Pues se va acabando el verano en la radio. El lunes, cuando vuelva Àngels aquí, recordaremos aquello de que ya no hay veranos como los de antes, o quizá es que hayamos idealizado un punto cómo eran antes los veranos. En unas pocas semanas parecieron pasar todas las cosas: el atentado contra Donald Trump, la renuncia de Joe Biden, la candidatura de Kamala Harris. Venezuela. Los bombardeos contra Gaza -más de 40.000 muertos- y el fracaso del alto el fuego; la incursión de Ucrania dentro de Rusia. En España, el asesinato de un niño de 11 años, de nombre Mateo. Los bulos y el señalamiento. El odio, incluso, contra el portavoz de esa familia. La realidad de la inmigración y el debate de ahora sobre la inmigración. La victoria en la Eurocopa. Los juegos de París. El juez Peinado en la Moncloa. El acuerdo en Catalunya. La polémica con el concierto. La investidura de Salvador Illa. Y Puigdemont. Que estaba, y de pronto se fugó, entre sombreros de paja. Las cosas, en fin, se han seguido acelerando con la inevitable pregunta de si no asistimos a veces a una serie con un guion de giros imprevistos. O sin guion. Será por esta velocidad o por el tono del debate; será por las redes -virtuales, pero que generan un clima real- por el que a menudo queda un desasosiego, una especie de malestar, que invita a mirar de lejos o a no mirar. Y quizá la respuesta esté en lo que el verano nos da o esperamos de él: cierta distancia que no es indiferencia, sino perspectiva y, si hace falta incluso, una saludable ironía. Eso, por muchos tuits o frases crispadas, que no nos lo quiten. El lunes, nueva temporada en Hoy por Hoy.