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Sean Baker: "El sueño americano se ha 'glamurizado' en solo un deseo de riqueza y dinero"

El director estadounidense, ganador de la Palma de Oro en Cannes, estrena 'Anora', una de las películas del año donde cuenta la historia de amor entre una stripper y el hijo de unos oligarcas rusos, al tiempo que disecciona el sueño americano

Sean Baker, director de 'Anora' (Photo by Francois G. Durand/Getty Images) / Francois G. Durand

Sean Baker, director de 'Anora' (Photo by Francois G. Durand/Getty Images)

Madrid

Hay un director americano cuya denuncia va más allá de mostrar las fallas de esta meritocracia inexistente. Es Sean Baker que se ha centrado en sus películas en contar la vida de comunidades que ni siquiera pueden permitirse el debate sobre el sueño americano. Lo ha hecho a contra corriente, con un cine independiente, con un presupuesto ínfimo para los estándares de Estados Unidos. Rodó con un móvil Tangerine, una historia sobre una mujer trans, trabajadora sexual, un tema que ya había abordado en 2012 con su ópera prima Starlet, ambientada en el mundo del cine para adultos del Valle de San Fernando. Después, en The Florida Project contó con Williem Dafoe en el reparto, lo que dio al filme una mayor transcendencia, ya que el actor estuvo nominado al Oscar. En Red Rocket contó con A24 para su distribución y ahora, con su nueva película, Anora, con la que ha tenido un presupuesto mayor, ha ganado la Palma de Oro en Cannes. "El cine independiente siempre lo ha tenido difícil, pero ahora es extremadamente complicado en todo el mundo, pero especialmente en Estados Unidos", reconoce el director en una entrevista

Los presupuestos son cada vez más grandes, todo es más caro, nos cuenta, y es difícil conseguir distribución tal y como está la situación de la taquilla. "Para mí, como cineasta independiente al que le gusta explorar temas, esto es a veces determinante en cuanto a la elección del reparto", explicaba un autor que siempre ha contado con actores y actrices naturales, que se ponían, en muchos casos, pro primera vez delante de la cámara. Por eso, la Palma de Oro, el máximo galardón del festival y el mercado más importantes del mundo, ayudan a cineasta como él, además, cinéfilo empedernido. "El premio es muy importante porque me permite seguir haciendo este tipo de cine de la manera que quiero hacerlo. Y espero que inspire a otros cineastas independientes a seguir luchando y también a la industria a reconocer el cine independiente. Eso es lo importante", insistía.

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En su cine siempre hay una mirada a los márgenes, a los perdedores de un sistema neoliberal que no mira a quienes deja atrás. Su cámara ha dado la vuelto, se ha fijado en las madres solteras sin trabajo, en las trabajadoras sexuales, en los actores porno en paro y en los niños desatendidos. Siempre contando sus historias con humor, ternura y mirada política. En este caso, en Anora, nos cuenta la historia de amor de una chica de 22 años que trabaja como stripper en un bar de Nueva York. Una noche se enamora de un cliente, un ruso, hijo de unos oligarcas. Para ello, ha decidido usar distintos géneros. " Quería contar esta historia que, en última instancia, puede considerarse bastante trágica. Pero también quería presentárselo al público de la manera más entretenida posible para que se involucraran y conectaran con el personaje y sintieran empatía por ella", indica el director.

La película empieza casi como una fiesta, con momentos de alegría y de subidón, como si viviéramos la relación de la propia protagonista, a la que interpreta la estupenda Mikey Madison, joven actriz que nos enamoró en la serie Better things y a la que hemos visto en las últimas entregas de Scream. De ahí, saltamos al thriller y al drama. "De hecho, la película es muy pop en algunos momentos precisamente para atraer al público y mantenerlo entretenido, porque tengo claro que la base del cine tiene que ver con el entretenimiento. Lo tengo presente siempre, sin importar el tipo de historias que cuente, siempre me recuerdo que hay un público que quiere dejarse llevar, que está pagando la entrada con un dinero que le ha costado ganar y está dedicando su tiempo para ver tu película y tú tienes que cumplir con él", explica este admirador del cine de Ken Loach, sobre cómo el cine social puede conectar con un público mainstream.

