Juan Mayorga y Alba Planas: "Las palabras están amenazadas y son objeto de combate"

Los yugoslavos es la tercera obra que Juan Mayorga dirige en el Teatro de La Abadía, del que es director artístico, después de María Luisa y La colección. Luis Bermejo interpreta a Gerardo, un hombre que entra en el bar de Martín, a quien da vida a Javier Gutiérrez. Natalia Hernández es Ángela, la mujer de Martín, cocinera en ese bar. Martín, Gerardo y Ángela son adultos. Cris todavía no, o está empezando a serlo, como apunta Mayorga en el texto de la obra. Alba Planas es Cris, la hija de Gerardo, que protagoniza un viaje iniciático o de descubrimiento en Los yugoslavos.

A la joven actriz ya la vimos en Los pálidos, de Lucía Carballal. Trabajar ahora con Juan, académico de la RAE, es increíble, dice, todo un aprendizaje. "Yo intento cuidar mi vocabulario en general, en mi vida, y creo que es un aprendizaje muy interesante el ser cuidadoso con las palabras y seleccionar muy bien las palabras para comunicarse porque es lo que nos aporta libertad. Pero claro, trabajando con Juan más aún. Temo soltar una expresión más cercana a mi generación, que a veces hablamos un poco regular. Así que voy con mucha más cautela, no vaya a ser que me tache de analfabeta", bromea.

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Los yugoslavos empieza cuando un camarero pide ayuda a un cliente a quien ha visto levantar con palabras el ánimo de otro. El camarero le ruega a ese desconocido que hable a su esposa, la cual parece estar hundiéndose en la tristeza y el silencio. El camarero no encuentra palabras salvadoras para su mujer. Ella ha dejado de ir al bar a trabajar. Permanece en silencio. Sale de casa y camina mapa en mano por la ciudad, buscando un lugar que llaman "Los yugoslavos", hasta que una muchacha, Cris, le ofrece otro mapa a cambio del suyo.

Es una obra que el dramaturgo escribió hace unos 15 años, nos cuenta. "La obra se puso en escena en Belgrado, la capital de Serbia, que un día fue capital de ese país que se llamó Yugoslavia; y también se ha hecho en Argentina. Yo sentía un afecto especial por esta obra, hubo dos directores españoles que quisieron montarla, pero yo quería ser el primero que se encontrase con estos personajes aquí y se ha podido hacer mi sueño".

Los yugoslavos reflexiona sobre el poder de las palabras, también de los silencios, sobre el amor y la tristeza y la búsqueda de la identidad. Esta última parte es la que más le ha atrapado a Planas. "Le doy muchas vueltas a la correlación que hace Juan de los yugoslavos con estos personajes. Ángela busca a los yugoslavos para preguntarles cómo lo hacen. ¿Cómo haces cuando has perdido un lugar y no tienes un lugar al que volver? Que es lo que lo que les pasó a los habitantes de este país o a los habitantes de cualquier lugar que haya vivido una catástrofe o una guerra. Y también, de manera mucho menos dramática, mucho más pequeña o más íntima, lo que nos puede pasar a todos a diario, con otro tipo de cosas que, obviamente, no son comparables a una catástrofe así. Y me parece bonito el buscar a estas personas para preguntarles cómo lo han hecho. Y creo que es un poco el viaje que hacen estos personajes a lo largo de la obra y por eso se obsesionan quizá tanto con la figura de los yugoslavos, porque no sabemos cómo hacer cuando pierdes tu lugar o pierdes tu raíces o te sientes perdido por lo que sea", explica la actriz.

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Dice Juan que su abuelo tenía un bar y que cada noche volvía contando historias que acababa de vivir con sus clientes. "Él tenía un bar que se llamaba El Tranvía, porque era un bar muy estrecho. Y él cada noche volvía a casa con los periódicos del día, que leíamos atrasados. Volvía con algunos bollos que le habían sobrado, que calentábamos al día siguiente en el desayuno y con muchas historias, con historias del bar. Y quizá en aquel momento se me hizo claro que un bar, desde luego un bar español, es un universo en el que puede darse cualquier historia, la historia más bella, también la más dura. Y como dice en cierto momento Martín, ¿cuántas historias de amor no han acabado o empezado aquí?", se pregunta también Mayorga.

Dice la escritora Margaret Atwood que las palabras están hoy amenazadas como no lo han estado en casi un siglo de historia, por la polarización política y religiosa. Están de acuerdo nuestros dos invitados. "Una clara amenaza son las redes sociales, el formato Twitter, que creo que funciona ahora mucho en los discursos, esos discursos de 200 caracteres que son todo titulares", advierte Planas. "La palabra necesita tiempo y necesita de explicación y de la paciencia para que tanto el hablante como el que lo está escuchando se encuentren. Y creo que la inmediatez de la sociedad en la que vivimos atenta contra la palabra, contra la capacidad de adueñarte de nuestras nuestras palabras, sobre todo los jóvenes. Nuestras palabras son las de otros, las de un tuit o la de un story", reflexiona la actriz.

"Están amenazadas, claro, y son objeto de combate las palabras", continúa el director. "Las palabras salvan o matan y se combate en torno a las palabras o es el combate por las palabras. Se utilizan palabras para legitimar injusticias o para encubrirlas. Creo que todos tenemos que ser responsables de las palabras que usamos y de los silencios que también practicamos. Y tenemos que ser críticos con las palabras que nos rodean y atraviesan".

Son muchos los asuntos sobre los que hemos reflexionado con los dos, pero queremos destacar un último. La falta de palabras no solo entre Martín y su mujer, también entre Gerardo y su hija Cris, a quien interpreta Alba Planas. "Creo que alude a algo que nos pasa a muchas personas de nuestra generación con nuestros padres. Mi padre ha sido educado en el silencio y ha sido educado en el no llorar, en no expresar sus sentimientos, en ser el muro que sostiene a una familia. Y claro, de repente tiene hijos y esos hijos pertenecen a una generación que le exige todo lo contrario. Y ahí se genera un aprendizaje por ambas partes que es muy bonito. Por un lado, es una persona que lleva toda la vida educada en el silencio, tiene que aprender a comunicarse y a hablar de cosas más sentimentales. Y luego, por otro lado, nuestra visión, el no tirar piedras sobre nuestros propios padres, sino también pasa por entender que han sido criados en todo esto y que necesitan sus tiempos para poder establecer esa comunicación", explica.