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Regina García 'Asturianita', la española a la que Franklin Delano Roosevelt besó el pie

"Asturianita, no tiene brazos ni los necesita". Así se presentaba Regina García López en sus espectáculos que la llevaron a girar por toda España y América en la década de los veinte y los treinta del pasado siglo.

El viaje de ida | Regina García López 'Asturianita", la española a la que el presidente Roosevelt le beso el pie

El viaje de ida | Regina García López 'Asturianita", la española a la que el presidente Roosevelt le beso el pie

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El año de la crisis colonial española, 1898, nace en Valtravieso, Concejo de Valdés (Asturias), Regina García López en el seno de una familia humilde que vivía de la agricultura. Su padre, Celestino García, se debatía entre dos destinos que no le apetecían: emigrar a la ciudad o hacer las Américas para poder traer dinero a casa. Eran siete bocas que alimentar y el campo no daba para más. Finalmente, optó por montar un aserradero con el que se hipoteca, por un lado, y cambia la vida de su hija por otro. El día que probaban toda la maquinaria y la ponían en marcha, un accidente provocó que Regina, que sólo tenía ocho años, perdiese los brazos. El primer milagro fue que un médico local consiguiese cortar la hemorragia, luego vendrían muchos más por la fuerza de voluntad e inteligencia de la niña.

Quedarse sin brazos a principios del siglo XX en España suponía un desahucio social de por vida, condenarte a vivir de la caridad o terminar en un asilo. Y de entrada, volver a aprender a andar y a mantener el equilibrio. Pero Regina García López no se iba a rendir. Tampoco su maestra que, a sabiendas de que era una niña muy inteligente, movió Roma con Santiago para buscarle un benefactor que le pagara el colegio asilo.

No fue fácil, pero finalmente un acaudalado de Luarca, José García Fernández, de la familia de Los Pachorros, le financia los estudios. Pocos años después, en plena adolescencia de Regina, el mecenas falleció y ella tuvo que volver a la casilla de salida: a vivir en el asilo con monjas y personas enfermas y mayores. Una tarde se escapa y se va a un acantilado de Luarca con la clara intención de quitarse la vida, pero primero un cangrejo y luego un mono le quitan de la cabeza tan trágico final.

El primero fue el cangrejo. Cuando Regina se iba a dejar caer en el vacío lo vio perdido, en una roca, lejos del agua. Y es cuando lanza su reto con el destino. Si el cangrejo vuelve al agua y se salva, yo no me tiro. En ese momento, una ola lo atrapa y lo devuelve a su medio natural. Ganó la vida y Regina volvió al pueblo, justo el día en que un titiritero actuaba con su mono en la plaza. El macaco está pelando naranjas y rompiendo nueces con los pies y aquella escena se convierte en la primera marca del futuro de la que más tarde será conocida en el mundo entero como la Asturianita: "Si el mono puede hacerlo, yo también".

Se fue a casa y desde aquel día no paró de fortalecer y hacer cosas con los pies; pasados unos meses consiguió ser totalmente autónoma. Consiguió comer, cortar, escribir, vestirse, tocar instrumentos... todo lo que se proponía lo hacía posible. Era tal su habilidad que Ernestina, la viuda del que fuese su benefactor, decidió llevarla a la recepción a la Infanta Isabel de Borbón y Borbón "La Chata" en el Teatro Jovellanos de Gijón. Allí muchos niños y jóvenes con habilidades especiales actuarían para esta importante miembro de la Casa Real. Entre ellos, nuestra Regina García López, que le redactaría sobre el escenario una carta mostrando su pericia para escribir con los pies.

