milei, presidente desde noviembre de 2023. En sus escasos meses de mandato, ha legislado en contra de la igualdad de hombres y mujeres, prohibiendo el lenguaje inclusivo y todo lo referente a la perspectiva de género en toda la administración pública nacional.

Las feministas argentinas están dispuestas a dar la batalla de nuevo en las calles. Además del rechazo a los retrocesos en la agenda de género por parte del Gobierno, la lucha de este 8 de marzo se centra en el plan de ajuste económico que está llevando a cabo Milei. Las feministas argumentan que los despidos masivos y el aumento de precios empobrecen a toda la población, pero sobre todo a las mujeres y disidencias, por lo que la cuestión social va a ser el eje central de la protesta.

Milei ha declarado en numerosas ocasiones que pretende avanzar contra el derecho al aborto, lo que mantiene en alerta permanente al movimiento feminista. Tienen un recuerdo lejano y a la vez muy palpable del diciembre del 2020 en el que, tras grandes movilizaciones de la marea verde a lo largo y ancho del país, se aprobó el derecho al aborto legal, seguro y gratuito en Argentina. Fue un logro histórico que ahora está amenazado por un Javier Milei que lo considera “un asesinato agravado por el vínculo”. De hecho, esta misma semana el presidente ha vuelto a cargar contra el aborto en una charla a estudiantes de un colegio católico en la que se ha referido a las manifestantes como “los asesinos de los pañuelos verdes”.

Sin embargo, el aborto es solo la punta del iceberg de todos los derechos contra los que este Gobierno pretende actuar. Milei, como tantos otros líderes de la nueva derecha, considera que la perspectiva de género es una cuestión ideológica y por eso en su primer trimestre como presidente ha cerrado el Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidad, ha eliminado la educación sexual integral en las escuelas y ha prohibido el uso del lenguaje inclusivo y de la perspectiva de género en la administración pública.

La activista feminista Victoria Tesoreiro cree que esto es una cuestión de odio. “Hay un gobierno de ultraderecha que ha elegido a las feministas como sus principales enemigas”, asegura. También apunta a un cambio de etapa, con “otros medios como las redes sociales y el impacto que ha tenido la pandemia en nuestra sociedad en el acrecentamiento de un cierto individualismo”. Un individualismo que ha mermado la organización colectiva y la política en las calles.

Pese a todo, las feministas argentinas han celebrado asambleas organizativas multitudinarias este año, demostrando un enorme interés y voluntad entre las mujeres y disidencias por volver a organizarse y volver a la actividad.

Rompiendo moldes en Israel

Ricki tiene 39 años y pertenece a la comunidad jaredí en la que se practica un judaísmo devoto y sectario, cuyas tradiciones dan la espalda a la sociedad más moderna. Casada desde hace veinte años, así recuerda cómo sucedió.

“Fuimos al matchmaker. Ella conoce a muchos hombres y mujeres y dice oh mira estos dos. El dating es muy estricto, te encuentras en vestíbulos de hoteles, no vas a restaurantes ni cosas así y solo hablas de cosas básicas como que quieres en la vida, si quieres que tu marido estudié la Torá, o si quieres que trabaje, a que escuela quieres que vayan los hijos. Yo quería casarme y él era un buen chico y todo el mundo nos decía que los más importante era encontrar un buen chico y yo lo hice”.

El contacto físico no está permitido y tras dos meses se casó. Tras la ceremonia, y durante 30 minutos en una habitación aislada, el primer beso. Pero en su noche de bodas nada. Y lo que vino después tampoco era excitante, según cuenta. “El sexo que tenía con mi marido era más para tener hijos y nada divertido o algo que realmente quería. Pero mi deber como mujer era estar para eso, para darle placer a mi esposo. Hasta que un día dije, ya está, no voy a dar mi cuerpo a otra persona nunca más. Era mucho para mí. Sentía que abusaban de mí y le pedí el divorcio”.

No se lo concedió. Entonces Ricki le propuso su nueva orientación sexual. Y cuando probó, vio la luz. “Después de la primera cita con una mujer, hubo contacto sexual y me di cuenta de lo que mi cuerpo se había perdido todos estos años, lo que necesitaba y lo que quería”.

Su marido se lo permite, la relación así, funciona. Él se hace cargo de la casa y de los tres hijos y ella es la que trabaja. Nada de relaciones íntimas, aunque la curiosidad de Ricki fue más allá. “Tengo dos novias y la relación con ellas es diferente en todos los sentidos, emocionales, o necesidades físicas. Fue una parte difícil para mí darme cuenta de que era lesbiana, pero fue un alivio de todo lo que me estaba perdiendo estos años. Y el poliamor es más difícil de aceptar porque creo que a veces me juzgo a mí misma y me pregunto por qué necesito más. Pero tengo que aceptar que así soy yo”, explica.

Su entorno más cercano la respeta. Pero es algo que no puede hacer público ya que podrían echar a sus hijos del colegio. Los tiempos cambian, pero en la comunidad religiosa judía todo va muy lento. Preservar la identidad y perpetuarla es uno de los objetivos. En el momento en que se abra la puerta, esta intención peligra, por eso muchos eligen la puerta de atrás.

“Tenemos un grupo de WhatsApp con varias madres. Les dije que era lesbiana y alguna me escribió en privado que era bisexual y otra también… Y me di cuenta de que eran 6 o 7 entonces, de 30. Entonces habrá más”, asegura Ricky. Y añade: “los que necesitan cambiar es la generación joven. El cambio es darle a cada hijo ser ellos mismos y darles opciones para ser quienes quieran ser. No decirles cómo tienen que ser y hablarles y no forzarlos”.

No se esconde de sus hijos, que gracias a ella están viendo esas otras opciones. Y mientras no se puede luchar contra el sistema, entonces buscan soluciones por su amor propio.

Especial 8M global (programa completo)

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54:26

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