Alberto González Amador, un esforzado ciudadano de la villa y corte que eligió camuflarse como un contorsionista
Pensé en aquellos programas de testimonios en los que las invitadas aparecían con pelucón rubio platino siendo más reconocibles que nunca
Madrid
Pensaba en qué hacemos cada una de nosotras cuando queremos pasar desapercibidas. Algún truco tenemos. A mí me funcionan mucho: la mascarilla del covid, las gafas de sol (no de famosa de aeropuerto, unas normales), a veces una gorra. Discreta, colores neutros, poca joya, el pelo de casi todas cuando quiero ser una más en el lugar donde quiero camuflarme.
Alberto González Amador, un esforzado ciudadano de la villa y corte que eligió camuflarse como un contorsionista
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Pensaba luego en las cosas que les funcionan a otros: un cambio de look radical, el móvil en la boca como si fuera una tostada de pan de molde, los brazos en escorzo, llevar una peluca -detalle que no tenía-, meterse en un taxi como un experto contorsionista… Vamos un jardín de padre y muy señor mío. Esta segunda opción es la que escogió ayer Alberto González Amador para esquivar a la prensa a la salida de los juzgados de plaza de Castilla.
González Amador, pareja de la mujer que ayer decidió, por primera vez en su vida laboral como presidenta de la Comunidad de Madrid, no tener agenda, y tenía que acudir ayer a declarar ante el Juzgado de Instrucción número 19 de Madrid como investigado por defraudar supuestamente 350.951 euros a Hacienda entre 2020 y 2021.
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Los periodistas, pese a que estaban advertidos de que es un ciudadano absolutamente normal, apostaban en la puerta mucho antes de las diez de la mañana y en su cabeza estaba la imagen que hemos visto repetida una y mil veces. Esa melena densa y con ese corte de pelo tan mainstream en la derecha madrileña, una camisa de gran almacén de cuadros, un tipo desprovisto de logos (esperamos que también profundamente enamorado) del que luego supimos que tiene cochazo y pisazo. Es un esforzado ciudadano de la villa y corte.
Y lo que pasó es que González Amador quiso dar esquinazo rapándose al dos la cabeza y el rostro, haciendo una cosa rarísima con el cuerpo y evitando responder a esos periodistas que intentaban confirmar su identidad con un tímido: ¿Alberto?
Pero Alberto no habló y se camufló regular, pero durante unos segundos España fue un sainete de los hermanos Álvarez Quintero, cuando varios testigos afirmaron a algunos periodistas que González Amador, estando dentro de los juzgados, intentó no sin enorme dificultad ponerse una peluca, quién sabe si para que no le reconocieran o quién sabe si porque echaba de menos la melena que lo ha acompañado durante tanto tiempo.
Yo pensé en mis referentes, con los que me he criado, pensé en Santiago Carrillo y hasta en el Dioni, y también en Michael Jackson y en las gafas que le tapaban media cara a Rocío Jurado cuando paseaba por Barajas y que la hacían más Jurado que nunca. También pensé en aquellos programas de testimonios en los que las invitadas aparecían con pelucón rubio platino siendo más reconocibles que nunca. Y necesité que este dato fuera real. Necesité que este señor, una vez alcanzada la fama, haga este tipo de cosas, que tenga esos y otros detalles locos como fórmula para camuflarse. Necesité que antes de salir de casa su pareja le dijera: “Móvil en la boca, haz como si hablaras, ya verás cómo nadie se entera”. Necesité y necesito que a partir de ahora nos sorprenda en todas sus apariciones.
Para confirmar algo que mi amiga Paloma y yo sostenemos desde hace mucho tiempo. Que seguimos siendo, a pesar de todo, el mejor país.
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Ángeles Caballero
Periodista. Colabora en 'Hoy por Hoy', con Àngels Barceló. Escribe en El País. Y habla en La Sexta.