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San Sebastián 2024 | 'Querer', un formidable estudio del consentimiento dentro del matrimonio con una gran Nagore Aranburu

Tras el éxito de 'Cinco lobitos', Alauda Ruiz de Azúa estrena su primera serie, 'Querer', una disección de la violencia sexual dentro del matrimonio y una reflexión sobre el consentimiento

Fotograma de 'Querer' con Nagore Aranburu y Pedro Casablanc / MOVISTAR PLUS+

San Sebastián

El Festival de San Sebastián arrancaba abriendo de nuevo el debate en torno al consentimiento, un tema que ha marcado el debate feminista y el debate social en nuestro país en el último año. Soy Nevenka, el filme de Icíar Bollaín, utilizaba un caso real y muy mediático, ocurrido en el pasado, para indagar en cómo se produce el acoso y cómo se comporta una víctima. Su película es la reparación para Nevenka Fernández, pero también la confrontación a aquellos que piensan que una mujer no es acosada si pone freno a tiempo. Alauda Ruiz de Azúa, directora de una nueva generación del cine español, que tiene como referente, entre otras, a la propia Bollaín, cierra esta edición del Zinemaldia este año con una serie, Querer, que vuelve a ahondar en los límites del consentimiento, pero lo hace desde un lugar todavía más complejo: el seno del matrimonio.

"Me parece un terreno sin explorar. Me generó muchísimas preguntas para las que yo no tenía respuesta, ¿cómo se juzga una cosa así? ¿Cómo lo juzga una familia? ¿Cómo se llega a ese escenario? En un matrimonio, que igual empezó con un noviazgo tradicional de relaciones consentidas y, de repente, se ve un escenario de violencia sexual, ¿Cómo sale alguien de eso? Todas esas preguntas me hicieron querer escribirla y dirigirla", nos cuenta la directora en una entrevista en la SER, momentos antes de que la serie se proyecto dentro de la sección oficial del festival.

Querer nos sitúa en las dinámicas de poder y violencia que surgen dentro de la familia, una institución patriarcal que ha evolucionado poco o nada en nuestra sociedad. La que dibuja Ruiz de Azúa, con ayuda de los guionistas Júlia de Paz y Eduard Solà, es una familia bien de Euskadi. Madre y padre y dos hijos que hacen su vida fuera de la casa familia, un piso de grandes dimensiones que denota el status económico de un empresario hecho a sí mismo y una madre que se quedó al cuidado de esa casa y de los hijos. Es interesante como la directora une el vínculo económico con el vínculo emocional y cómo estos acaban distribuyéndose en una jerarquía de poder donde las violencias aparece de forma muy sutil y calculada. "Algo que fue importante para mí, que es algo específico de la violencia sexual dentro de una pareja, fue la dificultad para identificarla, para para ser capaz de contar que la persona que quieres o que has querido, que ha sido tu marido, tu pareja, un novio, un amigo con el que tienes un vínculo afectivo, pueda ser tu agresor", contaba la directora. Una violencia que, muchas veces no es evidente. "A veces esa violencia sexual se sofistica".

Sutileza sería el adjetivo que mejor describe la puesta en escena y la narración de esta serie, de cuatro capítulos que estrenará Movistar Plus este otoño y que nos descubre a una actriz, Nagore Aranburu, a la que habíamos disfrutado en películas como Loreak, Irati o Competencia oficial, pero que aquí es la gran protagonista y lleva sobre sus cuerpo el peso de esta historia. Pedro Casablanc es el marido maltratador. Un personaje dibujado no como un ogro violento y machista, sino como un hombre normal, que podría ser nuestro padre, nuestro tío, nuestro abuelo o nuestro marido. Alguien con mala leche y a veces conatos de violencia verbal, controlador y machista, pero al que no le vemos venir. "Queríamos intentar entender a todos los personajes y no juzgarles. Empatizas con algunos más rápido que con otros, pero con el personaje de Íñigo también queríamos hacer un ejercicio para entenderlo, precisamente para no dibujar un cliché evidente", confiesa la creadora que durante el rodaje trató de responder a la pregunta de qué es violencia. "Hay mucha violencia que toleramos. Además la violencia es muy poderosa, porque, es curioso, puede ser invisible, pero yo creo que el mundo la nota, cuando ocurre algo violento te traspasa corporalmente".

Tampoco el retrato de la víctima es usual. Una mujer no siempre hace lo correcto, que no se desmorona en ningún momento y que es ella misma la que ha decidido denunciar y cambiar de vida. Algo difícil en situaciones similares, como nos contaba la directora. "Sí, hemos retratado mujeres víctimas de violencia sexual, hemos asistido al espectáculo de su dolor y de su víacrucis, por eso el nuestro es un personaje muy activo. De hecho, la serie empieza con su denuncia. Es ella la que tiene que buscar a los hijos para contarlo. Es ella la que busca asesoría legal". Tras la serie se insiste en que no hay una víctima perfecta de nada. "No íbamos a hacer una víctima perfecta, porque no existe. No tienen por qué ser perfectas. Eso sí que lo trabajamos desde el guión y con Nagore", insiste Alauda Ruiz de Azúa. "Nos gustaba también explorar que puede tener una conducta reprochable. Una persona que ha denunciado esto pero que ella también puede cometer errores, que lo puede hacer mal, que se le pueden reprochar cosas, que puede ejercer violencia sin darse cuenta", matiza la actriz".

Miguel Bernardeau es el hijo mayor, que no entiende lo que está haciendo su madre y quien se replantea su propia identidad. ¿Es igual de violento que su padre? ¿Heredará ese machismo estructural? "Creo que ya se vio en Cinco lobitos que me interesa indagar en qué heredamos de los padres. Aquí está eso y también en el momento en que te das cuenta, porque una cosa es heredarlo y otra, es ser consciente de lo que podrías estar heredando y tener que plantearte quién eres tú en esa situación. La educación afectiva es una de las cosas que heredas de una manera casi inconsciente. Y creo que el viaje del personaje de Aitor es muy bonito, porque habla de alguien que tiene que enfrentarse a ese dilema".

Iván Pellicer, Loreto Mauleón y Natalia Huarte completan el reparto, una de las grandes bazas de una serie que busca el realismo y la austeridad a cada paso. También en la puesta en escena, como explicaba la creadora. "Siempre la veía como muy sobrio. Por la sensación que quería generar en el espectador, tenía que ser algo sencillo, minimalista, tener cierta distancia con lo que veíamos". La decisión de poner la cámara a cierta distancia de los personajes le sirve a la directora para observar cómo el físico y su posición en el espacio doméstico y social también imponen violencia. "Era muy interesante ver simplemente esos cuerpos distintos cómo ocupaban el espacio ya de manera diferente. Había ya una situación de cierta desigualdad y de tensión, solo por eso, la serie me pedía cierta distancia con la cámara, me pedía aguantarla o escuchar lo que pasaba ahí y mucha sobriedad, como querer un poco que fuera todo crudo".

El guion de Querer es el resultado de una investigación profunda, de haber hablado con muchas mujeres que pasaron situaciones similares, pero también es el resultado de una evolución de la sociedad, donde gracias al debate feminista, la cuestión del consentimiento se ha puesto sobre la mesa. Se ha hablado mucho de ello y se seguirá hablando. Ahora el cine y las series abordan un tema que puede servir de espejo para muchas mujeres que sufren y muchos hombres que perpetran.

 
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