La cárcel de Ventas: el almacén de reclusas del franquismo

La cárcel de Ventas es el hilo conductor entre la generación que perdió la Guerra Civil y la generación que luchó para recuperar la democracia en España. Así lo cree Dulce Caballero, que entró en esa prisión cuando tenía 19 años, con el recuerdo de la condena a muerte de su padre. Algo parecido pasa con Julia López Turpín, que acabó malviviendo en la misma prisión donde estuvo su tía con dos hijas. El caso de Nati Camacho va más allá. Ella fue la tercera generación de mujeres de su familia que acaba en esa cárcel por sus ideas políticas. Por allí, pasaron Las Trece Rosas y su ejecución constituyó un hito en el relato militante antifranquista.

La prisión que nació como la 'Prisión Modelo' de Victoria Kent, se convirtió en un 'almacén de reclusas', en el que poco importaban las condiciones de vida, porque era una cárcel pensada para estigmatizar. "El régimen franquista satanizó la figura de la roja", explica el historiador Fernando Hernández que ha estudiado a fondo la vida dentro de esa prisión. Se estigmatizó a las mujeres "desde el punto de vista político", pero también "de género" porque la "miliciana era una mujer que se había puesto un mono de trabajo y había tomado las armas". En ese sentido, "las rojas por excelencia estaban encarceladas en Ventas".

El sufrimiento de las madres

Era una prisión hostil en la que no había excepciones, ni siquiera para las presas con hijos. La historiadora Laura Bolaños ha centrado su investigación en recuperar documentación sobre las mujeres que malvivieron en esa cárcel: "La mortalidad era elevadísima. Imagínate estar encarcelada y perder a tu hijo o a tu hija en prisión; no poder alimentarle porque tampoco tú te puedes alimentar correctamente". La prisión, además, no podía satisfacer las necesidades femeninas más básicas, porque en Ventas, nunca hubo un ginecólogo. Solamente se hizo una excepción cuando hubo que certificar si una de las presas estaba embarazad y cuando se certificó que no estaba embarazada, fue ejecutada.

La directora general de prisiones Victoria Kent diseñó una cárcel innovadora. Planteó incluso que hubiera un cuerpo especializado de funcionarias, pero con el franquismo, todo cambió. Se permitía que estuvieran al cargo de las reclusas 'las víctimas de la barbarie roja' y ahí, explica Hernández, entraba en juego un "mecanismo de venganza".

Justa Freire

A pesar del hacinamiento y las malas condiciones de vida, hubo algunas reclusas que intentaron hacer más llevadero el encierro. Es el caso de la profesora Justa Freire, que pasó tres años en la prisión, en la época del hacinamiento y la mortandad. Esta profesora de la Institución Libre de Enseñanza organizó un coro y daba clases de inglés a las mujeres de Ventas. "Era la mejor profesora de inglés. Coincidió con mi madre y mi abuela y una doña Antonia que les enseñaba francés", recuerda Nati Camacho. Toda una generación de personas como Justa Freire, que no estaban especialmente radicalizadas, "fueron machacadas", recuerda Fernando Hernández. Mujeres como ella fueron depuradas y nunca más volvieron a ejercer su profesión en centros públicos de enseñanza.

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Memoria viva

La memoria de las presas de Ventas sigue viva gracias a la labor de historiadores y fundaciones como la Fundación Rosa Luxemburgo. Su presidenta Amelia Martínez-Lobo insiste en la importancia de iniciativas como la web Cárcel de Ventas y señala que "lo que no se cuenta desaparece". En España, "se ha contado ese relato de que la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición - que defiende Naciones Unidas - son incompatibles con la convivencia y que, por tanto, la impunidad, era imprescindible para la reconciliación. Se ha ido hilvanando una pedagogía que justifica el desconocimiento de nuestra historia".