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Cerrado por jubilación: los pequeños comercios no consiguen mantenerse abiertos en el centro de las ciudades

La tienda de tejidos San Andrés; la Librería Horizontes; el comercio de muebles Ezcurdia o el local de artículos hippies, Jitu, en el centro de Pamplona, prevén cerrar por jubilación. Conocemos las historias que hay detrás del mostrador de estos pequeños negocios

Cerrado por jubilación: los pequeños comercios no consiguen mantenerse abiertos en el centro de las ciudades

Pamplona

"No veas qué llorera" el día que Juan Goñi colgó el cartel de liquidación por jubilación en su librería. Las vecinas del barrio, muchas de la Residencia Religiosas Angélicas, le pedían que se quedara, que no cerrara la tienda de libros y material escolar que abrió en el centro de Pamplona hace ahora 36 años. Hace ya tiempo que Juan superó la edad de jubilación, y aunque le toca retirarse, nadie quiere hacerse cargo del negocio y él es de a los que les cuesta abandonar a sus clientes. Por eso liquida y compra género al mismo tiempo: "Aquí he visto crecer a la gente del barrio, y me siento orgulloso de cómo he vivido. Si volvería otra vez a nacer, me habría gustado llevar una tienda", reflexiona al otro lado del mostrador.

La historia de Juan es ejemplo de una tendencia que crece en prácticamente todas las ciudades: el cierre de los pequeños negocios, la desaparición de la vida comercial de proximidad en los centros. Solo en Pamplona, el Diario de Navarra contaba hace unos meses que prevén echar la persiana más de una veintena de negocios "de toda la vida".

A pocos metros de la papelería de Juan, Myriam Ezcurdia vende al 50% los muebles de la tienda de su padre, que falleció en el año 2020. Un negocio familiar que abrió a principios de siglo XX y que lleva décadas amueblando la casa de los pamplonicas. Cuenta Myriam que en los años 80 su padre y su abuelo ya vendían muebles "tipo IKEA", que los podía montar uno mismo en casa; y otros con un tratamiento en el barniz que permitía dejar el cigarrillo encendido encima de la madera hasta cinco minutos y no se marcaba. Ahora, la tienda está de liquidación porque ninguno de los tres hermanos quiere continuar con el negocio familiar. Emocionada, Myriam mira a su alrededor y ve cómo se vacía poco a poco la tienda donde creció viendo a su padre: "Hay una parte emocional muy fuerte, ver cerrar un negocio que ha sido impotante durante tantos años da pena".

Con el cierre de los pequeños comercios muere también una parte de la vida de barrio. Pedro Astiz y Ana Erro, por ejemplo, son testigos de "la soledad" de muchas de sus clientas en su tienda de tejidos San Andrés, en el casco antiguo de Pamplona. El comercio donde venden telas y ropa de hogar se ubica desde hace 83 años en una casa centenaria donde cuentan con orgullo que se alojó San Francisco Javier cuando fue a estudiar a Pamplona. Pedro es la tercera generación de comerciantes de su familia, que acaba con él porque sus hijos ya no continúan con el negocio familiar. Ahora, tanto él como su esposa tienen previsto bajar la persiana y "disfrutar un poquito de la vida", que para Pedro es: estudiar psicología, viajar y apuntarse a un voluntariado.

Valentina Rojo Squadroni

Uruguaya de nacimiento, catalana de adopción...