Detrás de 'La viuda negra': el caso de Maje y Salvador

En el año 2017 una población valenciana quedó conmocionada por el asesinato de un vecino, sin motivo aparente, con brutalidad cuando se disponía a coger el coche del garaje para ir a trabajar. La sorpresa fue mayúscula cuando meses después su mujer fue detenida por la policía como una de las coautoras del asesinato. La investigación policial concluyó que la esposa planificó e instigó el crimen porque deseaba deshacerse de su marido, a quien describía como "tóxico" y controlador, pero no se manchó de sangre porque se sirvió de la manos de otra persona; un hombre con el que mantenía una relación paralela.

A partir de aquí se inició una instrucción judicial dónde surgieron muchas cuestiones de interés: ¿hasta que punto una persona es responsable si no ejecuta ningún acto concreto para dar muerte a otro?; ¿hasta que punto podemos creer en la versión de una persona que involucra a otra si ha cambiado varias veces de versión?; ¿Cuándo la prueba es suficiente para desvirtuar la presunción de inocencia de una persona?

El pasado 30 de mayo la plataforma Netflix, inspirándose claramente en este crimen, estrenó la película la Viuda Negra, dirigida por Carlos Sedes e interpretada entre otros por Ivana Baquero Carmen Machi y Tristán Ulloa. Desde su estreno la película está teniendo un enorme éxito a nivel internacional.

El caso Maje

Maje, o María Jesús Moreno Cantó, era una enfermera valenciana de 26 años en el momento de los hechos (2017). Estaba casada con Antonio Navarro, un ingeniero de 36 años, a quien había conocido en el ámbito hospitalario. Su matrimonio era reciente, y desde fuera parecía estable y feliz. Maje, ante el entorno social, después del crimen se mostraba públicamente como una persona desolada por la muerte de su esposo.

El 16 de agosto de 2017 una persona asesinó a Antonio Navarro en el garaje comunitario del edificio donde vivía la pareja. El agresor sorprendió a la víctima cuando esta se disponía a entrar en su coche y lo apuñaló repetidamente (hasta seis veces, según el informe forense).

La policía descartó desde un inicio el robo como móvil por la violencia del crimen. Se centraron en el entorno de la víctima y concretamente en su esposa Maje por comportamientos extraños que llamaron la atención, concretamente, una actitud emocionalmente fría.

Durante las semanas posteriores al crimen (agosto-diciembre de 2017), los investigadores monitorizaron discretamente los desplazamientos, reuniones y hábitos de Maje, incluyendo visitas personales y contactos con Salvador Rodrigo y otros hombres. No se trató de un “seguimiento físico constante”, pero sí de una observación contextual mediante vigilancia ocasional, análisis de posicionamientos móviles y reconstrucción de agendas. Esto permitió a la policía construir una sólida línea de investigación policial que señalaba a Maje como principal sospechosa. A partir de aquí solicitaron al juez de instrucción, con la necesaria intervención del Ministerio fiscal la intervención de los teléfonos de Maje.

El término Viuda Negra

El uso del término “viuda negra” en el tratamiento jurídico del caso de Maje puede considerarse problemático desde una perspectiva ética y de género porque fomenta una cierta estigmatización de la acusada así como el sensacionalismo: reduce a la acusada a un personaje estereotipado, El apodo alude a un tipo de asesina conocida por manipular y eliminar a sus parejas por beneficio personal, encajando con la tesis acusatoria. Ese reduccionismo y simplificación deben evitarse en un tribunal de justicia porque implican un cierto sesgo de culpabilidad.

Mientras que no se emplean apodos igualmente llamativos para hombres asesinos (como “viudo negro”), este tipo de calificativos perpetúan clichés misóginos. Y por tanto debemos evitarlos todo lo posible.