Cruzar los brazos
Antiguamente, la gente cruzaba los brazos por dos razones principales: para manifestar seriedad o para bailar el kazachoc. Yo escogí la segunda.

Barcelona
Me he pasado la vida decidiendo, es decir, dudando. Cuando descubrí la música, me obligaron a elegir entre los Beatles y los Rolling Stones. Escogí los Beatles, y entonces me exigieron que eligiera entre Lennon y McCartney. Siempre había alguien que se acogía a la quinta enmienda. La quinta enmienda era como la Quinta Avenida de la Constitución de Estados Unidos. Un artículo de lujo. Quienes se acogían a la quinta enmienda musical decían que ellos no eran ni de los Beatles ni de los Rolling Stones, porque eran de los Kinks. O que eran de George Harrison antes que de Lennon o de McCartney. Pero eso solo pasaba en los países libres, es decir, en los países ricos. Porque la libertad siempre ha sido de quien ha podido pagársela. Lo aprendimos con aquel juego de ni sí, ni no, ni blanco, ni negro. Una vez, me dieron a elegir entre el Barça y el Madrid, y me hice del Osasuna porque eran los cromos menos cotizados; pero eso mismo me hacía creer que tenían más valor. Al esnobismo se llega o siendo muy rico o siendo muy pobre. Ahora, vuelvo a mirar aquel cromo del Osasuna de la liga 1975-1976, y creo que lo que me más gustaba era el color del traje de fútbol. Aunque hoy, en vez de traje de fútbol, decimos equipaciones. Hoy, utilizamos palabras Duralex, hemos renunciado a la alfarería del vocabulario. Los futbolistas de entonces posaban de otra manera para la foto. Los de la fila de delante se agachaban en cuclillas, y algunos apoyaban la mano en la rodilla del compañero. Se tocaban como tocaban el césped del suelo. Le tenían apego a la realidad. Y los de la fila de detrás se quedaban de pie con los brazos cruzados. Antiguamente, la gente cruzaba los brazos por dos razones principales: para manifestar seriedad o para bailar el kazachoc. Yo escogí la segunda.