Qué pasa después del minuto de silencio: "El asesinato machista de mi hermana fue una bomba lapa que rompió a toda mi familia"
La hermana de Luz fue asesinada en 2013. Tenía dos hijos muy pequeños. Desde ese año, según datos del ministerio de Igualdad, 476 menores de 18 años se quedaron sin madre por culpa de la violencia machista

Qué pasa después del minuto de silencio: "El asesinato machista de mi hermana fue una bomba lapa que rompió a toda mi familia"
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Madrid
Desde que en el año 2013 las niñas y niños menores de edad empezaran a ser consideradas y consideradas víctimas de la violencia de género, 476 menores de edad se han quedado huérfanos porque su padre ha asesinado a su madre. Estas son las cifras oficiales, datos que recoge la Delegación del Gobierno Contra la Violencia de Género. Según estas estadísticas, el peor año fue el 2023, con 58 huérfanos menores, seguido del 2015 con 51.
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La Fundación Mujeres, que gestiona el Fondo de Becas Soledad Cazorla -que acompaña a las familias que asumen la crianza de estos pequeños- ha elaborado un informe con estadísticas que van desde el 2003 hasta el 2024. En esos años, la entidad asegura que han sido 969 los menores que han sufrido el asesinato de sus madres a manos de su progenitor. Alrededor de 893 si se contabiliza a los mayores de edad.
La cadena perpetua de la familia de Luz
El 20 de febrero de 2013 Guacy Rodríguez fue brutalmente asesinada delante de sus hijos pequeños y de su propia madre. "Mi hermana se había separado de su asesino. Estaba viviendo con mi madre, en su casa, feliz. Ese día salió temprano con los niños y también con mi madre para irse a trabajar. En el descansillo, antes de coger el ascensor, él la asesinó delante de todos ellos". Luz empieza así a recordar la pesadilla que vive desde aquel fatídico día.
Sus sobrinos tenían entonces 5 y 8 años. "Tardamos más de 7 meses en quitarle la guardia y custodia de esos niños al asesino de mi hermana. Muchísimos meses en los que no recibimos ayuda económica para continuar criándoles. A partir de ahí, cuando ya conseguimos la guardia y custodia, empezamos con los trámites de la pensión. En el caso de mi hermana, al haber cotizado, los críos tenían derecho a esa pensión, pero si ella no hubiera trabajado ellos no habrían tenido derecho a esa prestación en ese momento". Fue en 2019 cuando se aprobó que todos los niños huérfanos de violencia machista tuvieran derecho a ese dinero, independientemente de que su madre trabajara o no.
Este fue el inicio de un camino burocrático casi imposible de seguir en un momento de dolor insoportable, de rabia y también de incertidumbre por el futuro de unos niños que -de pronto- han perdido a su madre, pero también a su padre, su asesino. "La casa de mi hermana tenía una hipoteca -a medias con el asesino-, había un coche a medio pagar y añade los gastos de la vivienda, contribución, agua, gas, luz. En todo este tiempo la casa no puede ser alquilada ni vendida. Los gastos que genera hay que pagarlos y llevo peleando desde entonces para no tener que pagar las deudas del hombre que le quitó la vida a mi hermana". La pelea de Luz ha sido incesante para evitar que su sobrino mayor tuviera que hacerse cargo de todo esto cuando cumpliera los 18.
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"Yo no he pasado el duelo todavía. A día de hoy, 12 años después, tengo recaídas constantes". "El asesinato machista de mi hermana fue una bomba lapa que rompió a toda mi familia. Hay un antes y un después del 2013. Tienes que aprender a vivir con rabia y con dolor. Mi madre vio morir a su hija en sus brazos y siempre dice que la cadena perpetua la tiene ella. Es muy difícil seguir adelante, porque cada vez que hay un asesinato por violencia de género revives todo el proceso. Mis sobrinos viven, que no es poco. Uno es más abierto y habla más sobre la tragedia, el otro ha decidido poner una especie de caparazón. Tienen recaídas, ahora estamos atravesando un bache".
El relato de Luz es un verdadero calvario. En la teoría, todas las ayudas a las que han tenido derecho están muy bien plasmadas y explicadas, "pero en la práctica es muy complicado gestionarlo", afirma. El apoyo psicológico fue una de las cosas que más costó. "Me dijeron que necesitaba el permiso del padre, el asesino -ya en prisión-, porque en ese momento continuaba teniendo la guardia y custodia de los niños". Para retirársela comenzó un periplo judicial que duró meses, una situación en la que sus sobrinos estuvieron "desamparados y sin tutor legal hasta que se resolvió todo."
El apoyo psicológico que consideran insuficiente
Sesé Mateo fue asesinada por su marido el 20 de enero de 2017. Provocó un incendio en su casa con unas bombonas de gas. Asesino y víctima murieron en el acto. Ella tenía 52 años y dos hijos, uno de ellos menor de edad (9 años en el momento del crimen). El mayor, Joshua, lleva desde entonces cuidando de su hermano pequeño. Ha denunciado en innumerables ocasiones el laberinto burocrático y el abandono de las instituciones, pero también el insuficiente apoyo psicológico por parte del Estado. "Desde el asesinato de mi madre sólo he tenido dos citas telefónica para resolver dudas. A mi hermano tampoco se le brindó apoyo psicológico, todo fue por lo privado". Joshua tenía 25 años cuando su padre asesinó a su madre. "No soy considerado huérfano de la violencia machista porque era mayor de edad, me consideran familia. Aún así, no he tenido ni tengo ese apoyo y a día de hoy no estoy bien. Estoy de baja en el trabajo y quiero dejar claro que un asesinato machista no se puede comparar con otro tipo de muerte violenta".
La situación que nos describe Joshua es similar a la de los sobrinos de Luz. "Les dieron el alta demasiado pronto. Ahora han recaído, años después, y ya es muy complicado volver a la red de apoyo contra la violencia machista porque está saturada. Entiendo que no se victimice a los niños, pero debe haber un seguimiento porque la realidad es que sufren recaídas y hasta que regresas a la red de apoyo tienes que esperar turno en la Unidad de Salud Mental o acudir a un psicólogo privado".
¿Es posible la reparación de los huérfanos de la violencia machista?
Los huérfanos de la violencia machista sufren una realidad silenciada, vivencias muy complejas, que reabren heridas a la hora de dar a conocer lo que sufren, un daño inimaginable si nos han vivido una tragedia de este tipo. "Se pueden llegar a repetir patrones. Somos herencia de nuestros familiares. Imagina convivir y crecer en un entorno de violencia o incluso llegar a vivir el asesinato de mi madre", explica Estíbaliz Linares, socióloga especialista en violencia machista. No siempre es así, no siempre corren el riesgo de caer en la misma violencia que ellos han podido sufrir o presenciar. "Está la resiliencia de cada persona, factores externos, formas de luchar contra esa vivencia que has tenido, pero se puede caer en esos mismos patrones por el hecho de lo vivido".
Las secuelas de haber sufrido violencia machista, directa o indirectamente, son sumamente dañinas. "Presenciar o vivir el asesinato de tu propia madre a manos de tu padre supone iniciar un proceso larguísimo de reparación. Se tiende a mirarles con pena, más que como supervivientes que es lo que son. Toda su vida tendrán un dolor interno. La sociedad debe empezar a verles como supervivientes para ayudarles a superarlo y que sean capaces de llevar una vida lo más normal posible".




