Bruja

Madrid

Aunque ya habían ardido muchas en la hoguera, especialmente durante un negro siglo XVII que empezó en Zugarramurdi y acabó en Salem, hubo que esperar al siglo XIX, a 1817, para que las brujas llegaran a nuestro diccionario. Tuvieron entrada propia desde el primer momento, eso sí, separada del masculino brujo. Porque ellos y ellas eran individuos que compartían la cualidad de tener un pacto con el diablo, según la creencia popular. Pero ellas, las brujas, eran además mujeres feas y viejas, malvadas y de aspecto repulsivo, y así aparecían en las novelas y en los cuentos infantiles. Lo mejor que se dice de ellas es que tienen capacidad de presentir lo que va a pasar.

Todas esas variantes femeninas, todas negativas, permanecen en el diccionario y en la lengua coloquial dos siglos después. En principio, un individuo apodado brujo nos parecerá un personaje fascinante, mientras una mujer calificada bruja nos sonará a arpía. Hasta la persecución debida a prejuicios sociales, políticos, laborales es aún bautizada como caza de brujas. En cuanto al origen de la palabra, unos dicen que tendría raíz celta, otros sostienen que germánica. Vamos, que su etimología también parece cosa de brujas...