La historia que ha sacudido a EEUU: provoca un incendio para salir del zulo en el que ha estado secuestrado por su madrastra durante 20 años

Madrid

Hay casos que sacuden la actualidad que, por la crueldad de su naturaleza y su duración en el tiempo, es difícil creer que sean de verdad. La historia del monstruo de Amstetten o las tres jóvenes que permanecían secuestradas por un hombre en una vivienda de Cleveland y que fueron rescatadas por un vecino ya permanecen en nuestra memoria para siempre por el impacto que causaron. Esta semana ha trascendido una situación similar en Estados Unidos, la de un joven que ha permanecido durante 20 años en un zulo cautivo por su madrastra.

Los servicios de emergencias fueron a esa casa en Waterbury, al sur de Connecticut, alertados por un incendio. Según cuenta The New York Times, al bombero que le rescató entre las llamas ya le sorprendió su peso: era como si no tuviese nada en los brazos. Se trataba de un hombre de 32 años, que medía 1,75 metros y que apenas pesaba poco más de 30 kilos. Mientras le trasladaban en ambulancia a un hospital, la víctima fue relatando su historia: su padre y su nueva pareja le habían encerrado con 12 años, pasaba unas 23 horas al día en una habitación, hacía más de un año que no se duchaba y defecaba en periódicos.

Cómo provocó el incendio

Confesó también entonces que él había sido el que había provocado el incendio gracias a un mechero que encontró en una chaqueta vieja de su padre, fallecido hace un año. Leyó en una botella de desinfectante de manos que era inflamable y, echándolo sobre un montón de papeles de la impresora, prendió la llama.

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Cuando el fuego se empezó a agravar, su madrastra le abrió la puerta y él salió de su habitación pero se desplomó. Según contó a los policías, ella le había dicho que se levantara y se lavara la cara porque no quería que nadie viera lo sucio que estaba. La víctima no solo no le hizo caso si no que esperó en el suelo a que los bomberos le sacaran de allí: "No se levantó a propósito para que los bomberos se vieran obligados a cogerlo", señala la declaración jurada de la policía, que añade que "creía que era la única manera de salir de su situación”.

“Que eligiera ese camino para salvarse, es heroico”, señala al The New York Times en una entrevista el bombero que le rescató. “Ponerse a salvo confiando en nosotros: se salvó a sí mismo”, añadía.

Su vida durante 20 años

Al poco de ser encerrado, con 12 ó 13 años, se escapó para ir a la cocina y desde entonces reforzaron aún más la cerradura de su habitación. Las amenazas violentas hicieron que no volviera a intentarlo. Se le permitía salir de su habitación hora al día para hacer tareas domésticas. Salía solo para llevar al perro de la familia a hacer sus necesidades en el patio trasero escasamente durante un minuto. También le contó a la policía que, a veces, cuando su madrastra estaba fuera de casa, su padre le dejaba salir de su habitación para ver juntos la televisión, pero tras su muerte, su confinamiento pasó a ser casi total.

Dentro de su habitación, leía una y otra vez algunos libros y buscaba palabras que no conocía en un diccionario. Se educó a sí mismo, ya que no volvió a estar nunca más matriculado. En el último colegio donde estuvo estaban preocupados por el niño, ya que presentaba síntomas claros de desatención y tenía continuamente hambre. Cogía cosas de la basura y le robaba comida a los compañeros.

Los vecinos nunca supieron que en esa casa, además de los dos adultos y dos niñas —sus hermanas, fruto de la relación de su padre con su madrastra— había otra persona más. Su madre biológica nunca supo de él. Le entregó la custodia al padre, convencida de que con él el niño estaría mejor atendido. Ahora, cuando ha conocido lo sucedido durante estos años, dice que está siendo "una pesadilla muy fuerte”, pero dice estar muy orgullosa de él.