La soga de la deuda externa: 60 países dedican más recursos a pagar intereses que a sanidad o educación
El impacto de la deuda que arrastran los países más pobres mantiene un colonialismo de facto

En 2024, la deuda pública de los países en desarrollo alcanzó los 31 billones de dólares, lo que representa el 31% del PIB mundial. Destacan en la lista los países africanos: Zimbabue 30%, Etiopía 25%, Malawi 28%, Sudán 35%, República Democrática del Congo 22%. En la última década, la deuda acumulada de estos países ha crecido más rápido que sus propias economías.
De momento, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, resiste las presiones de Donald Trump para subir los tipos de interés, es decir, el precio del dinero. Una decisión que tendría un efecto perverso en el sur global porque engordaría sus deudas pendientes. “El último gran ciclo de la deuda externa que dañó a los países del sur global fue los años 80 y parece que hoy estamos exactamente donde estábamos en los 80”, tras la explosión de los tipos de interés hasta el 20%, advierte Jaume Portell, periodista especializado en economía.
La situación actual, explica Portell, se remonta a la crisis de 2008, que llevó a los países europeos y Estados Unidos a bajar mucho los tipos de interés, animando a pedir préstamos. “Algunos bancos dijeron vamos a prestar a países que nos den un interés más alto y haremos incluso una jugada que se llama Carry trading, que es que tú pides prestado al 0%, o sea, pides 100 € al 0%, luego le prestas este dinero a un país africano que te paga el 8% y tú te quedas la diferencia”. Esta jugada, muy habitual, conllevaba más riesgo y, con la llegada de una crisis como la pandemia, “empiezan a llegar los primeros impagos”. La situación resultante es la misma que hace cuatro décadas, la acumulación de deuda en los países del sur global y la acumulación de riesgos en los balances de los bancos.
El Secretario General de la ONU, António Guterres, lanzó una llamada de atención en la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo que se ha celebrado esta semana en Sevilla: “La financiación es el motor del desarrollo. Y ahora mismo ese motor se está ahogando. Nuestra promesa global de transformar nuestro mundo para lograr un futuro mejor y más justo está en peligro”. En el encuentro se ha reivindicado el multilateralismo en plena escalada bélica, de gasto en armas y de recortes en la cooperación en la que nos encontramos. Pero en la financiación, el elemento que realmente lastra la sostenibilidad de muchas de las naciones del sur global es la deuda externa. Más de 60 países se ven afectados por ella. Según Naciones Unidas, casi la mitad de la población mundial, unos tres mil trescientos millones de habitantes, viven en países que gastan más en el pago de la deuda externa que en sanidad o en educación. Y las crisis de deuda se concentran en los países más pobres.
Muchos países han mostrado en esa cita su interés por que se les permita reestructurar esa deuda haciendo que los pagos a largo plazo sean más manejables. Aunque es un alivio temporal, no es una solución factible porque solo extiende el problema. Además, tendrían que invertir la parte que dejan de pagar en proyectos de ayuda al desarrollo. Otras propuestas han sido la diversificación de las economías para que se reduzca la dependencia de los préstamos externos o las inversiones en sectores clave, como las energías renovables, como explica la enviada de la Cadena SER a Sevilla, Victoria García.
Allí ha estado también Carlos Lopes, economista, y docente de Guinea-Bissau, especialista en investigación y desarrollo. Ex Alto Representante de la Unión Africana, añade que existen “incentivos perversos que desalientan inversiones productivas en los países más vulnerables, como los de África”. Lopes señala otro de los problemas que estos países encuentran cuando buscan financiación exterior: la regulación internacional, que “no tiene en cuenta la realidad de estos países”, denuncia. “Por ejemplo, las agencias de calificación financiera tienen una evaluación de riesgo que no corresponde a la realidad de esos países, porque está muy referenciada en conflictos, en problemas políticos, que no son los datos macroeconómicos como los que se aplican en otras partes del mundo”.
‘Colonización’ económica de los países deudores
También es importante el papel que juegan los acreedores de estos países, por ejemplo, el FMI. “El FMI es la última ventanilla cuando ya no te presta nadie más”, explica Jaume Portell. “Ellos saben esto y hacen lo que harían tus padres. Dicen, te vamos a dejar el dinero, pero esta vez te vamos a dar una lección para que no te vuelva a pasar lo mismo”. El problema es que sus planes de ajuste, como el de forzar la devaluación de la moneda, contribuyen a reforzar la situación de dominio sobre las economías africanas.
Esto mantiene una especie de colonización, porque “son países exportadores de materias primas sin procesar, todos ellos compitiendo entre sí para venderlos en los mismos mercados, que son los mercados de los países del norte, que antaño eran sus colonizadores”, explica el periodista. “Pones a países a producir café, cacao a cacahuetes, productos mineros... compiten entre ellos para poder vender, y lo que suele suceder es que, si todos ellos tienen una gran cosecha, hay más cacao que compradores, entonces el cacao cae de precio y los países van detrás”.
Como le explicó un economista senegalés, “para que los franceses colonizaran Senegal o los países de África Occidental no basta con la conquista militar, tienes que hacer que esa gente trabaje para ti. Lo que hacen es obligarnos a pagar impuestos en la moneda que ellos decidan”, cuenta Portell, así fuerzan a la gente a trabajar en las producciones en las que les pagan con esa moneda. Lo mismo que hacían a principios del siglo XX ocurre ahora con la deuda. Si países como Costa de Marfil, Gambia o Angola, que no producen dólares, están obligados a pagar la deuda en esa moneda, el FMI les propone dedicar su campo a hacer cultivos para la exportación y así obtener dólares. “Ha cambiado el nombre de los actores, pero incluso los recursos de los que estamos hablando, los cacahuetes, el cacao, el café, son exactamente los mismos”, subraya el periodista.
Esto es también un desastre para la soberanía alimentaria de estos países. Si dedican sus tierras a cultivos para exportar, tienen que importar los alimentos que consumen, y en el momento en que sus cultivos caen de precio no van a tener recursos para comprar.