Uno de los países más pequeños del mundo es una plataforma marina de 500 metros cuadrados
Sealand nunca ha sido reconocido oficialmente como país, pero cada día llegan centenares de solicitudes para conseguir títulos nobiliarios
Un país de 500m2 y un James Bond de marca blanca
Madrid
La historia de Sealand se remonta a 1942, cuando el ejército británico instaló una serie de torres armadas en medio de los estuarios del Támesis y el Mersey para ayudar a defender la isla y, específicamente, Londres, de los ataques de la Luftwaffe. Se llamaron fuertes Maunsell en honor a su diseñador, el ingeniero Guy Maunsell. Algunos estaban operados por el Ejército de Tierra y, con su silueta de acero corroído, parecían monstruos de La Guerra de los Mundos. Otros fuertes pertenecían a la Royal Navy (a la Armada británica) y su aspecto era más bien el de un buque de guerra apoyado en dos enormes patas cilíndricas de hormigón que se clavaban en el lecho marino, unos cuantos metros bajo el agua.
Cuando terminó la guerra, a finales de los 50, tras usarlos como campo de ejercicios militares, los fuertes Maunsell fueron abandonados y algunos desmantelados. Pero no todos. Y hay uno, de los de la Navy, cuya extensión (razonablemente grande) y posición geográfica (en aguas internacionales) suponía un reclamo muy suculento para mucha gente. Ese fuerte, llamado, H.M. Roughs era muy suculento para usarse como emisora de radio pirata, porque en los años 60 hubo casi una epidemia de radios pirata en el Reino Unido. Y como el fuerte estaba no muy lejos, pero en aguas internacionales, pues la gente se iba allí a poner discos de Los Beatles y los Stones sin pagar ni una libra a nadie. El caso es que durante casi 10 años, el fuerte vivió una serie de abordajes, contraabordajes y ocupaciones por parte de piratas radiofónicos hasta que llegó septiembre de 1967. Concretamente el 2 de septiembre de 1967.
Ese día, el excomandante de la Marina de su majestad, el señor Patrick "Paddy" Roy Bates, abordó el fuerte antiaéreo, en ese momento ocupado de manera alegal por unos piratas. Una vez allí, Bates expulsó a los ocupantes para ser él mismo quien usase el fuerte. Su idea era establecer ahí una emisora radiofónica pirata. Tenía el nombre –Radio Essex– y todo el equipo necesario para lanzar sus transmisiones al mundo pero, sorprendentemente, nunca lo hizo. Apoyándose en una interpretación del derecho internacional tan cuidadosa como pizpireta, Bates y su mujer Joan declararon la independencia del fuerte y se autoproclamaron regentes de la nueva nación, a la que llamaron Principado de Sealand (Martierra). Acababa de nacer el país más pequeño del mundo en su momento.
Al declarar la fundación del nuevo país, Bates terminó con el trasiego pirata de una vez por todas, porque las aguas cercanas a la torreta se convertían en aguas jurisdiccionales del país y los intentos de internarse en ellas suponían un acto de hostilidad. Y podían responder. Y tenían cañones de artillería, no olvidemos que eso era un fuerte defensivo. Aun así, todo parecería un asunto poco serio, una pantomima británica, pero el caso es que, en 1975, tras algún escarceo con la justicia británica, los Bates redactaron una Constitución. Y además de la carta magna, introdujeron su propia moneda, el dólar de Sealand, cuyo cambio oficial siempre es el dólar estadounidense. También diseñaron una bandera, compusieron un himno y comenzaron a editar su propio pasaporte. Todo ello bajo un escudo de armas que rezaba el siguiente lema: "E Mare Libertas" (Libertad desde el mar).
Tras todo este despliegue de oficialidad, estaba la idea de que Sealand fuese reconocido como Estado soberano por alguna nación del mundo. Los Bates vivían entregados a la causa pero sin resultado porque, bueno, porque el resto del mundo sí se tomaba su país a cachondeo. Y eso que tenían aeropuerto propio (bueno, helipuerto propio). El caso que sus anhelos de reconocimiento internacional estuvieron a punto de hacerse realidad en 1978, y no precisamente gracias al himno ni a la bandera. Exactamente el 19 de agosto de 1978.
En la lancha iba un abogado alemán llamado Alexander Achenbach, que tomó la plataforma con la ayuda de los mercenarios. Él se autodenominaba Primer Ministro de Sealand, pese a que lo único que poseía era uno de los folclóricos pasaportes que expedían los Bates como souvenir.
Como un James Bond de marca blanca, Michael Bates, hijo de Paddy y Joan y heredero del Principado, se deshizo de sus captores gracias a unas cuantas ametralladoras Sten que tenía escondidas en la plataforma. Tras varios forcejeos, el hijo de los Bates retomó Sealand, capturó a Achenbach y le acusó formalmente de alta traición.
Mientras, los mercenarios se largaron a toda prisa porque no les pagaban lo suficiente para tanta tontería. Tras la captura de Achenbach, y sus dos amigos posaron con el prisionero y unas escopetas porque la posesión de ametralladoras militares era una cosa bastante prohibida. En la foto de finales de los 70 se les ve con pantalones de campana y unas patillas enormes que más que intrépidos guerreros parecen Los Chichos.
El asalto abrió una puerta al reconocimiento internacional del país. Y me explico: como en Sealand no había departamento de justicia, el abogado permaneció detenido allí bajo fianza de 75.000 marcos alemanes (unos 35.000 dólares de la época). Aquí la historia se puso peliaguda porque, por supuesto, Alemania no estaba dispuesta a aguantar que un ciudadano de su país permaneciese, a todos los efectos, secuestrado. Así que enviaron a un diplomático desde la Embajada en Londres para negociar la liberación de Achenbach. Al final, Paddy accedió a liberar al reo, pero no como acto de derrota sino más bien al contrario; declaró que la visita de un diplomático alemán a suelo soberano del Principado de Sealand constituía el reconocimiento de su país por parte de la República Federal Alemana. Pero Alemania dijo que de eso nada, tíos, esto que tenéis montado ahí es una mandanga y no se lo cree nadie.
Desafortunadamente para los Bates, el reconocimiento de Sealand nunca se produciría porque, en 1987, el Reino Unido amplió su franja marina hasta las 12 millas náuticas de la costa absorbiendo a Sealand dentro del territorio inglés. Pero Sealand, se alguna u otra manera, sigue allí. Y le ha pasado de todo: ha sufrido incendios que tuvo que pagar la marina británica. Se ha visto envuelto en entramados de tráfico de drogas (orquestados de nuevo por el abogado alemán de marras). Se ha intentado vender a casas de apuestas para operar como casino. Incluso cuando detuvieron al asesino de Gianni Versace, portaba uno de los pasaportes del país.
Actualmente, en Sealand solo viven tres cuidadores que se rotan en turnos. Sealand sigue siendo uno de los países más pequeños del mundo (aunque no esté reconocido) y, tras la muerte sus padres, Michael sigue vendiendo sus pasaportes, sus monedas y sus banderas, más como souvenirs que otra cosa. También organizan visitas a la plataforma, aunque son difíciles de comprar. En cambio, lo que si se sigue vendiendo son los souvenirs. Michael afirma que cada día le llegan a su página web centenares de solicitudes de pasaportes, banderas y monedas, pero que los artículos más solicitados son los títulos nobiliarios.
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