La película da un giro y Sean Baker convierte lo que parecía el cuento de La Cenicienta, en una mirada dura y crítica con el sueño americano. "Lo más triste de todo es que el sueño americano se ha transformado en un deseo de riqueza, dinero y cosas materiales. Se ha glamourizado, se ha idealizado todo eso", insiste el director que muestra con su cámara la fascinación de esa joven, que es la fascinación que sentimos todos ante una lujosa mansión, un jet privado o la ropa cara. "Imagina que ere joven, tienes 23 años, como el personaje, que eres una persona trabajadora, que probablemente hayas tenido que trabajar duro para sobrevivir. Y de repente se te da la oportunidad de vivir y cumplir tu sueño, tu cuento de hadas. El cuento de hadas en Estados Unidos ahora mismo está muy relacionado con el dinero y con la riqueza. Es lo que he hecho al mostrar ese brillo", ahonda Sean Baker que rodó en casas reales. "El escenario principal del filme se corresponde con una mansión real diseñada para un oligarca ruso, en la que ahora vive un ruso estadounidense que, por cierto, está muy orgulloso de su hogar y nos permitió trabajar allí".

Sin duda, lo más interesante de la película es cómo da la vuelta a los relatos masculinos sobre el cuerpo de las mujeres y sobre las trabajadoras sexuales, que suelen aparecer en el cine como víctimas. Aquí se cambia esa male gaze que la cámara ha repetido en exceso, por una mirada respetuosa y horizontal hacia el cuerpo de la protagonista. "Esto era algo de lo que era muy consciente y teníamos que evaluar cómo íbamos a filmar esas escenas para mantenernos a veces muy neutrales, con una mirada clínica y objetiva y para eliminar la mirada masculina".

Sean Baker demuestra que se puede ser sexy, rodar con erotismo el cuerpo de la mujer y las escenas de sexo, de otra manera. Es precioso un contraluz en una de las escenas de cama, donde los personajes son a penas una sombra desdibujada, o cómo evita los primeros cuerpos cuando baila semidesnuda la protagonista. Reconoce que, en algunas escenas, querían mostrar cómo vería un hombre a esta mujer haciendo su trabajo. "Lo que hemos hecho es utilizar momentos de la película para mostrarle al público cómo ve uno a través de los ojos de los clientes de ese bar. En realidad, reflejábamos que ella es buena en lo que hace, que es una profesional. En esos momentos, podíamos debatir incluso si en realidad uso la mirada masculina o no. Pero creo que lo más importante es que hay que ser respetuoso con los personajes. A mi me encantan y quiero que al público les encanten también".

"A todas las trabajadoras sexuales, pasadas, presentes y futuras, dedicaba la Palma de Oro el director a las trabajadoras sexuales con un relato que no solo deshace el machismo de los cuentos de Disney, como La Cenicienta, sino también, de relatos que han marcado el imaginario colectivo en torno al trabajo sexual, como hizo Pretty Woman. Anora puede leerse como el reverso del filme protagonizado por Julia Roberts, que además es un retrato de nuestro tiempo. Baker, hijo de un abogado de patentes, creció en Nueva Jersey, en las afueras de la ciudad de Nueva York. Asistió a la escuela de cine en la Universidad de Nueva York. Pero no todo fue sobre ruedas, también tuvo que enfrentarse a una adicción a las drogas durante años que le cambió la vida. De ahí surgió quizá una mirada más amplia y horizontal que es la que le ha permitido fijarse en los problemas de los migrantes, de las mujeres en los márgenes y darles dignidad en la gran pantalla.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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