Orgullo
Hoy con esta palabra nos referimos al sentimiento de satisfacción por los logros propios o por algo que nos concierne profundamente, lo que los primeros académicos definieron poéticamente como “hinchazón de corazón”.

Orgullo es una palabra que nos viene del antiguo alemán urguol, que más tarde fue urgoli para los francos y orgull para los catalanes. Desde allí llegó a los castellanos, que le añadieron la o final. Aquel urguol remoto nombraba lo insigne, lo excelente. Hoy con esta palabra nos referimos al sentimiento de satisfacción por los logros propios o por algo que nos concierne profundamente, lo que los primeros académicos definieron poéticamente como “hinchazón de corazón”. Junto a esta palabra también registraron orgulleza, ya entonces, hace tres siglos, señalada como voz anticuada. Sin embargo, sirvió para crear el verbo enorgullecer, que cerró el paso a un posible verbo “orgullear”.
Pero el orgullo es una palabra polisémica, porque con ella nombramos la arrogancia, el sentimiento de superioridad, lo que los romanos llamaban superbia, para nosotros soberbia, o con la palabra vanitas, para nosotros vanidad, con la misma raíz que vano: vacío, hueco... La distinción entre un sentido y otro a veces se concreta con la mera apariencia del individuo orgulloso. Y si no es así, se percibe claramente con el verbo escogido para completar la palabra, porque no es lo mismo ser orgulloso que sentirse orgulloso. Y estos días prosperan como florecillas los vanos soberbios incapaces de sentirse orgullosos de que nuestro país sea uno de los epicentros del orgullo mundial.




