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Fito Páez: "Las dictaduras ahora se disfrazan de democracias"

En el nuevo episodio de En clave de Rhodes, el músico defiende la creación como un acto político, desde la dictadura argentina hasta el presidente Milei

Fito Páez y la cotidianidad

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Madrid

En el nuevo programa de En clave de Rhodes, Fito Páez (Rosario, 1963) no esquiva ningún tema. Habla con la misma naturalidad de su infancia, de la música, de sus hijos, como de la política global, la violencia estructural o el fracaso de los sistemas democráticos. “Pensar en una escena orwelliana no es nada desatinado”, dice, con la serenidad de quien ha vivido lo suficiente como para no necesitar gritar para ser escuchado.

Para Páez, el mundo actual está atravesado por una paradoja inquietante: las democracias ya no son lo que parecen. “Las dictaduras están disfrazadas de democracias”, afirma sin rodeos. No se refiere solo a su país, sino a una tendencia global que, según él, ha vaciado de contenido las instituciones. “Hay titiriteros. No sabemos quiénes son, pero sabemos que no son los que vemos en las redes ni en los medios”, advierte. En su visión, el poder real opera desde las sombras, mientras los ciudadanos asisten a una representación cuidadosamente coreografiada.

El artista no se limita a la denuncia. También propone una forma de resistencia: el arte. “La música genera un espacio que es enemigo del mal”, asegura. No hace falta que una canción sea explícitamente política para ser subversiva. El simple hecho de crear belleza, de construir un espacio simbólico, ya es un acto de oposición. “Ese espacio ya, per se, es enemigo del mal”, repite, como si fuera un mantra. Y en ese espacio, Páez se mueve con libertad, sin pedir permiso.

Pero su mirada crítica no se detiene en los sistemas. También apunta al ser humano. “El hombre no es un ser que tiene contacto con los dioses. No lo es. La armonía no lo es”, dice. Para él, la progresía del siglo XX cometió un error fundamental: creer que el ser humano era esencialmente bueno. “El ser humano es una máquina corrupta”, sentencia. Y por eso, muchas de las utopías fracasaron. “La progresía perdió de vista que en la esquina, en el bar, iba a pasar algo que no estaba en los planes de la mejora de la vida entre las especies”.

"Fui una víctima secundaria"

En medio de esta visión lúcida y a veces desencantada del mundo, hay una herida que atraviesa la vida de Fito Páez: el asesinato de su abuela, su tía abuela, una trabajadora del hogar y su bebé durante la dictadura argentina. “Yo he sido una víctima secundaria”, dice con humildad. Tenía 23 años y estaba en Río de Janeiro cuando ocurrió. “Las víctimas reales fueron ellas. Pero los que quedamos también pagamos una factura muy alta”.

Habla del dolor sin dramatismo, pero con una profundidad que estremece. “Eso no se resuelve con terapia ni con psiquiatras. Es un proceso que vas a llevar hasta el último día de tu vida”, confiesa. Y aunque ha aprendido a vivir con esa sombra, no la niega ni la minimiza. “Es como un yonki o un alcohólico. Es un padecimiento fuertísimo. Y forma parte de la experiencia del dolor, que a la vez es el gran maestro de la vida”.

Fito y lo cotidiano

Lejos de la política y el trauma, Páez encuentra refugio en lo cotidiano. En el piano, en sus hijos, en el cielo al atardecer. “Tengo un doctorado en aburrimiento”, dice entre risas. Y no lo dice como una queja, sino como un privilegio. “Me formé sin el teléfono. Conozco la materia del aburrimiento. Y por eso tengo una pulsión creativa”.

Para él, la música no es solo un oficio, es una forma de estar en el mundo. “La música te pone en un lugar fuera de la realidad”, explica. Es su manera de conectar con su madre, que murió cuando él era un bebé. “Mi mamá era pianista. Y la música fue una conexión directa con ella. Por eso también mi obsesión”.

También habla de sus hijos, de cómo lo inspiran, de cómo lo ayudan a ver el mundo con otros ojos. “Martín me ha resuelto problemas muy gordos con una sola frase”, cuenta. Y de su niña interior, esa que sigue viva en él. “La única tarea que tienes es conectar con ese niño. A veces lo logras, a veces no. Pero ese niño no se fue de allí”.

 

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