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Carla Simón: "La memoria es muy subjetiva y poco precisa, pero el cine tiene ese poder de generar imágenes que no existen"

Cannes

El cine de Carla Simón parte siempre de lo íntimo, de su familia y de las historias cercanas a ella. En 'Verano 1993' contó cómo se enfrentó, de niña, al duelo por la muerte de sus padres y a acostumbrar a convivir en una nueva familia, la de sus tíos. En 'Alcarràs', película ganadora del Oso de Oro en Berlín, contó cómo el capitalismo estaba borrando un oficio, el de la agricultura, al que se dedicaban sus tíos. En su tercera película, 'Romería', con la que compite por la Palma de Oro y que, de momento, ha tenido estupendas críticas tanto de la prensa nacional como internacional, se acerca a la historia de amor de sus padres, ambos fallecidos como consecuencia del sida.

Si en sus dos primeros trabajos destaca el naturalismo en las historias, en 'Romería' ese naturalismo va mutando en una manera onírica de contar la historia. Como si las lagunas de la memoria reciente tuviera que llenarlas el propio cine. "Yo me acuerdo que me pasé toda la promoción de 'Verano 1993' diciendo que cuando no tienes recuerdos, no se pueden generar. Y de repente, un día dije, un momento, si yo me dedico al cine, claro que los puedo generar", dice la directora en el Palais del Festival de Cannes, rodeada de sus protagonistas, dos jóvenes actores que debutan por primera vez en la gran pantalla. Llúcia García y Mitch. Con ellos cuenta la historia de sus padres. "El cine tiene este poder de generar imágenes que no existen y que a lo mejor existieron. Eran las imágenes que yo necesitaba", insiste la directora.

'Romería' comienza con la llegada a Vigo de una joven catalana que necesita una certificado de defunción de su padre, a quien no conoció, para obtener una beca y estudiar cine. De Cataluña a Galicia en busca también de recuerdos. "Es parte de esa idea del personaje de intentar reconstruir la memoria de su familia y la historia de amor de sus padres, pero las piezas no encajan porque la memoria de todo el mundo es muy subjetiva y poco precisa". Ante eso, la directora decide hablar del cine dentro del cine. "El personaje decide imaginarlo de esa manera y ese fue el gran reto de la película, hacer que esto funcionara a nivel de estructura, pero también cambiar el tono, un tono nuevo que tiene una nueva poesía, que me apetecía mucho indagar y que siento que sobre todo le hacía como justicia a esos textos de mi madre que acompañan esa parte".

Las cartas de su madre contando espacios, lugares, sensaciones y reflejando el modo de vida de esa generación que fueron jóvenes en los ochenta, con la dictadura recién finiquitada, y con la heroína y el sida como gran amenaza. "Realmente el motivo por el cual quise hacer la película era porque cuando me di cuenta de que no era sólo mi historia, sino que era una cosa que en España afectó mucho y que encima tampoco se ha hablado de ello, por el tabú de la heroína, del sida, de toda esa generación un poco perdida de la que murió mucha gente y en Galicia aún más, porque toda la droga entraba por allí". Cuenta la directora que durante el rodaje mucha gente se le acercó para comentarle que en su familia la droga y la enfermedad también dejaron secuelas. "A veces te enseñan una foto y te das cuenta de que hay mucha gente que falta".

Este año, curiosamente, coinciden tres películas sobre el sida y los ochenta en este Festival de Cannes. La de Carla Simón es una de ellas, pero hay ecos de ese dolor en películas como Alpha, de la directora francesa Julia Ducournau, donde utiliza el terror para contar el miedo al contagio, y en 'La misteriosa mirada del flamenco', una coproducción chilena y española, donde la epidemia está también en el centro del rechazo a una comunidad de mujeres trans. "Creo que nos cuesta un poco hablar de todo aquello por el dolor que nos generó y creo que estamos en un momento de recuperar esta generación que fue clave para la transición y ese cambio de valores que se produjo en la sociedad española", explica la directora, embarazada de ocho meses, y que ha venido en en coche al festival y acompañada de la matrona, por si acaso.

También ha venido su familia que, como en sus anteriores filmes, colabora con ella. Su hermana ha sido la coach de actores y su hermano el compositor de la banda sonora, es la primera vez que una película de Carla Simón tiene composición original. "Ha sido algo bastante nuevo, porque venía de utilizar música que solo salía de las propias escenas y aquí he trabajado pues con con mi hermano, Ernest Pipó, que es músico, y ha sido un proceso muy largo, pero muy bonito. Teníamos como una idea muy clara que se ha ido transformando y que le da una personalidad muy concreta a la película".

La directora, que no descarta rodar un musical sobre el flamenco en un futuro, mete una escena musical, donde hay ecos e la Santa Compaña, suena Siniestro Total y los personajes bailan. "Fueron muchos ensayos, porque el baile no tenía que ser solo una coreografía, sino dar la sensación de ese estado de la droga", explicaba la actriz, a la que descubrieron por la calle y la convencieron para hacer el casting. Estudiante, de 18 años, acababa de aprobar la selectividad cuando empezó el rodaje. Dice que ha sido muy gratificante, aunque Cannes parece una locura. "Me atraía de esa generación la forma que tenían de vivir en el momento y de entender el mundo y el trabajo", dice la actriz. Mitch, por su parte, tenía más presente aquella época. "Esa época siempre ha estado presente, he sido muy consciente de eso y tengo ídolos que fueron también víctimas, y los respetamos mucho", apunta el actor.

Como ocurría en Alcarràs, la clase social aparece de una manera sutil en Romería. "Aquí está más presente", reconoce la directora que cuenta el shock de esa joven al conocer a la familia paterna, de otra clase social y otra ideología que la familia con la que se crió, la de su madre. "Hay un poco de distancia entre el lugar de donde viene Marina y de donde viene esta familia y evidentemente esto marca. Creo que había algo muy genuino también en cómo Llúcia se enfrentaba a esta situación". Las escenas con los abuelos, con los tíos conociendo a la hija del hijo que murió por culpa de la heroína son también una declaración de intenciones. "Hay algo como de entender que el sida, la heroína, afectaron de una manera muy bestia a todo tipo de familias. De hecho, empezó primero a afectar a las familias de clase alta y luego ya se extendió". Con todas estas lecturas, Carla Simón demuestra que lo íntimo y lo político van siempre unidos, como demostraron antes Annie Ernaux, Céline Sciamma o Chantal Akerman.

 

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