B
Tan potente es la carga semántica que ha adquirido esta letra que ya ni siquiera es imprescindible usar sustantivos para entendernos. Que levante la mano quien nunca haya recibido la oferta: “¿lo hacemos en b?”
Madrid
Decía Marta que lo de cara B les sonará a chino a muchos jóvenes de hoy, tan raro como si les hablamos de lo que era poner una conferencia, bajar la bandera o escuchar el transistor. Sin embargo, aún sin saberlo, pueden intuir su significado porque la letra b, como adjetivo, se ha convertido en paradigma de muchas cosas. Y casi todas, malas. En una enumeración, funciona como un ordinal y su posición, siempre detrás de la a, a su sombra, ha servido para nombrar lo segundo y, más tarde, por inercia, todo lo secundario, sea un equipo de Segunda B o una película de serie B.
Muchas caras b fueron mejores que las a, pero la decisión de la discográfica dejaba clara su apuesta y marcaba el camino al mercado. Sucede con la cara b lo mismo que con un plan b, que no necesariamente es malo o peor que el a, pero es siempre es menos preferible. Aunque su estigmatización definitiva llegó de la mano de la economía que se apropió de esta letra, inicio de palabras buenas, bellas y brillantes, para nombrar lo oscuro, lo que se aleja del negocio limpio o escapa al control de Hacienda: la caja b, la contabilidad b o el dinero b. Tan potente es la carga semántica que ha adquirido esta letra que ya ni siquiera es imprescindible usar sustantivos para entendernos. Que levante la mano quien nunca haya recibido la oferta: “¿lo hacemos en b?”.
La palabra del día | B
02:17
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