Ponerle nombre a tu coche y otras formas de mostrar apego hacia los objetos
Raquel Mascaraque, periodista especializada en psicología, nos explica el significado del antropomorfismo y de cómo damos características humanas a animales, plantas o cosas inanimadas
Ponerle nombre a tu coche y otras formas de mostrar apego hacia los objetos
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Esta semana Raquel Mascaraque ha estado pensando el motivo por el que algunas personas le ponen nombre a su coche, así que se ha puesto a investigar y hay una palabra para esto de situaciones: antropomorfismo, que es la tendencia de darle características humanas a animales, plantas u objetos.
Es decir, ponerle nombre y género a tu coche o a tu peluche, hablarle con cariño a tus plantas o sentir que tus zapatillas viejas te miran tristes cuando las vas a tirar, vamos, humanizar tu entorno.
Esta humanización nos genera tranquilidad, es como la zona de seguridad y confort. Al parecer es más habitual en la infancia y va disminuyendo con la edad, aunque a muchas personas les sigue sucediendo a pesar de cumplir años.
Muchas veces, lo que sentimos por estos objetos tiene que ver con la memoria emocional. Ese viejo peluche o tu primer coche no son solo objetos: están llenos de experiencias, de momentos importantes, de recuerdos. En nuestra mente, esos objetos se convierten en una especie de cápsulas del tiempo que despiertan recuerdos felices y emociones profundas.
Además, el cariño a los objetos puede explicarse mediante la teoría del apego. Los psicólogos afirman que tendemos a apegarnos no solo a personas, sino también a cosas que nos proporcionan seguridad o nos hacen sentir bien. Es como si los objetos fueran 'anclas emocionales' que nos dan estabilidad en momentos de cambio o incertidumbre.
El papel de la dopamina
La dopamina está involucrada en estos procesos. Es una hormona relacionada con la recompensa, que se activa cuando interactuamos con objetos que nos hacen sentir bien. Por eso le hablamos al coche o abrazamos al peluche, al final tu cerebro literalmente te está recompensando por ello.
Al parecer esto está muy arraigado a nuestra biología, porque otra cosa que hacemos a menudo es buscar figuras o caras en nubes o en el gotelé, o ver caras donde no las hay.
Esto se llama pareidolia y sucede porque nuestro cerebro siempre está buscando patrones, te ayuda a reconocer a tu amigo que siempre ha llevado barba y de repente se la quita, pero claro, también te hace ver rostros allá donde en realidad no los hay. Es un mecanismo que nos ayudó a sobrevivir en nuestros orígenes como especie, permitiéndonos interpretar emociones y formar vínculos más rápido.