Llega el gran día del Teatro Jovellanos y Regina decide cambiar sobre la marcha su actuación, sin decírselo a nadie. Le toca de las últimas. La infanta está prácticamente dormida con una frasca de vino y una copa vacía delante. Sale, cruza tranquilamente el escenario, se acerca a Isabel de Borbón y Borbón y ni corta ni perezosa coge con pie la botella de vino, con el otro la copa y le sirve un buen tinto. Fue tal la impresión de "La Chata" que le dice a Regina que menos dinero, le puede pedir lo que quiera. Y ella, que sabe que en ese mismo teatro actuará al día siguiente Raquel Meller, le pide que quiere subir con ella al escenario. La infanta le concede su deseo y le pregunta que cómo quiere llamarse artísticamente. No se lo pensó ni un segundo. Como en aquellos años estaba de moda la Argentinita, le dijo: "Seré la Asturianita, la artista que ni tiene brazos ni los necesita".

La Asturianita triunfa sobre el escenario con la Meller y luego monta su propio espectáculo que empieza girando por Asturias, luego por España y finalmente por América. Sobre el escenario hacía discursos, tocaba instrumentos musicales, escribía; pero nunca quiso convertir sus actuaciones en algo circense. Desde el principio, nos cuenta su nieto Julio César Cisneros, "tuvo su propia filosofía, ella decía que nunca se resignó y puso los brazos del mundo a su disposición y dejaba claro sobre los escenarios que si tú quieres, tú puedes". Se convierte en lo que hoy conocemos como una coach. Y esto lo hace en un periodo de entreguerras y crisis donde mucha gente lo pasaba mal. De ahí su gran éxito.

No paró y tuvo tiempo para enamorarse, casarse, tener tres hijos (el más pequeño en alta mar), separarse o montar su propia empresa. Una mujer de su tiempo, moderna, guapa, muy propia de las mujeres libres de los años veinte y treinta, era nuestra flapper, nombre con el que se conocía en la época a las mujeres que desafiaban las normas sociales y culturales. Y su mayor desafío fue conducir con los pies. A cada ciudad donde actuaba llegaba conduciendo su propio coche y eso la convierte en mujer anuncio, la Ford decide patrocinarla con el eslogan de si "ella puede conducir nuestros coches, lo puede hacer todo el mundo".

A la vez que giraba por todos los países de América, ella sigue soñando con ser maestra. Es a lo que le hubiese gustado dedicarse, pero las normas, al no tener brazos, no le permitían dar clases. Pero ella no paró nunca de enviar cartas al Ministerio de Educación para que cambiase las normas. Nadie le contestó, hasta que con la llegada de la II República cae en manos de otra Regina, la socialista Regina García García (la Asturianita era García López) todo el departamento que tiene que ver con los temas sociales y discapacidad. Al ver las cartas de la otra Regina, le responde, se hacen amigas y descubre que es la persona adecuada para representar a España en una Comisión sobre la discapacidad ante la Sociedad de Naciones (lo que hoy sería la ONU).

Nuestra Regina, la García López, la Asturianita, acepta. Ella se manejaba ya en cinco idiomas. En la Sociedad de Naciones coincide con Eleanor Roosevelt, la primera dama estadounidense, la esposa del presidente Franklin D. Roosevelt, que también sufría una discapacidad e iba en silla de ruedas. Se hacen muy amigas y en 1933 se produce una imagen inédita en la historia: Regina García López 'La Asturianita' es recibida en la Casa Blanca. El presidente le da la mano y ella su pie enguantado y ensortijado. Roosevelt acerca su pie y lo besa. La Asturianita, aquella niña humilde y discapacitada de una aldea asturiana recibida con honores en la casa presidencial del país más poderoso del mundo.

Pero Regina García López, 'La Asturianita', siempre volvía a casa, a su casa de Valtravieso en Asturias. Ella fue asumiendo poco a poco las deudas familiares, lo puso todo al día y aún le quedaba para sus acciones filantrópicas. Puso en marcha la Fundación Selección que tenía como objetivo dar becas a niños y niñas de familias pobres para que pudiese estudiar. En Luarca no tuvo mucha suerte para recaudar dinero. Sus métodos de selección, que no tenían en cuenta la asignatura de religión, la convertían en alguien despreciable para los ricos del pueblo que la veían como una roja, una masona que quería sacar la religión de la vida de las familias.

