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Música ligera y un muro sónico como armamento de guerra

El muro sónico de Kinmen y la artista Teresa Teng se convirtieron en una pieza clave en la propaganda de guerra de Taiwán

El muro sónico de Kinmen

El muro sónico de Kinmen

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Madrid

El 1 de octubre de 1949, Mao Zedong, secretario general del Comité Central del Partido Comunista proclamó oficialmente establecida la República Popular China. Tras 22 años de guerra civil más o menos intermitente, las fuerzas comunistas habían controlado la mayor parte del territorio continental chino, obligando a los nacionalistas de Chiang Kai-shek a retirarse a la isla de Taiwán, donde establecerían el gobierno de la República de China, es decir, la China capitalista. Aunque el gobierno y la mayor parte de la población de la República de China se había establecido en Taiwán, a unos 200 kilómetros del continente, bolsas de leales a Chiang Kai-shek permanecían como guarnición en territorios mucho más próximos. Uno de los más importantes era el archipiélago de Kinmen, que está cerquísima de la China continental.

En la madrugada del 25 de Octubre de 1949, diecinueve mil efectivos del Ejército Popular de Liberación chino se prepararon para atravesar los seis kilómetros de mar que separaban el continente de la isla grande de Kinmen. Tras dos días de durísima batalla, las fuerzas de Mao cayeron derrotadas contra los más de cuarenta mil efectivos del ejército de Chiang Kai-shek. La batalla de Kinmen fue la primera victoria de la República de China y, a todos los efectos, supuso el final de la guerra abierta entre China y Taiwán.

Pero aún siguen en conflicto frío y no se ha firmado ningun tratado de paz, aunque sí hubo algún escarceo en 1950, además de las denominadas Crisis del Estrecho de Taiwán de 1954 y 1958, en las que posiciones de artillería de ambos bandos se bombardearon mutuamente desde Kinmen y el continente durante un breve periodo de tiempo. Aunque los ataques tenían como principal objetivo desmoralizar al enemigo, lo cierto es que se saldaron con más de mil muertos en total, lo cual paralizó definitivamente las operaciones cruentas. A partir de 1958, China decidió que ya no volvería a intentar la invasión de Kinmen, pero tampoco dio por terminada la guerra; consideró que la guerra sería de otra manera. Sería una guerra exclusivamente propagandística.

China anunció que bombardearía Kinmen solo los días impares, cosa que hizo. Por su parte, la artillería taiwanesa declaró que respondería solo los días pares, promesa que también cumplió. Y en ambos casos, los proyectiles no portarían ninguna carga explosiva, sino panfletos de propaganda. Los posters que caían desde el lado chino eran bastante agresivos en su estética y en su mensaje, mientras que los del lado taiwanés eran más sobrios y apelaban sobre todo a unas bondades de la vida capitalista algo exageradas. Había proclamas que rezaban "Nuestros bollitos son más grandes que vuestros colchones" y más de un cartel era esencialmente un anuncio publicitario que venía a decir algo así como "Aquí podéis comprar este televisor; allí no", válido para televisores y para cualquier producto de consumo de acceso imposible en la China comunista.

Aunque no tuviera carga explosiva hubo al menos un muerto porque le cayó encima un proyectil de mortero. A raíz de este "accidente", y con el objetivo de evitar una nueva escalada, las actividades propagandísticas se sofisticaron. En vista de que la estrategia de los panfletos no era demasiado efectiva, las fuerzas en conflicto desplegaron una nueva arma que cruzaría diariamente el estrecho: la radiodifusión.

Durante varios años, las ondas hertzianas de ambos bandos se lanzaron mensajes cruzados diariamente. Las emisoras chinas vertían proclamas a favor de la unidad nacional y animando a los soldados taiwaneses a que cambiasen de bando, mientras los taiwaneses alternaban los ataques a Mao y al Partido Comunista con discursos sobre lo ricos y prósperos que eran en la isla y a partir de 1967, desde Taiwán también comenzaron a emitir las canciones de una jovencísima cantante ligera de voz muy dulce. Se llamaba Teresa Teng.

Teresa Teng era un éxito absoluto en Taiwán y sonaba a todas horas en la radio. Ahora, se ve que a los taiwaneses no les valía con emitir su música por la radio o quizá no confiasen en que los chinos sintonizasen sus emisoras, así que probaron una estrategia más agresiva, más contundente y, a todos los efectos, más grande. A finales de 1967, el ejército de Taiwán construyó en la base militar de Beishén, en Kinmen, un cubo de hormigón de diez metros de lado por diez de alto horadado por cuarenta y ocho agujeros en los que instalaron altavoces de alta potencia. El objetivo de tan singular construcción, tan alta como un edificio de tres plantas, era atronar a los vecinos chinos que se encontrasen al otro lado de la bahía. Lo llamaron "Muro de Emisión de Beishén". Desarrollaba un pico de decibelios similar al de un reactor despegando, así que lo que saliese de allí no solo alcanzaba los seis kilómetros que le separaba de la costa continental, sino que se escuchaba a más de veinticinco kilómetros de distancia. Y aún así, el artefacto de Beishen no les debió parecer suficiente, porque en el observatorio de Mashán, al otro extremo de la isla, construyeron otros dos altavoces gigantes, uno de diez metros y otros de seis. El Muro Sónico de Kinmen, que es como se denominó a las emisiones simultáneas de ambas instalaciones inundó los cincuenta kilómetros cuadrados de la bahía todos los días durante más de diez años. Tanto con arengas propagandísticas como con la música de moda en Taiwán. Y destacando en las listas de éxitos y, por tanto, en los altavoces de hormigón, habitualmente aparecían las canciones de Teresa Teng.

Todos los días sonaba su música, aunque afortunadamente para los vecinos del otro lado de Kinmen, la pesadilla sonora no se prolongaba durante las veinticuatro horas del día; tan solo se activaba unas diez veces en cada jornada y, de hecho, la música de Teresa Teng se emitía a un volumen más razonable. De alguna forma bastante improbable, se consideraba como un acto de buena voluntad entre adversarios.

Doce años después de su puesta en funcionamiento, tras la normalización de las relaciones entre China y Estados Unidos en 1979, los taiwaneses consideraron que los altavoces no tenían ya sentido y abandonaron su uso. A día de hoy, aunque China y Taiwán siguen oficialmente en guerra pues no se ha firmado ningún armisticio oficial y ha habido más de alguna crisis diplomática seria y reciente, las relaciones entre ambos países son, digamos, razonables desde hace décadas. El enfriamiento de facto de las hostilidades hizo que las autoridades de Taiwán considerasen obsoletas unas cuantas instalaciones militares, entre ellas el Muro Sónico de Kinmen, que permaneció en estado de semiabandono durante más de quince años. Entonces sucedió una tragedia que lo volvió a activar.

El 8 de mayo de 1995, con tan solo 42 años de edad, Teresa Teng, murió de un severo ataque de asma. Era una pérdida no solo para su país sino para decenas de millones de personas de Hong-Kong, Japón o Singapur, donde su música también la había lanzado al estrellato. Por eso, a su funeral, que se celebró el día 28 de ese mismo mes de mayo de 1995, asistieron a más de doscientas mil personas y fue televisado en cadenas de toda Asia. Y como homenaje a su carrera y a lo que significó para la isla de Kinmen, un día después del sepelio, el altavoz de Beishen volvió a encenderse para emitir, a un volumen moderado, las canciones de Teresa Teng.

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