El cómic checo renace con el color de la democracia
Una exposición en Madrid recuerda los tiempos de la censura y la opresión en Checoslovaquia y presenta el auge imparable del cómic como herramienta creativa y de denuncia en la actual República Checa
La historia del cómic en la República Checa hunde sus raíces en los inicios del siglo XX, pero es aquí y ahora cuando está viviendo su momento de mayor auge interno y también de crecimiento internacional. Y "Aquí y Ahora" es el título de la exposición que nos lleva de viaje por este renacimiento en la Casa del Lector del Matadero de Madrid.
Un recorrido breve por ilustradores como Jaromír Svejdik o Pavel Cech, que vivieron los años de la censura del régimen comunista checoslovaco, y por autoras al alza como Lenka Simeckova, totalmente integradas en los temas del siglo XXI como el feminismo o la soledad en el mundo actual. Un recorrido que va de la dictadura a la democracia, de la opresión a la libertad, de los recuerdos a las esperanzas, del blanco y negro dominante a la experimentación con los colores.
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Todo un siglo resumido en viñetas en donde vemos a niños y adolescentes de otro tiempo, protagonistas de los cómics vigilados por el Estado en los que clubes de amigos vivían aventuras con fines didácticos para el lector, y en los que también vemos a niños y adolescentes de este tiempo, enfrentados a los temores de la vida adulta del siglo XXI o la vida en grandes ciudades.
El cómic y la memoria histórica
Hablamos con uno de los llustradores de la exposición, Jaromír Svejdik, de visita en Madrid en las mismas fechas en que estaba abierta la Feria del Libro. Ilustrador de "El Castillo" de Kafka en su versión cómic, es también quien pone imagen a historias como la de los hermanos Masin, líderes de un grupo de resistencia contra el régimen comunista a quienes imagina en "De momento, bien", o la del ferroviario traumatizado por la guerra y la relación que ésta guarda con los viajes en tren a quien dibuja en "Alois Nebel".
"Viví en la Checoslovaquia comunista. Era uno de los jóvenes que llevaban pelo largo, había gente punk, así que estábamos bastante confrontados con el régimen y la policía, continuamente nos paraban por la calle y nos registraban. Por otra parte, entre esta gente existía una gran solidaridad, nos reconocíamos entre nosotros, en cualquier ciudad donde llegábamos nos reconocían y nos ayudaban mucho. El régimen era realmente brutal.", nos relata. Eran tiempos en los que no quedaba otra que intentar sortear la censura con imaginación para poder acceder a obras extranjeras, tanto gráficas como musicales (Svejdik también forma parte de un grupo), lo que empujaba a los artistas a la clandestinidad: "Nos enterábamos de las cosas de fuera leyendo copias clandestinas de obras que estaban censuradas, y lo mismo pasaba también en la música: la gente tenía cintas magnetofónicas y grababa música de todo el mundo."
Svejdik recuerda la esperanza que supuso la separación pacífica de la República Checa y Eslovaquia, y teme la regresión actual en su país y en Europa. "Estaba convencido de que cuando se murieran los viejos comunistas, nadie más tenía que pensar sobre estas cosas, sobre un régimen totalitario. Sin embargo, temo mucho que está volviendo de nuevo y que la gente que no lo ha conocido no se da cuenta de lo terrible que puede llegar a ser. Por eso intento ser comprometido, no por mí, sino por mis hijos, ya que no me gustaría que tuvieran que vivir algo parecido".
Monos, fantasmas y tesis doctorales
Alrededor de medio millar de publicaciones pueblan el mercado checo del cómic cada año, y de ellas ya el 20% son obras de autores nacionales. Las historias biográficas e históricas siguen teniendo un importante peso en la producción checa, pero el color y las historias contemporáneas van ocupando también nuevos espacios.
Historietas como la que protagoniza "Jarmil", un mono que vive entre humanos, que no puede hablar, pero sí es capaz de llevar al límite las reglas sociales. La obra de Marek Rubec ha dado el salto internacional al ser traducida al inglés. Historietas que tienen como escenarios los callejones o bosques urbanos descontrolados de Pavel Cech o por donde se mueven los personajes fantásticos y de corte gótico de Lenka Simeckova, cuya tesis doctoral fue un cómic de 60 páginas.
"En Chequia se pensaba que el cómic era solo para niños o, como mucho, para adolescentes.", cuenta Svejdik, "y nosotros vinimos con la idea de que queremos que lo lean también adultos, que sea para todos. Han aparecido muchos autores jóvenes y ultimamente se involucran también mujeres, lo que me parece perfecto porque aportan feminismo, emancipación, lucha contra la violencia, etc., los temas que mueven la sociedad, sobre todo, a la gente joven". Y concluye con un alegato para seguir dibujando, generando lazos entre el ilustrador y el que lee: "siguen pasando cosas nuevas. No sé si el cómic puede cambiar algo, pero es capaz de despertar simpatía, solidaridad y pensamientos sobre dónde venimos".
Antonio Martín
Redactor de la sección de Internacional. Se incorporó a la Cadena SER en 2005 y desde entonces ha formado...