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Opinión

Elogio de los blanditos

Cualquiera puede hacer el paquidermo en Twitter y cosechar titulares, por lo que seguramente sobran en nuestra vida pública varones rampantes y echamos a faltar gentes tranquilas

Ignacio Peyró: "Elogio de los blanditos"

Madrid

Alguien dijo que el mejor primer ministro inglés de la Historia ha sido Lord Salisbury, por la curiosa razón de que era un hombre tan discreto que nadie recuerda a ciencia cierta lo que hizo. Es cierto que el político medio se parece menos a Salisbury que, pongamos, a Berlusconi: muchos de los errores de nuestra clase política se deben a su ego y su ambición, aunque sin sus ganas de despuntar tampoco habría aciertos.

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Hoy, en todo caso, cualquiera puede hacer el paquidermo en Twitter y cosechar titulares, por lo que seguramente sobran en nuestra vida pública varones rampantes y echamos a faltar gentes tranquilas.

Se acaba de morir una de ellas. Con José Antonio Ardanza no hacía falta estar de acuerdo -él era nacionalista vasco y yo solo soy nacionalista del parque del Retiro- para apreciar el deterioro que estamos sufriendo en unas formas que, en democracia, tienen tanto que ver con el fondo. Ardanza fue todo lo contrario a la política entendida como espectáculo, sin añadir dramatismo a una época -recordemos que ETA mataba- sobrada ya de drama.

Y así, se ha ido con la corrección en las formas que él también dio a los demás. Todavía apreciamos la discreción, el perfil bajo, de personajes como Ardanza. Pero su muerte deja otro pensamiento melancólico: si seguimos en la mecánica de la polarización, no está lejos el día en que empecemos a despreciarlos por blanditos. Mientras ese momento llega, feliz viernes.

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