Vacaciones

Quizás unos hayan regresado, muchos las estarán disfrutando y nosotros estamos a punto de tomarlas. Y por eso no encuentro hoy mejor palabra que vacaciones. Un término que nos llegó del latín vacatio a partir del verbo vacare, que para los romanos significaba estar libre, desocupado o vacío. De aquella raíz culta referida al vacío, los castellanos llenaron de significado un puñado de palabras: vacante, para nombrar un cargo o una plaza que está por ocupar; vacuo, para referirnos a lo falto de contenido o insustancial; o evacuar, dejar algo vacío. Corominas especula con que la palabra vaguada, de origen incierto, podría ser evolución de vacuada. Y tendria sentido, porque esa hondonada en los valles es un vacío por el que circulan las corrientes naturales de agua.

Las vacaciones llegaron al diccionario muchísimo antes que a las empresas. Fue en 1739 y los académicos las definieron como “suspensión temporal de un negocio, de los estudios o de un trabajo”. En el siglo XVIII, solo los aristócratas podían permitirse el lujo. Para que fuera un derecho de los trabajadores hubo que esperar al siglo XX. Gramaticalmente, vacaciones es una de esas palabras cuyo número podemos variar los hablantes a nuestro gusto. Por eso unos celebran la navidad o las navidades, viste pantalón o pantalones, o desea la vacación o las vacaciones. Existe un verbo, vacar, para expresar que estamos de vacaciones, pero su uso es extraño. Nadie dice “yo vaco en Marbella” ni pregunta “¿dónde vas a vacar?”. Por eso, los hablantes de español en América acuñaron el verbo vacacionar, más práctico que veranear, porque también vacacionamos en otras estaciones. También acuñaron el sustantivo vacacionista, y esos términos se van extendiendo poco a poco a esta orilla del Atlántico. Son palabras que nos remiten al vacío, pero nos llenan de alegría.