¿Por qué no recordamos lo que soñamos?
Raquel Mascaraque nos explica cómo entrenar a nuestro cerebro para que no se olvide de los sueños

Salvo en contadas excepciones, todo el mundo sueña; aunque no todos lo recuerden. Durante la noche tenemos entre cuatro y seis ciclos de sueño, y en cada uno de ellos hay una fase que se denomina la fase REM, donde ocurren la mayor parte de los sueños. En esta fase nuestro cuerpo entra como en pausa y empiezas a soñar.
Pero la memoria que usamos cuando estamos despiertos, no funciona de la misma manera cuando dormimos. Digamos que nuestro cerebro despierto es la grabación de una película —que se puede rebobinar—, pero cuando soñamos es como si estuviésemos en una obra de teatro en directo. De todas formas, el alcohol, las drogas, los ansiolíticos, tener una mala higiene del sueño como dormir con pantallas... pueden reducir esta fase REM, y por eso soñar menos o no recordar nada.
Quienes recuerdan lo que sueñan, a menudo son personas que se despiertan justo en medio de un sueño. También hay gente que prestan más atención a los sueños: los apuntan, por ejemplo, y así entrenan al cerebro para que se fije más en lo que piensan mientras duermen.
También existen factores ajenos, como el estrés o los cambios en el ritmo del sueño —dormir mal, despertarse muchas veces—, que pueden hacer que recordemos más los sueños. Aunque también es verdad que en estos casos los sueños suelen ser mucho más raros e intensos.
La mejor forma para entrenar el cerebro para recordar más sueños, es estar atento al despertarte: no te muevas, no abras el móvil y quédate en la misma posición. De esta manera retenemos mejor, y la primera imagen que nos venga a la mente es la más importante, ya que es de la que tiraremos para sacar el resto del sueño. Llevar un diario de sueños, también, es una buena forma de recordarle al cerebro que nos interesa saber lo que pasa por nuestra cabeza mientras dormimos. De esa misma forma, preguntarnos varias veces durante el día si estamos soñando, puede aumentar la probabilidad de que nos lo preguntemos en un sueño —porque fortalece la metacognición—.




