Gerard Oms: "Estaba harto de ver a la clase trabajadora retratada desde una mirada condescendiente"

La primera película de Gerard Oms se basa en su experiencia personal de marcharse al norte de Europa con lo puesto. Ese viaje personal, del que tomó notas en un diario, es la base de su cinta 'Muy Lejos', ahora en cines. La película ganó en el Festival de Málaga la Biznaga de Plata a Mejor interpretación masculina, concedida a Mario Casas en el papel de Sergio, y el Premio de la Crítica. Ha contado en el Comando Norte de Hoy por Hoy, con Nacho Carretero, Aitana Castaño y José Luis Sastre, que ahora que la gente está viendo la película, se da cuenta de que su historia, la de alguien que se va, que se aparta de los suyos y deja atrás algo, "resuena en muchísima gente". "O porque lo han hecho o porque les hubiera encantado hacerlo o porque lo quieren hacer. ¿Quién no quiere irse lejos un rato?", se pregunta.

Sí es imaginado el arranque, el motivo del viaje, que es como parte de la hinchada del Espanyol en un partido fuera de casa, en Utrecht. Pero está elegido por el director para marcar el contraste entre "esa obertura casi operística del jolgorio del fútbol, del ruido" y el momento en el que el personaje se queda solo y en silencio. De ese silencio, explica, "emana la duda, emana la reflexión y empiezan a deconstruirse ciertas armaduras". "Apartarte de tu statu quo, de tu zona de confort, es algo que todo el mundo debería tener la oportunidad de hacer alguna vez", señala.

Le daba vértigo contar su propia historia, pero ahora tiene cierta sensación de reconciliación: "Es una manera de mirarse de frente y también de aceptarse. Hay algo bonito en lo que está sucediendo con esta historia, algo de reconciliación en mí, en los míos, en mi familia, en mis amigos. Hay algo de resignificar, de cerrar un círculo, de entender cierto sufrimiento y de darle un sentido a todo aquello".

La película, además, sucede durante la crisis económica de 2008, que atravesó a su generación y de la que en realidad puede que nunca nos hayamos recuperado. Y, en ese contexto, el personaje observa el racismo con el que se trata a los inmigrantes que no son europeos, y se enfrenta al clasismo con el que se le trata a él. Eso sí estaba en la experiencia de Gerard Oms, que hizo aquel viaje iniciático a partir de una crisis de identidad, y de identidad sexual, para intentar mirarse "desde un lugar de más amor" y hacerse "un poquito más de caso".

También le miran con amor los personajes que se encuentra. Él es un chaval blanco, europeo, con ese privilegio, y en Utrecht encuentra a gente que ha emigrado desde situaciones mucho más difíciles y tristes:

"Es precisamente esa gente la que le tiende la mano. El que menos tiene es el que ayuda al semejante. Yo quería reflexionar sobre el tipo de inmigrante que eres dependiendo del color de piel que tienes, del país del que vienes, de si hablas bien el idioma o no. Y en esta historia se mezclan las realidades de estos antihéroes que nunca son llevadas a la gran pantalla desde un lugar digno. Porque yo soy amante del cine social europeo, pero también estaba harto de ver a la clase trabajadora y a las minorías retratadas desde una mirada elevada o condescendiente y no desde un lugar más horizontal y de alegría".

Oms sostiene que la experiencia de su viaje le curó de prejuicios y le trajo “más bondad y más empatía". Si tuviera que volver a vivirlo, no cambiaría nada, porque ese viaje le ha llevado hasta aquí: "¿Qué milagro es este? Yo era un chaval al que le encantaba el cine, que con 9 o 10 años se colaba porque se había hecho amigo de la taquillera del pueblo. Y ese chaval de repente ha dirigido una película, y eso es un milagro".

El milagro parte de un diario que escribió con esa experiencia y que se guardó en un cajón durante quince años. "Más tarde conozco a Mario Casas y él me lanza a la dirección cinematográfica. Me dice que por qué no dirijo, que él cree que tengo una mirada y que podría dirigir. En ese momento no le hago demasiado caso porque para mí ser director de cine eran palabras muy grandes. Pero él insiste y me dice que, si hay una historia que contar, y si él encaja en un personaje de esa historia, me promete, en ese momento, que la va a hacer. Y le hago caso, cojo ese cuaderno de bitácora de 2008 y empiezo a escribir a partir de ahí. De esas notas nace un guion y cinco o seis años después, él cumplió su promesa. Y esta es la película que hemos hecho". Fue tal la confianza entre ambos que Casas apenas leyó el guion: "No quiso saber nada, solo lo justo para poder jugar".

La relación entre Gerard Oms y Mario Casas ("ahora somos amigos, y hay algo muy poderoso ahí") arranca en 2015, en el rodaje de 'No matarás', cuando Gerard empieza a trabajar con él como coach. Explica que el trabajo de coach consiste en preparar al actor o a la actriz y tenerlo listo para poder abordar una escena.

"Lo que yo hago normalmente es una asistencia a la dirección. Un director o directora en un rodaje tiene que estar respondiendo a muchísimas preguntas constantemente, y entonces esa parcela de la interpretación a veces queda desatendida. Y yo creo que el actor y la actriz son la parte más vulnerable de todo ese engranaje, porque además son los que están delante de la cámara. Mi función es ayudar al director a tener un diálogo y a estar pendiente de los actores".

Hoy en día, Oms describe a Casas como su actor favorito: "Lo admiraba antes de conocerlo, y ahora lo admiro más". Cuando rodó este trabajo, Mario Casas había tenido ya su primera experiencia como director ('Mi soledad tiene alas', 2023), de modo que pudo sumar esa complicidad al rodaje: "Tuve al amigo y tuve al director".

Y sí, el arranque futbolero es inventado, pero no porque a Oms no le guste el fútbol. Es perico y culé al mismo tiempo, una rara avis. La explicación está en su abuelo, del Barça, y su padre, del Espanyol: "Si gana el Barça me alegra ver a mi padre feliz, pero si gana el Espanyol, pienso en la alegría de mi abuelo". Triunfa siempre la empatía de Gerard Oms.