La necesidad de buscar fondos para la Fundación la lleva a aceptar en 1936 una serie de actuaciones en Madrid con la mala suerte de que le pilla allí el golpe de estado. En un Madrid sitiado, el gobierno republicano pretende que La Asturianita, por el manejo de idiomas y sus contactos internacionales, se convierta en espía. Ella se niega, no se ve haciendo una labor para lo que no está preparada. La negativa la convierte en sospechosa y termina con ella en la Cárcel de Ventas. Allí pasó los años de guerra y padeció el tifus, del que finalmente pudo recuperarse.

Al final de la guerra, Regina García 'La Asturianita' queda en libertad, se recupera en casa de una amiga y cuando ya se siente mejor, y antes de volver a Asturias, decide una noche ir al cine. Al terminar las películas, en aquellos primeros meses de franquismo era habitual cantar el 'Cara al sol' con el brazo levantado al más puro estilo fascista. Al ver el joven compañero de asiento de la sala de cine que La Asturianita no levantaba el brazo, se lo afea y ella, de broma, le contesta que "ella no levanta el brazo ni ante Franco ni ante Dios". No lo levanta, claro, porque no lo tiene. Pero el joven, que era un falangista, se lo toma a mal y decide denunciarla. Y tras una serie de investigaciones, la confunden con la otra Regina García, la socialista que permitió que ella fuese a la Sociedad de Naciones, y termina de nuevo en la cárcel, ahora señalada por los franquistas.

Vuelve a una cárcel de Ventas que ya poco tenía que ver con la de 1936. Estaba superpoblada, con gente enferma y hambrienta, llena de pulgas que le picaban por todo el cuerpo, un drama para alguien que no podía rascarse. Fue terrible. Allí pasó tres años a la espera de juicio. Sus tres hijos, dos de ellos prácticamente adolescentes, no conseguían dar con ella. Cuando les dicen dónde está, en un hospital, ya está muy enferma y al día siguiente muere. Dicen que de tifus, pero nadie se lo cree porque ella lo pasó en su anterior estancia en la cárcel y el tifus no se pasa dos veces.

Lo más triste es que, días después de su muerte, llegó a casa la noticia de que había sido declarada inocente. Ya era tarde. Su familia quedó en la más absoluta ruina. No tenían dinero ni para llevarse sus restos mortales a Asturias. Finalmente, el estado la sepulta en la Almudena bajo el monumento a los últimos de Cuba y Filipinas. Ironías del destino, allí estaban enterrados los muertos del año que ella nació, 1898.

Hoy, de Regina García López, la Asturianita, se conoce muy poco. Solo queda el recuerdo en su pueblo y en su familia. Ramón Sainz Gancedo, su bisnieto, vive hoy en la que fue su casa en Valtravieso. Nos cuenta que "en el pueblo sigue quedando además su recuerdo y la lucha de su abuela Maruja (hija mayor de Asturianita), que siempre luchó por recuperar su diario que le incautaron en la cárcel y esclarecer el motivo real de su muerte".

Siempre se sospechó que fue envenenada por las monjas y lo encubrieron con un falso tifus que ya había pasado. Quien visite Valtravieso, Luarca y el concejo de Valdés puede recorrer los espacios vitales de una mujer única. En Valtravieso hay dos placas, una en el colegio y otra en la Cooperativa de Setienes, edificios que impulsó y de los que fue mecenas. También se mantiene una exposición permanente con sus fotografías. La Asturianita, ni tiene brazos ni los necesita.

Pepe Rubio

Pepe Rubio

Redactor guionista de Hoy por Hoy. Llevo a antena las secciones "Desmontando mitos" , "Viaje de ida"...

 

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