El globo terrestre se queda pequeño para Rosa María Calaf, que a sus 78 años ha estado en 184 países. Con ella han viajado los millones de españoles que a lo largo de sus 40 años de carrera profesional han seguido sus pasos para conocer las noticias de los lugares más remotos y peligrosos del mundo. De su cobertura del tsunami en el sudeste asiático de 2004 a la homosexualidad en España, la reportera, con su icónico cabello rojo y mecha blanca, ha pasado a la historia como una de las grandes figuras del periodismo de nuestro país. Licenciada en Derecho, Calaf tenía aspiraciones para ejercer la carrera diplomática, pero no dudó en aprovechar la oportunidad de probar suerte con el periodismo cuando se le puso delante. Comenzó en una radio en Barcelona, siendo la primera mujer en ser reportera en la ciudad condal, para posteriormente convertirse en uno de los rostros más habituales de TVE, casa en la que ha trabajado durante 37 años como corresponsal en numerosas ciudades como Pekín, Nueva York, Roma y Moscú. Calaf ha conseguido «aportar la visión femenina de todos los problemas», alegato reivindicativo que ella misma explicó en los años 70 y que ha definido la esencia de su trabajo. Este jueves se ha puesto ante las cámaras de «En Primicia» de La 2 de RTVE para repasar junto a Lara Siscar su carrera como periodista. Admiradores y colegas de profesión como David Jiménez, Paloma del Río, Maruja Torres o Enric González repasan las hazañas de Calaf, su personalidad independiente y su espíritu curioso e insaciable. Entre las muchas cosas tratadas en los más de 55 minutos que dura la entrevista, Rosa María Calaf trata los peligros a los que se enfrentan las mujeres periodistas, especialmente en la cobertura de conflictos. Rosa María Calaf reconoce a Lara Siscar que la posibilidad de ser violada durante un conflicto es uno de los mayores peligrosos a los que se enfrentan las mujeres periodistas, junto a, evidentemente, la posibilidad de muerte. «La sexualización del ataque es algo que está ahí», explica la reportera. Es precisamente sobre esta peligrosidad sobre la que Calaf vierte luz y habla desde su propia piel lo vivido en un incidente en Yugoslavia en los años 90. «No hablé de ello en su momento porque me parecía que era distraer la atención del tema real, que era lo que sucedía a las mujeres locales», reconoce la corresponsal y asegura que, en su momento, no veía necesario contar que ella misma había sido víctima de un intento de violación. El incidente tuvo lugar durante su cobertura de la guerra de los Balcanes y fue perpetrado por la mano derecha del general Dragomir Milosevic. «Al final no pasó nada, fue un intento», recalca Calaf. Aunque en su momento decidió guardar silencio, animada por compañeros de profesión, hace una década que Calaf decidió contar su experiencia para dar voz a este problema al que se siguen enfrentando muchas profesionales de la comunicación. «Hay que pelear por que deje de ser un gaje del oficio porque evidentemente no es tolerable», añade la periodista. En ese sentido, David Jiménez, exdirector de «El Mundo», incide en la profesionalidad de Calaf y su respeto a las personas que daba voz en sus reportajes. «Ella jamás se ha puesto como protagonista en ninguna de las historias que ha cubierto, ha tenido siempre muy claro que los protagonistas son las personas que están sufriendo el conflicto», añade.