Crueldad organizada

Madrid

Ayer aparecía en nuestras pantallas Donald Trump rodeado de soldados enfundados en sus uniformes mientras el mandatario llamaba "animales" a las personas que se manifestaban en Los Ángeles. Me detuve a mirar a esos hombres jóvenes con la esperanza ínfima de detectar en sus semblantes gestos de desaprobación o incomodidad, algo que delatara que aunque fueran obedientes miembros del ejército seguían teniendo entidad propia y podían pensar en lo que significa señalar como a bestias a otros seres humanos.

Esperaba demasiado, lo sé, esperaba que ese ejército del siglo XXI estuviera compuesto por defensores de la ley y del orden sin necesidad de despojarse de su humanidad al relacionarse con otros. Lejos de encontrar en ellos preocupación por lo que podía pasarles a sus propios conciudadanos, la mayoría sonreía, jaleaba, aplaudía al líder naranja.

Trump sigue con su plan claro y definido de señalar al inmigrante como razón de todos los males que asolan a la sociedad norteamericana, sigue encendiendo las hordas contra una minoría indefensa para aglutinar a los suyos a través del odio, sigue en la muy pensada y planeada estrategia de construir un chivo expiatorio y llamar a su sacrificio purificador organizando una crueldad de tintes primitivos con herramientas tecnológicas de difusión masiva que hacen llegar esa propaganda deshumanizadora al rincón más remoto del planeta. No está loco, es malo malísimo y sabe muy bien lo que hace.