'Ardiente secreto', el descubrimiento de la madurez
Stefan Zweig firma una de sus primeras grandes obras, un relato sobre el paso de la niñez a la madurez
'Ardiente secreto', el descubrimiento de la madurez
Stefan Zweig nació en Viena en 1881. En 1942 se suicidó en Brasil, en Petrópolis, junto a su segunda esposa. Fue un escritor enormemente popular, tanto en su faceta de ensayista, poeta y biógrafo como en la de novelista. Es el autor de 'Veinticuatro horas en la vida de una mujer', 'Novela de ajedrez', 'Carta de una desconocida', 'Miedo' , 'Clarissa' o 'Viaje al pasado'. En 1944, aparecería su maravillosa autobiografía, 'El mundo de ayer', una auténtica obra maestra que todos deberían leer. 'Ardiente secreto' se publicó en 1911. Es una novela corta que te atrapa desde el principio, como todas las de Stefan Zweig. Nos habla de la pérdida de la inocencia, del paso a la madurez, cuando buscamos el secreto de la vida adulta, pero también nos habla de pasión y de amor.
Como señala Adolfo Torrecilla en Aceprensa, las novelas cortas de Stefan Zweig son un prodigio de eficacia narrativa. En pocas páginas queda esbozado el planteamiento de la novela. Zweig penetra en la psicología de un joven que siente que ya no es un niño y que, analizando el progresivo y sutil enamoramiento de su madre y un barón, descubre aquellos aspectos secretos que hasta ahora sólo había tenido oportunidad de leer en los libros; también capta agudamente las dudas interiores de la madre, que vislumbra en el asedio del barón una última oportunidad para reafirmar su feminidad y orgullo, aunque el aviso de la infidelidad esté siempre latente.
Como podemos leer en el blog Un libro al día, ya en las primeras páginas, el estilo inconfundible del autor austríaco nos da las pinceladas suficientes para enmarcar la historia en un paisaje que sirve de escenario de los devaneos amorosos del protagonista, pero la habilidad de Zweig se pone de manifiesto realizando un ligero cambio en la aproximación a la historia al cambiar el foco inicial centrando la figura no en el joven barón aparentemente protagonista, sino en el hijo de la mujer que pretende conquistar. Y es a través de ese enfoque donde Zweig despliega su magnífico talento pues vemos en el niño aparecer todas las dudas que seguirán de mayores, que nos perseguirán, y asoman la soledad, la incomprensión, el miedo a perder el cariño de los seres queridos o admirados y, por extensión, el autor nos transmite bajo la mirada del niño todos aquellos sentimientos que envuelven los corazones de los adultos.
Si ubicamos la novela en la prolífica vida literaria del autor, y siendo una de sus primeras novelas, es interesante ser testigos de cómo a los treinta años Zweig ya se encontraba en una madurez narrativa sublime, no únicamente por saber retratar a la perfección cada uno de los personajes, sino también para conocer y expresar qué ocurre dentro de ellos. En el momento de su publicación tanto la novedosa temática como su estructura resultaron revolucionarias y la obra fue generosamente elogiada por la crítica. Stefan Zweig nos sigue impresionando por su exquisita sensibilidad, su estilo elegante, potenciado con las descripciones minuciosas, las personificaciones de la naturaleza y las audaces comparaciones o contrastes, que obligan al lector a sentirse parte de la historia, ayudado por un narrador omnisciente y seductor.