Pleito
La lentitud de la justicia no es cosa nueva y la sabiduría popular ha acuñado sentencias que advierten sobre ella, "pleitos tengas y los ganes", o que aconsejan "más vale un mal acuerdo que un buen pleito"
Madrid
La lentitud de la justicia no es cosa nueva y la sabiduría popular ha acuñado sentencias que advierten sobre ella, "pleitos tengas y los ganes", o que aconsejan "más vale un mal acuerdo que un buen pleito". Todos sabemos lo que es un pleito, una disputa, un litigio... Sabemos también que no solo se dan en los tribunales: tenemos pleitos en el ámbito doméstico, en nuestras relaciones privadas o profesionales, y pleitos que acaban en el campo de batalla. Y con este poso de riña que tiene la palabra, sorprende la quinta acepción del término, en desuso, que nos habla de un pacto o un convenio. Esa era la primera acepción en el primer diccionario académico.
Y ese sentido nos lleva a la raíz latina de la palabra, porque pleito viene de "placitum”, que a su vez deriva del verbo “placere”, que es lo que parece, gustar, suscitar placer. En Roma “placitum" era una sentencia. Los castellanos dieron la vuelta al término y nombraron con la palabra pleito el proceso que lleva a una sentencia o a un acuerdo, en el mejor caso. A quien pleitea en un litigio judicial lo llamamos pleiteante, a quien lo hace en otros ámbitos, pleiteador. A quien tiene tendencia patológica a buscar pleitos o provocarlos lo llamamos pleitista en España y pleitero en América. Y para quienes visten toga, esos abogados enredadores que andan buscando pleitos debajo de las piedras o los defienden con desgana, el genio del idioma creo una maravillosa palabra: picapleitos.
La palabra del día | Pleito
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