Hora 25Las entrevistas de Aimar
Historia | Ocio y cultura

"No hay ninguna revolución hecha con la generosidad y el altruismo de la Revolución de los Claveles"

Aimar Bretos entrevista a Tereixa Constenla, corresponsal de El País en Lisboa, que acaba de publicar 'Abril es un país. Los heroísmos desconocidos de la Revolución de los Claveles'

Las entrevistas de Aimar | Tereixa Constenla

La periodista Tereixa Constenla en 'Hora 25'. / Cadena SER

"A cargo de los militares sublevados, junto al Tajo, está el capitán de caballería Fernando Salgueiro de Maia. Frente a él, a 200 metros, el brigadier general Junqueira dos Reis. Esos dos hombres -uno frente al otro- son el símbolo de la división del ejército. Maia representa la revolución. Reis representa la defensa de la dictadura. Entonces, Maia empieza a andar hacia Reis. Camina sin ametralladora. Avanza con los brazos en alto. Y camina. Y camina. La única rendición que contempla es la de los hombres que tiene delante. Frente a él, el brigadier general Reis da la orden de abrir fuego contra Maia. Se lo ordena al alférez, pero él se niega y es desarmado y detenido de inmediato.

El brigadier, entonces, se dirige hacia uno de los tanques y le ordena al cabo que estaba allí que abra fuego. Y el cabo, cuyo nombre nadie supo durante casi cuarenta años, se deslizó hacia el interior del carro de combate, simulando que iba a cumplir la orden. Una vez dentro, cerró la escotilla para que nadie le pudiese obligar a disparar. Se encerró en el interior de su tanque para que nadie le obligase a matar a sus compañeros. Al observar a aquel cabo insumiso, Fernando Salgueiro de Maia tuvo la certeza de que la revolución acababa de triunfar". Este momento histórico, y el más crítico de la Revolución de los Claveles del 25 de abril de 1974, lo relata Tereixa Constenla. La corresponsal de El País en Lisboa acaba de publicar 'Abril es un país. Los heroísmos desconocidos de la Revolución de los Claveles' (Tusquets), un relato imprescindible para entender una revolución tan singular.

Antes de la revolución, Portugal era "un país triste, gris, mezquino, en buena medida, como son las dictaduras", pero también en esos años afloró el heroísmo de "toda una generación de políticos, de sindicalistas, de estudiantes democráticos que se pelearon contra ese fascismo a la portuguesa", explica Constenla, que ha querido que este libro sea también un homenaje a esa generación de portugueses.

Una revolución singular

Tereixa Constenla subraya que "la revolución portuguesa fue singular" porque los militares dieron un "golpe pacífico y con buenas intenciones" que convierte a esta revolución en algo único. "No hay ninguna revolución hecha con esta generosidad y con este altruismo", subraya la periodista de El País. En la Revolución de los Claveles se evitó el linchamiento del dictador y se le permitió decidir ante quién se rendía. Fue un gesto de generosidad inmenso, porque él consideraba que si entregaba el poder al capitán Maia estaba entregándolo "al populacho, a la calle". Cuando le ofrecen la oportunidad de poder hacerlo con el general Spínola acepta, porque es "una transición forzada, pero con cierto orden y no ante unos cuantos energúmenos que han salido a la calle con unos tanques".

Precisamente por eso, la reivindicación de la Revolución de los Claveles es "bastante transversal", porque incluso los partidos de derecha portuguesa se sienten "herederos de esa revolución" porque "los partidos de derecha portuguesa también nacen después de la revolución".

Militares que no sabían disparar

La mayoría de los militares que participaron en la revolución eran jóvenes, algunos llevaban apenas unas semanas haciendo el servicio militar. No sabían casi disparar. Constenla recuerda que "hay episodios maravillosos" como la conversación que tiene el capitán Maia con Otelo Saraiva de Carvalho. Unas semanas antes del 25 de abril, el capitán Maia va a la casa de Saraiva de Carvalho para advertirle de que sus militares llevan muy pocas semanas con él y apenas saben disparar. La respuesta fue sorprendente. Le contestó que no se preocupara porque nadie iba a saber que los soldados no sabían disparar. Cuando estaba la columna entrando a Lisboa, el militar que conducía el primer tanque se paró en un semáforo. El capitán colérico le dijo "la revolución no se para en los semáforos".

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Marisol Rojas

Trabaja en la Cadena Ser desde 2007. Empezó madrugando...